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lunes, junio 16, 2003

El Alto del Naranjo nevado

Ayer me fui a los cerros. Temprano, apurado, despegándome del mundo de los Blogs que me tiene adicto. El día amaneció completamente despejado, después de dos días de temporal.

Mi grupo había movido la cita a media hora antes para llegar a las casas temprano a almorzar, en este el día del padre. Yo también soy padre de cuatro.

Terminé subiendo el habitual Alto del Naranjo que solo presentaba nieve en el Alto mismo, pues no andaba con anteojos ahumados. Me acompañó María Elena, una amiga de siempre ya.

El frio era penetrante, apuramos el paso, calentamos motores. La conversación fluia de allá para acá. Los temas al hueso. Quien se salva de acarrear dolores y angustias ?

El cerro es un espacio de expansión así que el alma se tropieza para salir. Santiago se veía encima, ausente casi completamente de smog. No traje mi cámara fotográfica. Algún día tendré una digital para publicar aquí algunas vistas, como las que contemplé ahí.

La nieve empezaba a hacer su presencia poco mas arriba del canal. El canal venía lleno hasta el tope y rebalsaba para los lados. Una piedra grande había caído al medio obstruyendo el paso.

Llegué al Alto caminando en el silencio de los espacios nevados hace poco y dando pasos por la alfombra blanca buscando explanadas sin pisadas y mirando a ratos las huellas que mis zapatos nuevos iban dejando. Allá me esperaba María Elena en animada conversa después de haber apurado el tranco para hacer el ejercicio que necesitaba.

Donde otros se resbalaban, yo me agarraba como nunca con estos zapatos nuevos. Bajamos rápido solo deteniéndonos a contemplar las vistas que esta maravillosa cordillera nos regala cuando está nevada y el aire traslúcido.

En el canal volvimos a detenernos a contemplar una bandada de cóndores, entre diez y quince, que habían bajado por las nieves de las alturas y nos deleitamos de verlos a corta distancia en su vuelo majestuoso expertos ellos en esto de las ascendentes.

Apuramos el tranco para alcanzar donde la Rosalía a comer sus exquisitas empanadas de queso en su grata compañía. Bajamos el acarreo corriendo, celebré mis zapatos nuevamente y comentamos mi sobrepeso producto de las ansiedades de estos tiempos, que me hacen subir y bajar con mas carga.

Al llegar a la última etapa nos encontramos con que el calor del día y el derretimiento de las nieves había producido dos hermosas cascadas, nunca antes vistas por nosotros en ese lugar de tan frecuente paso, de agua abundante y terrosa.

Y nos sumergimos en la ciudad de Santiago y su ruido ambiental mental.