Un libro duro, bien escrito, fascinante pues te mete de lleno en la vida y condiciones de los campos de concentración nazis y los gulags rusos.
Notable esta Heather Morris, de tomar esta hebra que es el relato de un sobreviviente de campo de concentración, sobre esta mujer Cecilia “Cilka” Klein, que le había llamado la atención por su valentía.
Cilka, vive en Checoslovaquia con sus padres y una hermana, una vida normal, feliz y relativamente próspera. Viene la guerra y Checoslovaquia es tomada por los nazis y los judíos como ella, pasan a ser perseguidos, apresados, mandados a campos de concentración y exterminados.
De la noche a la mañana viaja en tren largas distancias en vagones de ganado, como ganado. Destino Auschwitz. Ahí morirán su madre y su hermana. De su padre no sabrá más.
Hasta que el campo es liberado por los rusos. Los presos la denuncian como ayudista de los nazis, traidora, asesina y la mandan a otro campo de concentración en Siberia, al norte de Rusia, en la ciudad de Vorkutá. Se trata de un Gulag ruso de los cuales en la época de Stalin había cientos.
En este caso son prisioneros esclavos, que trabajan en las minas de carbón del lugar. Temperaturas de - 50 grados en invierno; nieve y frío en condiciones absolutamente inhumanas.
Veinte mujeres duermen en uno de los galpones para los prisioneros, donde las camas, si se pueden llamar así, figuran una al lado de la otra, con pequeños espacios entre medio, con una delgada frazada para cubrirse. Una pequeña estufa a carbón de escaso suministro en un rincón, donde con frecuencia se apiñan.
Cada dos o tres días, en la noche, las invaden un grupo de hombres que las violan a golpes si es necesario. A la mañana siguiente, temprano aparece la celadora que las tiene a régimen militar, para llevarlas a tomar lo que no se puede llamar desayuno y de ahí a los campos de trabajo a la intemperie.
Por alguna circunstancia, relativa a una de sus amigas del galpón que ha quedado embarazada, la acompaña al hospital del campo y ahí una doctora la detecta como hábil y compasiva con los enfermos, la invita a trabajar ahí.
Su vida cambia y ella empieza a establecer una relación estrecha con esta doctora.
Todas las cosas que pasan son increíbles, por su sordidez, falta de recursos e inhumanidad.
Hay médicos que son lo peor. Y hay un grupo de prisioneros que se han hecho fuertes dentro del campo y la verdad ejercen dominio incluso sobre los cuerpos médicos, a los que obligan a suministrarles drogas, para satisfacer sus adicciones.
Cilka empieza a enganchar con un recadero de la administración. Se miran, le llama la atención algo en su mirada en sus gestos. Y se van gustando; se llama Alexandr.
Aprende a asistir operaciones y termina dedicando buen tiempo a ser la enfermera de la ambulancia del hospital.
En sus travesías a buscar heridos, arriesga su vida por los heridos dentro de las minas y llama la atención por su arrojo y valentía. Salva vidas y empieza a destacar. Llamar la atención puede ser lo peor que le puede pasar; ya lo ha experimentado, en un confinamiento de días, donde casi muere.
La brutalidad del lugar es conmovedora. Las condiciones de vida imposibles.
Finalmente, intempestivamente, muerto ya Stalin, Jrushchof al mando, empiezan a liberar a los presos. Un día la liberan y debe irse sin despedirse. Ella está convaleciente de un accidente. Su hombre también. Se va sola. Pierde el primer tren y debe esperar al día siguiente. A duras penas logra introducirse en ese tren repleto y en el momento de casi perderlo, aparece él, también moviéndose a duras penas.
Vivirán 50 años felices, sin hijos, en Checoslovaquia.
Un libro que no puedes parar de leer, terrible, emocionante, donde las peores atrocidades se entremezclan con hermosos destellos de bella humanidad.
Un libro muy recomendable, por su humanidad dentro de la inhumanidad extrema a la que los hombres podemos someternos.
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