Me gusta empezar a ver el trabajo de coaching, especialmente al nivel de un gerente general o de un alto ejecutivo, como uno en que lo que estamos haciendo, es elevar el nivel de conciencia de la persona.
El foco, son las inquietudes del coachee. A veces, algunos aspectos indicados por su superior.
El coach ha desarrollado una buena capacidad de observación y dispone de herramientas de distintas fuentes, siendo algunas de ellas, la filosofía del lenguaje, el Eneagrama, elementos de la Bioenergética, Guestalt en mi caso, etc. Trabajo y experiencia que deja en el cuerpo y en la mente del coach un saber, una intuición que opera transparentemente en el fluir del estar ahí presente y atento a o que ahí está pasando, con el coachee o cliente del servicio de coaching.
La persona, en el centro del trabajo de desarrollo e indagación, ensancha su mirada de si mismo, facilitada por el espejamiento que le aporta el coach, muchas veces llega a una comprensión de si mismo, incluidos sus defectos, que más bien queda como un mucho mejor administrador de su persona, consciente de sus dones y sus déficits o defectos.
Mejoras en la forma de relacionarse, de motivar e inspirar a sus equipos, de evaluar el resultado de su trabajo como más efectivo, mejor disposición a la auto crítica por la mirada más libre de juicios, más protagonista que víctima en la vida, mejor capacidad de escucha, más consciente de sus necesidades y de de las de los otros, son muchas de las declaraciones que escucho y que me hacen concluir del valor de este servicio tan oportuno para estos tiempos.
Pero lo que más me ha gustado es ver que el trabajo del coach ayuda a subir el nivel de conciencia de los ejecutivos.
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