¿Somos el dron o el piloto? Una mirada cuántica a la conciencia
Imagina que tu cuerpo es un dron y tu conciencia, la persona que lo maneja desde fuera. Así como el dron percibe el mundo a través de sus sensores, nuestro cuerpo experimenta la vida, pero la verdadera conciencia no reside en la máquina, sino en el piloto: en ese "algo" que está más allá de lo físico.
Qualia: la experiencia interna que la ciencia no puede medirFederico Faggin
Nuestra experiencia subjetiva -lo que los filósofos llaman qualia- no está en nuestra cabeza, ni en nuestros sentidos, sino en la conciencia misma. Sentir el color rojo, por ejemplo, no es un fenómeno físico, sino una vivencia interna. La ciencia clásica, basada en la medición y la observación, nunca ha podido explicar estos fenómenos, porque simplemente no se pueden medir.
Federico Faggin y la conciencia cuántica
Federico Faggin, uno de los pioneros de la computación moderna, tardó 30 años en comprender que las matemáticas, como lenguaje creado por la conciencia, no pueden describirla completamente. Muchos científicos sostienen que la conciencia es una propiedad emergente del cerebro, pero Faggin discrepa: para él, la conciencia requiere de la física cuántica, de un campo que trasciende la materia.
Según Faggin, la conciencia no es un fenómeno de la física clásica, sino de la física cuántica, donde la información y los campos cuánticos abren la puerta a una comprensión más profunda de nuestra experiencia interior.
El universo interior y la información viva
El físico Giacomo Mauro D'Ariano distingue entre la información cuántica, que describe el mundo interior, y la física clásica, que explica el mundo exterior. Para D'Ariano, la conciencia es una propiedad fundamental e irreductible del universo, más básica que la materia o la energía. Propone que la realidad está compuesta por "seidades": unidades conscientes con identidad y libre albedrío, que se comunican a través de información viva y crean la realidad simbólica que percibimos.
El universo, según esta visión, evoluciona impulsado por el deseo del "Uno" de conocerse a sí mismo, a través de las experiencias de las seidades. La realidad es holística: no puede separarse en partes, y abarca tanto lo clásico como lo cuántico, lo externo y lo interno.
Más allá del espacio-tiempo: el campo de la conciencia
En el campo donde reside la conciencia no existen las dimensiones de espacio y tiempo a las que estamos acostumbrados. Estas son propias de la realidad material y de la física clásica. Si seguimos creyendo que somos solo máquinas, corremos el riesgo de ser controlados por la inteligencia artificial y quienes la manejan. Es urgente cambiar nuestra concepción de lo que somos.
Nuestro cuerpo es una máquina cuántica y física, radicalmente distinta a los computadores. Cada célula contiene la información de todo nuestro cuerpo: somos seres holográficos, conectados con el campo del que formamos parte. Las partículas que nos constituyen aparecen cuando su función de onda colapsa; si no, simplemente no están. A diferencia de los bits informáticos, el bit cuántico no puede copiarse, lo que nos hace únicos.
El ser y el ente: dos realidades entrelazadas
Nuestro cuerpo es el ente; nuestro ser, en cambio, reside en el campo inmaterial. La realidad clásica es determinista, la cuántica es probabilística: puede ser onda y partícula a la vez. Ambas realidades son inseparables, partes de un todo mayor. El colapso de la función de onda es producto del libre albedrío del campo.
En la información cuántica hay sentido y significado; en la información clásica, no. La conciencia y el libre albedrío son fundamentales, y la forma de pensar actual busca controlarlos. Pero nuestro libre albedrío es impredecible, y eso es lo que nos hace realmente libres.
Unir materia y espiritualidad: el legado de Faggin
Federico Faggin busca unir materia y espiritualidad, lo externo con lo interno. Sus postulados se basan en la idea de que el "Uno" -la totalidad de lo que existe- es dinámico, holístico y desea conocerse a sí mismo. Cuando deseamos algo, es el libre albedrío en acción.
Faggin incluso promete demostrar que los árboles son conscientes, lo que probaría que la conciencia no depende del cerebro. Cuando entendamos quiénes somos realmente, la competencia dará paso a la colaboración.
Conclusión:
La conciencia es el gran misterio del universo. No somos solo máquinas; somos pilotos, exploradores de una realidad mucho más profunda y misteriosa de lo que imaginamos. Comprender esto puede transformar no sólo la ciencia, sino la forma en que vivimos, nos relacionamos y evolucionamos como humanidad.
Nota: with a little bit of help from Perplexity; a partir de mis notas de este video
Me has hecho leerlo varias veces para poder seguir el hilo. Me has convencido de leer a Federico Faggin
ResponderBorrarMe alegro mucho, Juan
BorrarEs muy interesante explorar e intentar entender las experiencias de vida y de la no vida. Ya no tan solo la muerte es un misterio, también lo es la vida. Vida y muerte serían sólo dos estados diferentes de la consciencia. Nuestras explicaciones, nuestras narrativas, nuestro lenguaje sabemos que son esencialmente simbólicos, no son más que mapas de la realidad.
ResponderBorrarNos alegramos cuando “inventamos” un mapa que nos explica (nos deja más tranquilos) respecto a nuestra inquietud del misterio de la vida y la muerte. El misterio es apasionante, creo que quizás (solo quizás) lo entendamos parcialmente al morir. La consciencia (creo yo) continúa su camino y muy probablemente se desplieguen otras capas misteriosas. El misterio de la vida y la muerte se despejará y vaya uno a saber con que otros misterios nos encontraremos.
Ya lo sabremos, cada cosa a su tiempo.
Mientras tanto, el “dron” necesita comida y cobijo para sobrevivir aquí, ahora intentando hacer el “bien”, según las reglas o según nuestro mejor entender.