Mónica Cavallé es doctora en filosofía. Dice que la filosofía se ha transformado en un saber exclusivo de eruditos, que a nadie ya interesa, preocupada de cosas que no tienen nada que ver con la vida común y corriente de cualquier cristiano. Por eso incluso la han ido eliminando de los ramos que se estudian en los colegios.
Pero esa no era la filosofía en sus orígenes. Partía de preguntas como la que hacía el oráculo de Delfos con la declaración “conócete a ti mismo”, porque por esa ruta llegarías a la paz y la plenitud. La filosofía era un saber que buscaba tu propia transformación y desarrollo personal.
Bueno, ella, Mónica Cavallé, quiere recuperar esa filosofía y eso es lo que hace en este libro.
Y has de saber que solo la verdad te hará libre, esa verdad.
Recorre siempre tu propio camino, asesorado confiadamente por esa voz interna que tiene el carácter de ser de sabiduría superior, si sabes escucharla bien.
Aprendemos siempre por ensayo y error. No podemos censurar el error, pues es la base de nuestro aprendizaje. Debemos acoger las expresiones de lo que pensamos, sentimos y no censurarlas porque sean inmaduras o inapropiadas. El error es la base del aprendizaje.
Yo soy una presencia real y no una construcción mental. Una cosa es el contenido de conciencia y otra el ser consciente. La presencia real que soy es consciente.
Esa presencia consciente que soy, tiene el sabor de la verdad, la belleza y el bien, de una forma originaria e inmediata. Para ello debemos situarnos en nuestro fondo lúcido donde estas cosas residen.
La pérdida de conexión consciente con nuestro fondo de plenitud originario, es la pérdida del paraíso. Es como la semilla que contiene ese árbol específico en potencia, así debes buscar en tu interior tu potencial singular.
La vida es un proceso creativo que sigue unos determinados cauces.
La esencia de la vida es anhelar más vida, una vida más intensa y plena.
No nos colma el amor que recibimos, sino el amor que sentimos y damos.
No somos nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones, conductas o estados de ánimo, sino la presencia consciente que los atestigua. Somos espacio vacío consciente.
La materia prima de nuestra experiencia es la atención consciente. Si habitamos plenamente nuestra experiencia, superamos la dualidad y es la puerta de la trascendencia.
La fuente última de nuestro sufrimiento mental no son nunca las situaciones que vivimos, sino lo que pensamos de ellas.
Lo propio del ignorante es no poseer ciencia, sino opiniones.
Lo propio de la filosofía es sanar la mente enferma.
Todos tenemos una
filosofía propia, que los coaches rastreamos a través del lenguaje habitual del coachee.Sentirnos culpables equivale a dividirnos interiormente, a enajenarnos de nuestras propias acciones, ya que estas se atribuyen a “otro”, a una parte de nosotros que es considerada mala y merecedora de castigo. La culpabilidad nos entristece y nos vuelve hostiles con nosotros mismos. Nos paraliza y nos torna impotentes.
Creemos habitar la realidad, pero habitamos nuestro mundo particular. Habitamos un mundo configurado por nuestras particulares representaciones e interpretaciones. Cada cual habita un mundo diferente.
Para los estoicos, el alma humana es una chispa del alma cósmica, de la divinidad o inteligencia que rige y sostiene el universo.
Los estoicos ubicaron el centro del ser humano, no en la cabeza, sino en el corazón, en el saber del corazón.
Detrás de la necesidad excesiva de control se oculta la aspiración legítima a no sentirnos impotentes. Esto ocurre cuando estamos enajenados de nuestro poder central que reside en el núcleo de nuestro ser.
Luchar contra lo que no podemos cambiar y ser pasivos ante lo que sí podemos modificar, constituyen dos disposiciones que están siempre detrás de todas las formas de sufrimiento evitable.
Discernimiento estoico: Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia.
La conciencia y la inteligencia son las sustancias mismas del universo.
Sea este un breve aroma de esta joya de libro de Mónica Cavallé que es pura sabiduría y que recomiendo entrañablemente.
Sin dudar un buen libro en el sentido de enfatizar los punteros hacia la “realidad” o si se prefiere hacia la “verdad”.
ResponderBorrarCreo que estamos atrapados en nuestra cultura, debemos escapar de esta cárcel cuya puerta paradójicamente permanece abierta y nosotros creemos que está cerrada a machote. Si aspiramos a la verdad hay que dar los pasos; ¿cuáles son?
Destronar al YO-ego
Vida sencilla, simple, tan simple como más podamos.
Alejarnos del ruido que nos devuelve a la cárcel.
Las luces que encandilan.
Fuera con todo aquello que robustece el Ego.
La realidad, la verdad, es que todos somos uno, y para entrar a este club unitario, hay que desaparecer como YO y ser uno con el resto.
Confiar en la gran consciencia universal, restarse para pertenecer.
El cielo está aquí mismo, pero no nos atrevemos a dar el paso, más confiamos en nuestra propia fuerza que en saltar a la gran unidad, la verdad está aquí mismo. Es tan simple llegar y tan imposible al mismo tiempo. Este y no otro, es nuestro gran desafío, puedes entrar al “reino” ahora ya, pero no nos atrevemos, preferimos circundarlo.
Le damos y damos vueltas sin atrevernos a entrar.
Esperemos algún día atrevernos a saltar al verdadero amor, demoliendo nuestro YO falso.