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jueves, julio 13, 2023

Libro En Auschwitz no había prozac de Edith Eger

Edith Eger elabora en este libro una reflexión profunda de todas aquellas cosas que nos encarcelan, alejándonos de esa libertad que es la meta.
Ella estuvo en Auschwitz desde los 16 años hasta los 17, junto a su hermana. Junto con ella, en el mismo vagón de ganado, iban sus padres, que al llegar a Auschwitz pasaron directo a las cámaras de gases.
Ella zafó, pues satisfizo a Josef Mengele, cuando este le pidió que bailara y ello le salvó la vida. De ahí su libro anterior, La bailarina de Auschwitz.

El libro se divide en 12 capítulos, en que cada uno trata de otra forma de perder la libertad.
Por ejemplo, el andar de víctima por la vida, culpando a alguien o a algo, por algo que te pasó y te lesionó de tal forma, es una forma de prisión.
Estar de víctima, dice Edith Eger, es una opción. Podemos elegir salir de ahí.
Las cosas que nos pasan no es opción evitarlas muchas veces. Dónde está la clave es que hacemos con ellas después que nos sucedieron.
El pararnos como víctimas nos sirve para justificarnos de no avanzar. De no hacer de nuestras vidas lo que queramos.

Otra prisión es evitar el sufrimiento. Lo hacemos con nuestros hijos, cuando les toca sufrir porque se enterraron un vidrio en la mano, como padres hacemos lo posible porque no lloren, porque no sufran. Sufrimos con ellos.
Mi hija psicóloga escuchó a su hija chillar de dolor y solo la abrazó y llevó a la clínica. Disfrutó de que pudiera expresar todo su dolor, cosa que ella recordó no había podido hacer en su niñez.
Cuando privamos a nuestros hijos del sufrimiento, dice Edith, los anulamos.

Cuando somos chicos aprendemos rápidamente que necesitamos hacer para obtener atención, afecto y aprobación, elementos claves para nuestro bienestar.
Lo peor que nos puede pasar es ser abandonados.
Esto no es un problema. El problema es cuando pasamos a la adultez y seguimos abocados a conseguir estas cosas de los demás para que nos amen.
La idea es que soltemos esos lazos de dependencia y nos conectemos con nosotros mismos. Lo qué sentimos, lo que deseamos, adonde queremos ir.
La idea es no abandonarnos a nosotros mismos.

Otra cárcel es la rigidez. Opera como una tiranía sobre nosotros mismos. El deber ser opera como un obstáculo a conectar con nosotros mismos y honrar a aquello que brota desde nuestro interior.
Enfocar y aprender a leernos es clave. Apunta en la dirección de la máxima de ser uno mismo, encontrar cual es mi pasión, a qué vine a esta vida y con libertad ir a tras ello.

La libertad es el anhelo más grande de una presa en una cárcel como Auschwitz, un verdadero infierno del exterminio. Cómo podemos como seres humanos llegar a ello. Podemos, lo hemos hecho no una vez; lo seguimos haciendo.
Por eso, Edith Eger, lo que más valora en la vida es alcanzar la libertad. Liberarnos de todas las cárceles psicológicas en que andamos y abocarnos a vivir en plenitud.

Un libro qué te da muchas buenas pistas y te inspira a mi parecer en la dirección correcta.

2 comentarios:

  1. SOLEDAD TAGLE9:36 a.m.

    Interesante todo lo que planteas Gabriel, me hizo recordar la película "Resistencia" que muestra una parte de la vida de Marcel Marceau, esa parte creativa que es salvadora. También el título se parece a los libros de Marinoff "Más Platón, menos prozac", la venta de antidepresivos es feroz y el efecto muy discutible. Respecto al llanto de los niños, recién leí a Aletha Solter, que justamente escribe de lo importante que es permitir y acompañar en la infancia el descargar las frustraciones a través del llanto, nos cuesta a los adultos aceptar el llanto de los niños.

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  2. Anónimo12:43 p.m.

    Me parece muy atinente el comentario para lo sociedad que vivimos hoy , donde evitamos el sufrimiento sin hacer cargos que el dolor nos hace grandes y libres

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