Estamos más cerca de un quiebre civilizatorio de lo que creemos.
La Inteligencia Artificial General —esa forma de inteligencia que podría superar a la humana en todas sus dimensiones— ya no es ciencia ficción. Según el Fondo Monetario Internacional, su llegada tiene una probabilidad real en un plazo que va de 5 a 20 años. Y cuando ocurra, todo cambiará.
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| Julia McCoy |
Julia McCoy, basándose en las visiones de Ray Kurzweil, Peter Diamandis y otros futuristas, describe una transición superexponencial: la IA duplica su capacidad cada seis meses. Es una aceleración tan vertiginosa que ninguna generación anterior podría haberla imaginado.
Y entonces surge la pregunta inevitable:
¿será un futuro de abundancia o un nuevo tipo de esclavitud digital?
Dos futuros posibles
El primero es oscuro.
Una élite tecnológica controla la IAG, mientras la mayoría sobrevive en los márgenes, mantenida por una Renta Básica Universal convertida en mecanismo de control.
Un mundo al estilo de Elysium: los de arriba flotando en su cielo artificial; los de abajo, reparando lo que queda.
El otro es luminoso.
La IAG al servicio del bienestar humano, liberándonos del trabajo forzado y permitiéndonos dedicarnos a lo que realmente da sentido: las relaciones, la creación, el aprendizaje, el cuidado.
La “economía del significado”, como la llama David Shapiro, donde el valor ya no se mide en dinero sino en presencia, propósito y experiencia compartida.
El paradigma de la abundancia
Diamandis propone cambiar el lente: dejar atrás la mentalidad de escasez y abrazar la abundancia.
Todo está ya en la Tierra, esperando ser entendido.
- Una manzana contiene diez semillas; cada semilla, un árbol con 300 manzanas: consumir puede ser crear.
- La energía solar de una hora bastaría para alimentar al planeta por un año. Solo usamos el 1%.
- El agua cubre el 70% de la Tierra, pero el 98% es salada. Una tecnología de desalinización masiva podría acabar con la sed humana.
No faltan recursos. Falta imaginación aplicada.
El trabajo que sobrevivirá
Incluso en un mundo donde todo se automatice, habrá tareas que sigan siendo humanas.
McCoy menciona cuatro categorías:
- Estatutarios – los exigidos por ley o gobernanza.
- De significado – los que ofrecen orientación espiritual, filosófica o emocional (sí, aquí entran los coaches).
- De experiencia – los que entregan placer, belleza o vivencia directa: artistas, guías, terapeutas.
- De cuidado – el toque humano que ninguna máquina podrá replicar: cuidar a un bebé, acompañar a un moribundo.
Son roles donde la presencia humana no es reemplazable, porque su valor no está en la eficiencia sino en el alma.
Un futuro a elegir
El colapso no es inevitable. El MIT ya en 1972 predijo el fin del modelo económico basado en el crecimiento sin límites, y un estudio reciente confirma que vamos por esa ruta.
Pero también señala que aún hay salida: una década para cambiar el rumbo, hacia una civilización estable, consciente y tecnológicamente integrada.
Tal vez el mayor desafío no sea técnico, sino espiritual.
Que el ser humano no abdique de su lugar interior frente a su propia creación.
Que la Inteligencia Artificial no se convierta en nuestro dios, sino en nuestra herramienta.
Y que aprendamos, por fin, a vivir en la abundancia sin perdernos en ella.
¿Y tú, en qué economía quieres vivir: la del miedo o la del significado?
Referencia: video de Julia McCoy















