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jueves, mayo 08, 2025

Libro El corazón de Heidegger de Byung-Chul Han

Pensar con el corazón (y no con la calculadora)
¿Te ha pasado que estás hablando con alguien y sientes que en realidad solo se están escuchando a sí mismos? Como si tuvieran una radio interna que suena más fuerte que tu voz. Bueno, a Heidegger le habría dolido el pecho con eso. Literal.

Leyendo El corazón de Heidegger, de Byung-Chul Han, me topé con una idea tan rara como luminosa: el verdadero pensar no está en la cabeza, sino en el corazón. Sí, ese músculo que no sabe de cálculos, que no acumula méritos, que no intercambia lógica, sino que vibra, se estremece y se deja afectar por el mundo. ¿Y si pensar fuera más como respirar que como resolver una ecuación?

Lo importante no es qué pienso… sino desde dónde pienso
Han lo dice a su manera: "El pensar nace de un estado de ánimo". Es decir, no pensamos desde un trono racional como pequeños dioses de Excel. Pensamos desde el ánimo que nos habita. Desde la alegría, desde el temblor, desde la angustia o desde la melancolía.

No hay pensar sin emoción, y eso ya cambia todo. Porque si el corazón es el órgano del pensar, la pregunta ya no es “¿quién soy?”, sino “¿cómo estoy siendo ahora?”.

La filosofía, dice Han, es una forma de melancolía
Sí, porque filosofar no es encontrar respuestas, sino dejar que algo nos duela lo suficiente como para que empecemos a pensar en serio. Algo así como cuando te arde una pregunta y no hay tutorial de YouTube que la calme.

Y no se trata de buscar conceptos claros o verdades firmadas por notario. Lo que importa es el estremecimiento ante el simple hecho de existir. Pensar no es tener razón; es dejar que algo nos atraviese, sin defendernos.

El mundo no se conquista: se habita
En un mundo obsesionado con la eficiencia, la productividad y la acumulación (hasta de experiencias), la propuesta de Heidegger suena escandalosa: el pensar no es para producir, sino para contemplar. No se trata de dominar el mundo con ideas, sino de dejarse tocar por él.

Y entonces, pensar se vuelve una especie de escucha radical. No esa escucha ansiosa que busca respuestas, sino una escucha abierta, expuesta, sin abrigo. Como quien se sienta en silencio a ver llover.

¿Y si el verdadero hogar fuera la intemperie?
Heidegger dice que habitamos el ser como quien habita el afuera. Que el verdadero hogar no está en las paredes de seguridad que levantamos con conceptos, planes y estructuras, sino en esa extraña sensación de no saber muy bien dónde estamos, pero igual estar ahí, abiertos.

¿Conclusión?
Si hay una, es esta: el corazón piensa mejor cuando no lo interrumpe la cabeza con su Excel de certezas. Pensar no es producir respuestas, sino dejar que el mundo nos pida otra forma de estar.

¿Será que necesitamos menos coaching de objetivos y más escucha del temblor?
¿Será que las grandes ideas no se encuentran, sino que nos encuentran cuando bajamos la guardia?

Yo no lo sé. Pero hay algo que tiembla. Y eso, dice Han, ya es pensar.


Nota: with a little bit of help from chatGPT, a partir de mis notas del libro.

2 comentarios:

  1. Anónimo6:58 a.m.

    ¿Que es una gran idea, sin la emoción de “saber que se puede”? Creo que es NADA! El fuego interno, es lo que hace que las ideas (pensamientos) tomen forma y tengan alguna opción de prosperar. Sin fuego interno (emoción), es como hacer fuego con leña mojada. Peor aún, ni siquiera surgen las ideas.
    Es como cuando uno recibe desde “afuera” un impulso, si no hay emoción interna, el impulso pasa de largo, se pierde, es un balazo al aire.
    Detrás de tu idea de “coachear” y de escribir semanalmente, DEBE haber “fuego interno”, de lo contrario, esto simplemente no existiría o sería una falsedad.
    “Emoción e Idea” son un solo paquete, lo uno sin lo otro, no sirve. Y estoy convencido de que lo primero es la Emoción y desde ahí ocurren las Ideas. Las emociones que movilizan e inspiran vienen desde el corazón. Tanto creo que es así, que aventuró el siguiente postulado:
    Emoción => idea => verdad
    Idea => Emoción => corrupción

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  2. buena reflexión sobre el pensar... precisamente, el verdadero pensar, el pensar reflexivo, el que no calcula... parece venir del corazón, de la escucha profunda, como quien se sienta a ver (escuchar) llover.

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