Reflexiono en esta madrugada de los hechos de los días recién pasados, que tienen a mi persona activada, en movimiento, como cocinando cierto guiso de la articulación pensante.
Ayer participé en un encuentro de activos participantes, se podría decir, de la institución Desafio de humanidad. Y experimenté, vi experimentarse, un verdadero y profundo encuentro desde la sentida humanidad que somos. Una experiencia de alta presencia, de intenso estar ahí, donde el corazón ha tirado a un lado todas las prendas defensivas, para conectar con amplitud, el ser de otros, como pocas veces experimentamos en nuestra contingencia de la época actual.
En esos intercambios, en esas actitudes de escuchar intenso, abierto como acogiendo al otro en toda su extensión, verdad y profundidad que ahí pasaba, en que se produce una conexión con ese otro que habla, pero a la vez con el grupo que vive esa misma atenta atención, creando un espacio, un campo vibrante, de intensa y nutritiva humanidad.
Todos hablan desde el ser, o lo que sea que eso significa, que está en la propuesta metodológica de Desafío de humanidad. En el hablar está implícito, está contenido, va, la persona que es el que habla. No estamos hablando de cosas en sí mismas; estamos hablando desde cómo las cosas pasan a través nuestro. Y ello, en general, le lleva emoción.
Hay un encargado del espíritu de la actividad, que cuando ve que alguien habla desconectado de sí mismo, se lo hace notar. No todos lo logran; no todos saben de qué estamos hablando, cuando se les pide hablar desde el ser. Algunos quedamos interpelados, con esta demanda de implicación, que simplemente no sabemos distinguir o no sabemos hacer.
Destaco este elemento del encuentro de los grupos de Desafío de humanidad, porque es pieza angular de lo que se pretende, que es el encuentro y aprendizaje de vivenciar y vivenciarnos en grupo, desde ese plano vibracional.
Yo como observador de la escena veo y distingo, este intringulis humano, que tiene que ver con conectar con el ser, con nuestro hacer y con el sentido de este. Tener una relación con ese sí mismo, de acogida, de abrazo incluso, de serse visto, muchas veces como nadie nunca te enseñó a verte. El excesivamente volcado hacia los demás, experimentándose desde la actividad que en el otro se desencadenaba, en general positiva y transformadora. Pero al parecer, con ausencia de conexión propia, profunda y verdadera.
El mundo, su oferta y sus incentivos, muchas veces nos desconecta de nosotros mismos, de maneras brutales. Al punto que el alma y a veces el cuerpo, enferman.
Esta sabiduría que hace falta, de buscar esa conexión, desarrollarla y protegerla, no está mucho como oferta, la verdad, en el mercado. Aquí en este lugar, en esta experiencia del día a anterior a este en que escribo, si está. Está presente, pero estamos todos aprendiendo de ello. No es conocimiento sabido.
Hay grupos, he sabido, como la comunidad judía y las comunidades de las iglesias evangélicas, que tanto abundan en Chile, donde la experiencia de vivir en comunidad, de verdad, donde incluso el aprender es una institución cultivada y se hace en forma colectiva, donde viven el encuentro humano, significativo.
Con esta iglesia católica desplomada tan gravemente en nuestros días, ha dejado a demasiada gente al descampado, incrustados en el tremendo individualismo, que el mismo sistema económico de las transacciones monetarizadas, en todos los ámbitos de la vida, ha instalado e institucionalizado.
Este tipo de encuentros, como el de ayer, son experiencias significativas que claramente hacen falta y Desafío de humanidad las ofrece, rescatando nuestra naturaleza comunitaria.
El ser que soy, pecha por vivirse lo más que pueda. No es fácil; no te la hacen fácil. Y a veces me veo pateando a más de alguno, que insiste en decirme como se hacen las cosas o cuál es la forma correcta de proceder.
La tarea no es fácil, pero es de suma importancia, la conexión consigo mismo, para que sea desde ahí que elegimos nuestra vida, nuestros trabajos y nuestra relaciones. Y es desde ahí que podemos encontrar, pienso, la paz, el contentamiento. e incluso lo que muchos llaman, felicidad.
Y la sensación vivida, de la maravilla que podemos ser las personas.
Hay que trabajar esto ya que la vida no te permite los tiempos en forma natural. Esto debe haber sido lo normal durante la vida de los antepasados, hoy creo que solo es posible hacerlo como quien va a nadar o al gym. Los gringos están yendo a mindfulness como quien va al gym. Ahí tenemos algo que hacer Gabriel
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