Jordi Sánchez es un actor, comediante y escritor español. Este libro de 209 páginas son breves relatos de diversas escenas y reflexiones, de una persona conectada con el mundo real, con la gente simple, de todo tipo.
Un libro fresco, entretenido, divertido, reflexivo, conectado con la realidad más real.
Antes trabajaba uno de ellos en el porno, pero se cabreó porque se hizo tira las rodillas, porque se pasaba uno de rodillas dándole.
Un viejo mafioso, qué va en el tren y a vista y presencia de los presentes, habla a viva voz por teléfono con un sobrino, que a poco de casarse se mete con una vecina y acongojado piensa contarle de su falta a su mujer, cosa que el tío exaspera diciéndole que no haga tal cosa. Despotrica contra la enseñanza de los curas que entristecen a la gente y la hacen sentirse culpable de las mejores cosas de la vida.
Él, el mafioso, que roba y disfruta el hacerlo, le cuenta a su sobrino que a veces se da el gusto de robar y después devolvérlo para puro ver o saber de la alegría que provoca.
El autor asiste a un bar con frecuencia. Ahí lo atiende Maritrini que le cuenta cosas. Hay varios relatos de esa fuente.
La amigas la instan a separarse de este menso, pero ella valora como este le hace compañía, la hace no estar sola. Y eso que a ella le gustaba la oscuridad, estarse quietita, en nada. Una relación fome hasta el extremo, pero de cariño y compañía.
Jordi Sanchez comparte anécdotas de cómo su fama le trae situaciones en la calle, en el taxi, increíbles. ¿Usted es o no es, el de la tela? Es, ah, mi hijo se encantará con una foto mía con usted. Siempre acepta. Está en eso y aparece otro, que también lo reconoce y comenta que es más chico que en la tele y más flaco. Otro le pregunta el nombre real; Jordi ? No le viene, mejor sería Jaime. Y el taxista que le dice que si él tuviera la fama del actor, tiraría mañana y tarde, etc.
Va a almorzar a un restaurante, solo. Quiere estar solo. El mozo, pegote, lo ve solo y se compadece y le mete conversa. Le dice que su mujer le ha dejado. Que siempre le pasa. Que él necesita mucho sexo, mínimo unas cuatro veces al día, o si no no se pone mal. Está solo ahora. Se empieza a imaginar que se masturba cada cuatro horas, incluso mientras está trabajando. Y es tan bueno para dar la mano. Empieza a pensar, incluso llama a un amigo y le pide ayuda de como hacer para que un mozo no te de la mano. Lleva libros. Al final al salir sale eludiendo al mozo que lo persigue para despedirse y como no saca las manos del bolsillo el tipo le da unos golpecitos en los cachetes de la cara; ahhh.
Un libro liviano, entretenido, divertido, que te muestra a la gente simple como de verdad es.
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