Byung-Chul Han nos trae un nuevo libro, esta vez sobre esa capacidad humana de narrar.
Antes leí Vida contemplativa, otra capacidad humana menguada en los tiempos que corren.
La culpa de todo esto la tiene la digitalización, el temporal de información al que estamos sometidos todos los días.
La información está basada en datos. Ni los datos ni la información construyen historias.
Narrar es entrelazar fragmentos en historias que van para un cierto lado.
Para escuchar una narración se requiere una escucha intensa, un estar sumido en la historia, se requiere por ello tiempo ausente de apuros.
Tiempo ? Un recurso escaso en los tiempos que corren.
Pasamos del cuadro del artista, ese que requiere detenernos frente a él y atender a qué nos pasa con él, qué nos dice, qué historia nos cuenta. A las imágenes del cine, que requieren otra disposición, también de inmersión, pero que no nos conectan de la misma forma con nuestra interioridad.
Y hoy, las noticias, la información, la prensa. La prensa de ayer está obsoleta hoy.
Y no solo eso, pasamos al mundo capitalista, donde de lo que se trata es de consumir. Las historias que se cuentan, que Byung-Chul Han las llama storytelling, son productos de consumo para vender.
La narración liga, conecta.
La información y el storytelling comercial, fomenta el individualismo.
La narración sana. El psicoanálisis se basa en historias que cuenta el paciente y rearticula el terapeuta.
Antiguamente nos reuníamos a escuchar historias. Hoy vemos series, solos o en grupos muy pequeños.
Desapareció la comunidad. La narración de la iglesia era una potente historia que congregaba. Se ha ido deshilachando. Estamos solos, cada uno en lo suyo y con los suyos más cercanos; la familia quizás, a veces.
Byung-Chul Han me perturba. Me deja preocupado.
Al desaparecer las narraciones, los relatos, se perdió el sentido, se perdió el norte.
Estamos en descampado.
Leyendo este libro, me di cuenta que dos amigos queridos, uno cuenta historias, narra y el otro, nos informa con algún poco de análisis. Lo que el primero cuenta, no se me olvida más. En cambio lo que me cuenta el otro, se me olvida en una semana, sino menos. Se los dije.