Nos hemos pasado buena parte de nuestra historia mirando hacia afuera de nosotros. Investigando la materia, en todas sus dimensiones y formas, vivas y no vivas. Incluso nos hemos estudiado a nosotros mismos, como algo allá afuera.
Cuando los astronautas del Apollo 8, en diciembre de 1968, daban la vuelta alrededor de la Luna, cosa que nunca se había hecho en una nave tripulada, a uno de los astronautas se le ocurre mirar y sacar fotos a la Tierra desde esa posición. Esto produce un shock. Fue muy impresionante y sigue siéndolo cuando vemos los videos de esta experiencia.
Nos vimos a nosotros mismos, nuestra casa, esa nave que es la Tierra, con una delgada capa de aire que la rodea, que flota en el espacio, moviéndose a alta velocidad, al parecer hacia ninguna parte.
Y una sensación de fragilidad fue mi impresión. Esta cosa, que tan agresivamente tratamos, con nuestros ímpetus extractivos, maximizadores de rendimientos. No se nos vaya a estropear nuestro espacio vital.
Surge una disposición de mayor responsabilidad, de cuidado, de saber, de saber más de las consecuencias de todo lo que hacemos. Y actuar, tomar acción.
No vaya a ser que …
Esta experiencia del hombre, de poner la mirada en sí mismo, a nivel planetario, explota en una disposición a revertir la mirada en muchos otros aspectos.
Otto Scharmer, en su curso sobre el liderazgo y los procesos de cambio innovativos, fuerza el telescopio que usó Copérnico, lo tuerce, de manera que la mirada sea sobre nosotros mismos.
Y lo que está haciendo Otto Scharmer, así como yo lo veo, es incluirnos a nosotros en el fenómeno y en lo que sea que estamos viendo. Dejemos de mirar la empresa allá, afuera de nosotros, e incluyámonos a nosotros como parte del fenómeno de la empresa. Y el cómo vemos, pasa a ser central.
Si el cómo vemos es central, nuestros niveles de capacitación son relevantes, pero más que ello, el paradigma desde el cual miramos, nuestro nivel de conciencia, también entran en los objetos a incluir e investigar y desarrollar.
Cómo vemos. Esta idea de que “la realidad es”, podría ser una forma de mirar, que podría modificarse por una en que la realidad no es, la creamos nosotros en nuestras conversaciones.
El cómo conversamos empieza a aparecer. La forma de escucharnos, la forma de comunicarnos, nuestras emociones, hasta nuestro cuerpo entra en la mirada indagativa. Y quizás aparezcan cosas de las que poco sabemos, como la intuición, la inteligencia del cuerpo, la sincronicidad y quién sabe qué más. Se de personas con capacidades excepcionales, que hablan de que somos mucho más de lo que nuestra racionalidad nos ha permitido conocer.
La Tierra, nuestra nave, nuestro hogar, apareció en el centro de nuestra mirada.
Y ahora, somos nosotros, la persona que somos, lo que entra también en el foco de nuestra atención y pasa a ser un objeto de estudio, investigación, para ser incluido en todo lo que hacemos e inventamos.
Cual es nuestra naturaleza, nuestras capacidades, nuestro más alto potencial apuntan algunos, nuestro sentido de ser, nuestro sueño.
De qué se trata todo esto, puestos ahora nosotros en el centro, no como individualidades, sino como individuos en un colectivo, incluso planetario.
Apollo 8, el año 1968, nos sigue afectando la manera en que miramos y en que creamos el mundo en que queremos vivir.
Y remata la física cuántica, cuando investigando la naturaleza de la luz, resulta que depende de si hay un observador presente o no. Estamos dentro del campo del experimento, no hay escapatoria.
Nos estamos empezando a fijar en nosotros y a ponernos en el centro de la mirada, o simplemente a ser incluidos en nuestras observaciones de lo que sea y por lo tanto empezamos a ser objeto de indagación profunda.
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