Hay regalos que no se abren.
No porque no se pueda, sino porque no se debe.
Hace un tiempo, mi amigo Marco Antonio Palma, artista y poeta del silencio, me regaló una caja: de madera noble, bien construida, dentro de la cual asoman los bordes de unas hojas que parecen acuarelas. Pero no se puede ver qué representan. No hay vidrio, no hay marco, no hay firma visible. Solo una caja cerrada.
Hace unos días me envió un texto donde cuenta cómo nació esa obra.
Y al leerlo, entendí que no me había regalado una pintura, sino una pregunta.
Todo comenzó —me dice— con un árbol que crece desde el agua del lago Villarrica. Un árbol desarraigado, que surge desde el fondo líquido como si se negara a morir.
Marco Antonio lo fotografió durante días: al amanecer, al atardecer, con sol o con niebla. Luego trató de pintarlo, pero algo no le calzaba. “Pintar un árbol como siempre, aunque saliera del agua, no me hacía sentido”, escribe.
Hasta que dio con una intuición poderosa:
el árbol debía ser un vacío, un espacio en blanco rodeado por el paisaje.
Así hizo más de treinta acuarelas donde el árbol no está, pero su ausencia lo define.
Una metáfora perfecta de nuestro tiempo: buscamos raíces y, sin embargo, flotamos.
La caja como gesto
Con el paso de los años, las acuarelas pidieron una casa.
Marco Antonio pensó en marcos, en paspartús, en vidrios protectores… pero nada lo convencía. Hasta que un día decidió hacer cajas.
Cajas que se pueden abrir o cerrar.
Cajas donde la pintura puede estar visible o guardada.
Y luego, en un gesto aún más radical, decidió cerrarlas herméticamente, sin posibilidad de abrirlas.
Ahí su arte se convirtió en pensamiento.
La caja cerrada es una resistencia a la sobreexposición, un acto de rebeldía frente a esta era en que todo debe mostrarse, en que la intimidad se volvió espectáculo.
Marco Antonio lo dice sin ambages:
“Parece que si no somos vistos, no existimos. Lo increíble es que hay una necesidad de ser vistos en la intimidad. Y lo que se muestra, siempre deja algo escondido.”
Su obra se sitúa justo ahí: en ese límite entre lo visible y lo invisible, entre lo que se revela y lo que se protege. La caja es un templo doméstico, una suerte de arca, donde lo sagrado —lo personal, lo irrepetible— se resguarda del ruido del mundo.
El arte como refugio del alma
Hay algo profundamente espiritual en su reflexión.
Marco Antonio evoca el Templo de Salomón, el sagrario, los cofres antiguos donde las abuelas guardaban prendedores o cartas. En todas esas formas hay una misma pulsión: proteger el misterio.
Y se pregunta:
“¿Hay algo sagrado para nosotros hoy? ¿Necesitamos resguardar algo significativo? ¿Resguardarnos a nosotros mismos?”
No busca respuestas inmediatas. Sabe que el sentido, como dice, “cae cuando tiene que caer”.
Mientras tanto, sus cajas permanecen ahí, cerradas, esperando el momento de ser vistas o comprendidas.
Mi lectura personal
Cuando leo a Marco Antonio y miro la caja que me regaló, siento que me está entregando algo más que una obra: me está confiando un símbolo.
Esa caja es, también, mi propia caja interior.
Es el espacio donde guardo lo que no puedo decir con palabras, lo que quiero proteger del ruido y la velocidad.
Y me hace pensar que cada uno de nosotros debería tener una caja así: un refugio para lo sagrado, para lo que no queremos mostrar pero tampoco perder.
Tal vez el arte de Marco Antonio nos recuerda justamente eso:
que hay belleza en lo oculto, que el misterio no es un defecto, sino una fuente de sentido, y que no todo lo valioso necesita ser visto para existir.
Epílogo
Marco Antonio termina su carta contándome otra obra suya:
un gran tronco de eucalipto que cortó en siete pedazos, en cuyos interiores pintó junto a su esposa e hijos. Luego los volvió a ensamblar, dejando espacios entre las piezas. La llamó El Arca.
Ese gesto resume toda su poética: lo visible es apenas la piel de lo invisible.
Y el arte —como la vida— es ese intento siempre incompleto de resguardar lo que amamos antes de que se lo lleve el tiempo.
Gracias, Marco Antonio, por recordarnos que en un mundo que todo lo muestra, aún hay lugar para el silencio, para la contemplación y para lo sagrado.


Las cajas de mi padre...
ResponderBorrarUna extensión de si mismo, la revelación propia de quien es, de sus miedos, de sus alegrias, de su fragilidad, de su luz, de su propio universo siempre en movimiento...
Las cajas de mi padre...
Donde la simpleza se mezcla en una danza perfecta que fluye con los detalles más lindos y bellos creados por sus manos llenas de esa historia propia de aquellos capaces de crear con el alma...
Las cajas de mi padre...
Donde el misterio propio de las profundidades del ser humano intenta de alguna manera asomarse entre rendijas, ventanitas y puertas...
Las cajas de mi padre...
Donde el color envuelve al vacio y le da forma, donde lo abstracto se funde en los objetos para dar sentido a aquello que podamos interpretar al observarlas...
Las cajas de mi padre...
Frágiles y fuertes,
Abstractas y concretas,
Misteriosas y reveladoras...
Las cajas de mi querido Padre,
Donde se esconde y expone el maravilloso ser vulnerable que de alguna manera todos llevamos dentro, ese que por alguna razón encerramos en cajas muy bien guardadas dentro de lo más profundo de nuestro ser y que a lo largo de todas nuestras vidas intentamos descubrir y hoy, por algunas pequeñas rendijas se va asomando para ver la luz y conectarse con el todo...
Gracias querido Padre por mostrarnos un camino de descubrimiento constante, por que a través de tus huellas hemos podido ver que existe algo más dentro de nosotros, y por hacernos, de alguna forma, buscar esas cajitas que llevamos dentro para descubrir el misterio más grande de la vida... ese de tomar consciencia del universo propio que llevamos dentro y que nos hace ser quienes somos...
Te abrazo con el alma siempre.
Nico
Mi querido Nico, Gabriel me sorprendio contándome de este escrito. No sabía q lo habías hecho sin hacermelo saber.
BorrarHay más belleza en la vida que la polvareda de estos tiempos no deja ver.
Graciad por ese corazón lindo q tienes y llena de lágrimas mis ojos
Marco Antonio, un hombre fuera del tiempo. Gracias Gabriel.
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