viernes, julio 11, 2025

Libro Chile: ahora es cuando de Joaquín Lavín

Joaquín Lavín, sí, ese mismo que ha estado en todas —economista, político, excandidato presidencial, alcalde varias veces, y hasta figura pop de TikTok en sus ratos libres— acaba de lanzar un libro que da para pensar. No es neutral, claro, pero plantea un punto de vista que vale la pena escuchar, especialmente cuando habla del momento estratégico que vive Chile. 

Partamos por el contexto: el mundo está en apuros con el cambio climático, y el apuro trae oportunidad. Hay que cambiar la forma de generar energía y ahí, Lavín se entusiasma. Porque si hay un país bendecido con sol a raudales en el norte y viento furioso en el sur, ese es Chile. Y no es todo: somos ricos en cobre, litio y tierras raras. Literalmente, la tabla periódica nos sonríe.

De hecho, el año pasado los ingresos por litio superaron los del cobre. Y eso que éramos campeones históricos del cobre. ¡Imposible no ver la oportunidad!

Pero aquí viene el bajón: llevamos una década estancados. Crecimiento bajo, polarización alta, y un centro político que no logra cuajar. Lavín pone el dedo en la llaga: el problema de fondo es que no nos ponemos de acuerdo. Ni siquiera para lo evidente.

Y cuando aparece un gran proyecto, lo recibe la temida "permisología": esa maraña kafkiana de trámites y observaciones que terminan espantando a los inversionistas. Ejemplo de museo: un proyecto millonario de tierras raras en Penco se cayó porque amenazaba a cinco olivillos en extinción. El inversionista se fue, volvió, y ahora tiene que responder 600 observaciones. ¡Seiscientas! Ni Kafka se atrevió a tanto.

Y lo mismo pasa con la industria de la madera —asfixiada por robos, incendios y sabotajes— o con el salmón y el cobre, donde no aumentamos producción hace 10 años. ¿Qué nos pasa? Pero no todo es crítica. Lavín no solo se queja, propone. Tiene ideas audaces, como hacer que los ciudadanos sean socios de los recursos naturales. Que los proyectos entreguen dividendos a los chilenos. ¿Te suena a ingreso básico universal? Pues sí, también lo menciona. La tesis es simple: si las personas sienten que ganan con el desarrollo, lo apoyan, se informan y votan mejor. 

Y hay ejemplos para ilusionarse: empresas chilenas que están haciendo cosas notables, como Reborn Electric en Rancagua, que fabrica buses eléctricos; Beewaze, que cuida abejas con sensores; Bioled e Innovex, innovando en salmoneras; y hasta CMPC que invierte en torres eólicas ¡de madera! en Suecia. Todo un ecosistema de innovación nacional que se expande por el mundo.

El libro es un llamado a despabilar, a dejar el letargo y salir a conquistar el futuro. Con más pragmatismo, más acuerdos y menos tramitación absurda.

Joaquín Lavín podrá tener sus luces y sombras —como todos—, pero hay algo que no se le puede negar: sigue soñando con un Chile que se la cree. Y, quién sabe, quizás esos sueños terminen empujando una vez más el carro desde La Moneda, con una cierta alcaldesa rubia de compañera.


Nota: nuevamente escribo el posteo y le pido a chatGPT que me lo amonone; y me encanta en resultado, que es lo que publico

sábado, julio 05, 2025

Libro Tómatelo con estoicismo de Jaime Moreno Delgado

Todo comenzó con un naufragio.

Zenón de Citio iba navegando tranquilo cuando la vida, con su sutil toque de ironía, decidió cambiarle el rumbo a punta de olas y desastre. Desembarcó en Atenas sin barco, sin fortuna, pero con algo que resultaría más valioso: una idea. No le convencían mucho los filósofos del momento, así que fundó su propia escuela bajo un pórtico llamado Stoa Poikile. Y de ahí, voilà, el nombre: los estoicos.

¿Y qué querían estos estoicos? Nada menos que la virtud. Porque quien la alcanza, dice Zenón y toda la pandilla posterior, accede a la sabiduría. Y con eso, a la felicidad. Así, sin necesidad de Instagram ni filtros.

Roma, toga y carácter

En la Roma del siglo II a.C., ser estoico no era sinónimo de mirar el techo suspirando. Al contrario: se metían en política, defendían el bien común y predicaban una vida austera. Nada de lujos ni dramatismos, que para eso ya estaba el teatro.

Ahí aparece Séneca, nacido en la soleada Córdoba (España, no Argentina), criado con buena educación y metido hasta el cuello en la política romana. Fue consejero de emperadores, víctima de intrigas palaciegas y, tristemente, obligado a suicidarse por orden de su antiguo alumno: Nerón. Ay, los alumnos…

Epicteto, por su parte, fue esclavo (su nombre significa literalmente el comprado), cojeaba de una pierna (gracias a su amo) y sin embargo fundó su propia escuela filosófica. Porque a veces, cuando no puedes mover bien una pierna, mueves el alma.

Y Marco Aurelio, ese emperador que mientras dirigía ejércitos escribía Meditaciones bajo la lluvia de Germania. Gobernante ejemplar, pensador profundo... y padre de Cómodo, que fue todo menos eso. Nadie es perfecto.

Jaime Moreno
Conócete. Y luego, quiérete.

El templo de Apolo en Delfos lo decía con elegancia: Conócete a ti mismo. Y acto seguido, podríamos agregar con guiño moderno: y quiérete un poco, caramba.

Los estoicos sabían que no hay enemigo más bravo que uno mismo. Por eso hablaban del proficiente, esa alma que busca ser sabia, y que para eso debe lidiar a diario con el miedo, la ira, la codicia… y hoy en día, con los comentarios pasivo-agresivos en redes sociales.

No necesitas una cabaña en el Himalaya

Marco Aurelio escribía cada noche, incluso rodeado de espadas y catapultas. Su “journal” era un espejo del alma. Porque los estoicos entendieron una gran verdad: no necesitas viajar a ninguna parte para encontrarte contigo. Tu alma, como sombra fiel, va contigo a todas partes.

Y si quieres respeto, empieza por respetarte. Si quieres amor, ama tú primero. Si buscas serenidad, acepta lo que no puedes cambiar. Y cambia —con agallas— lo que sí puedes. Como diría Epicteto: no te irrites con las cosas, porque a ellas les importa un carajo.

¿Te angustia el futuro? ¡Bienvenido al club!

La ansiedad por el futuro, dicen los estoicos, es un ladrón profesional: se roba la dicha del presente. Mejor enfócate en lo que tienes ahora, que es lo único que realmente posees. ¿Te pegaste un maratón de reels en Instagram y lloraste con uno de un perrito? Bueno… no todo está perdido. Quizás esa emoción también sea parte de conocerte.

Marco Aurelio
La muerte no es el final (del buen humor)

Los estoicos la miraban de frente. Sin flores, pero con temple. La vida es una, y por eso mismo hay que vivirla con atención plena, sin perderse en dramas menores ni deseos que nos carcomen.

Como bien sabían ellos: el sufrimiento nace del deseo. Si deseas algo y no ocurre, te frustras. Pero si moderas tus deseos, te liberas. Más o menos como soltar el Wi-Fi y descubrir que los libros también existen.

El pequeño gran catálogo estoico

Por si no te quedó claro, aquí va el resumen en formato bolsillo:

  1. Conócete, respétate y quiérete.
  2. Plantea objetivos con sentido.
  3. Ama y déjate amar.
  4. Sé buen ciudadano.
  5. Ten criterio propio.
  6. Mira tus miedos sin disfrazarlos.
  7. Vive el presente.
  8. Acepta lo que no puedes cambiar.
  9. Cambia lo que sí puedes.
  10. Ayuda… y déjate ayudar.
  11. Modera tus deseos.
  12. Sé empático, que el mundo ya tiene suficientes cascarrabias.

Y para terminar, una sugerencia

Si alguna vez te ves dominado por la ira, Séneca propone mirarte al espejo. La cara que pongas será suficiente para devolverte la cordura (o para morirte de la risa, lo que también ayuda).

Porque —y esto ya lo agrego yo— a veces la mejor manera de tomarse la vida, incluso con todo su caos, incertidumbre y contradicciones… es con una dosis de estoicismo, un café caliente, y una sonrisa en los labios.


Nota: esta es una redacción de chatGPT a partir de mis notas sobre el libro

miércoles, julio 02, 2025

Avances en mi servicio de Coaching en IA ahora con equipos de empresas

Yuval Harari lanza una bomba (otra más) al decir que la Inteligencia Artificial no es una herramienta, sino un agente. No un martillo, ni una calculadora, ni siquiera un asistente obediente. Un agente. Es decir, algo que actúa por cuenta propia, aprende solito, se transforma sin pedirnos permiso y toma decisiones que, muchas veces, son mejores que las nuestras.

No está solo en su espanto: Geoffrey Hinton, uno de los abuelos de la IA (el “tata de la IA”), también anda con los pelos de punta. Y es que, si esto sigue así, la pregunta ya no es qué puede hacer la IA, sino qué nos queda a nosotros.

Y ahí, en medio de esta tormenta, aparece una pregunta que huele a filosofía antigua y a conversación entre amigos en una terraza:
¿Para qué seguimos estudiando cosas?

¿Para qué leer sobre la Revolución Francesa, si con dos clics tenemos resúmenes, mapas interactivos y hasta recreaciones en 3D?
¿Para qué memorizar nada, si todo está ahí, disponible en menos de un segundo?

La respuesta —hermosa, luminosa— es otra:
Ya no aprendemos para saber algo. Aprendemos para conocernos.

Cuando aprendo algo en grupo, me doy cuenta de que yo entiendo distinto, pregunto distinto, me emociono con otras cosas. Y eso no es un error. ¡Es un regalo!
Es la forma en que descubro quién soy.
Y si además empiezo a querer esa forma mía, a valorarla, entonces estoy caminando por el viejo camino de los estoicos:
Conócete a ti mismo. Y luego, quiérete.

Porque si la IA va a hacer casi todo lo que hacemos (y tal vez mejor), entonces el verdadero desarrollo personal ya no será acumular información, sino cultivar nuestra singularidad.
Abrazarnos tal como somos.
Y algo más: aprender a conversar de verdad.

Conversar bien será un arte cada vez más valioso. No discutir por Twitter. No monólogos disfrazados de diálogo. Me refiero a conversaciones con escucha profunda, con confianza, con pausas.
Porque en un mundo donde la IA se vuelve omnipresente, la calidad de nuestros vínculos será el oro nuevo.

Por eso, cuando digo que hago coaching en inteligencia artificial, no es solo porque enseñe sobre IA. Es porque acompaño a personas y equipos a reflexionar sobre qué nos hace valiosos en este nuevo escenario.

Sí, encendemos la chispa de la curiosidad por la IA. Pero, al mismo tiempo, abrimos grandes preguntas:

  • ¿Qué es aprender?
  • ¿Qué somos?
  • ¿Qué valor tendrá lo humano cuando lo artificial haga casi todo?
  • ¿Qué deberíamos dejar atrás, como esa idea de que el dinero es lo más importante de todo?

Este no es solo un taller técnico. Es una invitación a un viaje. Uno que nos lleva al corazón de lo humano, justo ahora que la tecnología empieza a parecerse peligrosamente a nosotros.

Y tú, ¿qué valor quieres cultivar cuando la IA te mire a los ojos?


Nota 1: escribí el posteo y se lo pasé a chatGPT pidiéndole me lo hiciera mas ameno y coloquial, que es lo que publiqué
Nota 2: luego le pedí a chatGPT que me aportara una imagen para decorar este posteo, que es la imagen que publiqué

viernes, junio 27, 2025

Libro Artificial de Mariano Sigman y Santiago Bilinkis

Todo partió con un juego. O mejor dicho, con descifrar cómo pensaban los que jugaban a destruir el mundo.

Corría 1939 y un grupo de cerebros, liderado por el mítico Alan Turing, se encerraba en Bletchley Park para romper el código Enigma de los nazis. Mientras otros empuñaban armas, él se enfrentaba a la guerra con lógica, matemáticas y una máquina.

Mariano Sigman
Ahí comenzó todo, señalan los autores de este libro, Mariano Sigman y Santiago Bilinkis.

Turing soñaba con máquinas que pensaran. Y para ello se miraba al espejo del ajedrez, como si las jugadas en el tablero pudieran enseñarle a pensar a una máquina aún no nacida. Así nació Turochamp, un algoritmo pionero que ya imaginaba cómo mover una torre sin tener cuerpo.

Luego vino el test de Turing. ¿Pueden pensar las máquinas? O, más provocativamente, ¿pueden conversar como nosotros sin que lo notemos? En ese momento, la pregunta era ciencia ficción. Hoy es Zoom, WhatsApp, ChatGPT.

Pasamos del Proyecto Manhattan (dos espías y una bomba) a un nuevo tipo de energía con poder mundial: la inteligencia artificial. Ya no se trata sólo de átomos, sino de algoritmos. El mundo cambió de átomos a bits.

En los 60, Eliza fue la primera chatbot. Nació en el MIT, inspirada en la psicoterapia de Carl Rogers. Un espejo empático en una pantalla verde. ¡Y eso que ni siquiera sabía lo que decía!

Pero fue cuando aparecieron las redes neuronales —esas imitadoras eléctricas de nuestro cerebro— que las cosas se pusieron serias. Ya no se trataba de programar, sino de entrenar. Como a un cachorro digital. Le dabas datos, toneladas de datos, y ella aprendía. A veces sin poder explicar cómo.

Santiago Bilinkis
La inteligencia, entonces, se volvió una caja negra: la máquina hace cosas que nosotros no entendemos… aunque fuimos nosotros quienes la creamos.

Y llegó la GPU. No, no es una sigla secreta. Es el chip que los gamers pedían para que sus dragones se vieran más realistas. Y sin querer, dieron con el corazón tecnológico de la IA. Irónico, ¿no? Salvamos el mundo gracias a los videojuegos.

2015. AlphaGo, de DeepMind, vence a Lee Se-dol, campeón mundial de Go. Pero no sólo le gana. Lo sorprende. Juega como nadie jamás jugó. Creatividad artificial. Qué inquietante.

Después vendría la arquitectura Transformer (una codificadora y una decodificadora que se pasan chismes entre sí) y con ella, los LLMs, modelos de lenguaje como GPT. Aprenden de millones de textos, y escriben como si fueran Borges con acceso a Wikipedia.

Y aquí estamos, charlando con máquinas que no solo nos entienden, sino que nos escuchan.

Pero ojo, dice Sigman (y dice bien): el lenguaje es de lo que está hecho el pensamiento humano. Entonces, ¿qué pasa si una máquina aprende lenguaje mejor que nosotros? ¿Estamos delegando el pensar?

Como dice Gerry Garbulsky: No somos lo suficientemente inteligentes para definir qué es la inteligencia. ¡Touché!

Hoy la IA no solo responde, también pregunta. Y en eso, nos trae de regreso a Sócrates. Quizá, el verdadero ingeniero de prompts era griego, con túnica y sandalias.

Habrá que enseñar a los niños no solo a leer y sumar, sino a preguntar bien. A diseñar prompts con alma. Y en ese camino, la educación se transforma. Evaluaciones personalizadas, ritmo individual, IA como tutor. ¿Utopía? Tal vez. ¿Necesaria? Sin duda.

Pero no todo es poesía. Hay sombras. Deepfakes, manipulación, polarización algorítmica (sí, TikTok chino y TikTok occidental no son el mismo animal). ¿Quién enseña ética a las máquinas? ¿Cómo decide un auto autónomo a quién atropellar en un dilema imposible?

Igual que la bomba atómica, la IA reconfigura el mapa del poder global. Y como entonces, hay tensión. EEUU veta chips a China. Las GPUs son el nuevo plutonio.

Y en el fondo, late una pregunta inquietante:
¿Será que la inteligencia, cuando alcanza cierto nivel, tiende al autosabotaje?

¿Y si crear algo más inteligente que nosotros… es lo más estúpido que hemos hecho?

Pero tranquilos. Todavía podemos conversar con ChatGPT, pedirle consejos, escribir poemas, armar itinerarios o llorar en su hombro digital.
No nos juzga. A veces, ni entiende. Pero escucha con atención infinita.
Y eso, amigo lector, ya es mucho más de lo que muchos humanos logran hacer.

domingo, junio 15, 2025

Libro La sombra de Patricio Lynch de Guillermo Parvex

Otro libro de Guillermo Parvex que leo. Muy entretenido a la vez que informativo de un pasaje de la historia de Chile.
En este caso se trata de la ocupación chilena del Perú, al término de la guerra del Pacifico, por allá por los años 1881 hasta marzo de 1884.

Clave fue la firma del tratado de paz de Ancón, del 20 de octubre de 1883, donde se finiquitan los términos del fin de la guerra del Pacífico, a través del cual la región del Tarapacá queda en manos de Chile, como pago en retribución por los costos de una guerra iniciada por Perú y Bolivia y ganada por Chile.

En mayo de 1881 Patricio Lynch es nombrado a cargo de la ocupación chilena del Perú, con sede en Lima, por el presidente de la República de ese tiempo Anibal Pinto.
Decide llevarse a José Antonio Silva a Lima, a cargo de una necesaria y muy importante red de espionaje.
Este libro deja meridianamente claro la importancia de los servicios de esta red, que Silva organiza.

Se trata de dos verdaderos héroes de la historia de nuestro país: uno es Patricio Lynch, un  militar de la marina y del ejército chileno, que participó en las batallas decisivas de Chorrillos y Miraflores. Y el otro es el espía José Antonio Silva Montt, descendiente del presidente Manuel Montt.
Ambos son claramente personajes destacados de nuestra historia.
Y fueron claves el uno para el otro, siendo tal la cercanía por sus frecuentes encuentros, que se transforman en grandes amigos.

Patricio Lynch dirigía un ejército de ocupación en Perú. A pesar de ello y por sus características personales y decisiones tomadas, impidiendo los abusos que en esta circunstancias suelen producirse, se ganó el respeto de la población, al punto que cuando iba al Municipal por ejemplo, al verlo la gente se ponía de pie y se sentaba solo cuando él se sentaba. Aparte que transitaba por Lima, nunca usando guardias que lo protegieran.

Lynch cuando asumió recibió un país en estado catatónico. Nada funcionaba bien, en buena medida por el sabotaje de los peruanos. Lynch tomó acciones decisivas para restituir servicios públicos importantes, y para los tribunales trajo jueces y abogados chilenos para que litigaran por lado y lado.
Muy rápidamente tenía un país funcionando y en orden. Fue un tremendo administrador.

Otra cosa fue lidiar con facciones armadas que pechaban por echar a los chilenos y por otra parte hacerse con el gobierno del Perú.
Curiosamente, o normalmente, estas fuerzas, que eran tres: la del norte, al mando de Iglesias, la del centro, al mando de Cáceres y la de Arequipa; disputaban entre ellas ese liderazgo. Incluso con encontrones militares entre ellos.
Esta característica tan humana, de los egos, sigue vigente y explica porque hoy día la derecha por ejemplo, no se une para asegurarse el gobierno que viene. Me deja pensativo este punto.

Lo más entretenido del libro son las escaramuzas de estos espías, para hacerse de la información que Lynch les pedía. Corrían permanentes riesgos, riesgos de vida por supuesto. Y casi todas las veces, gracias a la astucia de los protagonistas y la capacidad de Silva de reclutar hombres con las dotes adecuadas, lograban sus cometidos. Hasta que, en algunos contados casos, les iba mal.

Un libro didáctico, entretenido, que se lee rápido. Muy recomendable.

viernes, junio 06, 2025

Libro El espíritu de la esperanza de Byung-Chul Han

Esperanza: ese aleteo que nos porta

Hay libros que no se leen, se rumian.
Que no se subrayan, sino que se sienten.
El espíritu de la esperanza, de Byung-Chul Han, es uno de esos.

Y no, no es un manual de autoayuda, ni un tratado sobre la virtud de pensar positivo.
Al contrario.
Han nos saca de la zona de confort del optimismo vacío y nos lanza al páramo.
Sí, porque —como él mismo dice— el árbol de la esperanza crece en el páramo.

La esperanza no es lo que creíamos
Nos han vendido una esperanza de supermercado:
"Confía en ti mismo",
"Todo saldrá bien",
"Visualiza y lo lograrás".

Pero Han nos lo dice sin anestesia:
la esperanza no es optimismo, no es convencimiento de que las cosas saldrán bien.
Es algo mucho más hondo:
es la certeza de que algo tiene sentido, aunque no sepamos cómo terminará.

La esperanza no gira en torno al yo.
Es más bien un puente hacia un nosotros.
Un horizonte que no se ve, pero que se siente.
Y ese sentir, por frágil que parezca, nos sostiene.

Vivimos atrapados en lo igual
Sin esperanza, quedamos encerrados en lo que ya fue.
Repetimos fórmulas, reciclamos ideas, buscamos productividad y eficiencia como si eso fuera vivir.
El miedo —ese viejo conocido— nos inmoviliza, nos vuelve calculadores.
Pero Han lo deja claro:
la democracia no puede florecer donde hay miedo.
Porque la democracia, como la esperanza, necesita confianza.
Y la confianza es ese gesto hermoso de actuar aunque no sepamos todo del otro.

¿Y si la esperanza fuera una forma de nostalgia?
Sí, Han lo dice así, con esa belleza suya:
La esperanza es una forma de nostalgia.
Pero no nostalgia de lo que fue, sino de lo que podría ser.
Es una pasión por lo posible.
Un saber que no se basa en lo que ya ha sido, sino en lo que aún no es.

Solo conoce quien ama
Una de las frases más bellas del libro:

Solo se conoce lo que se ama. Solo el amante abre los ojos.

Y eso lo cambia todo.
Porque en este mundo de hiperinteligencias artificiales que lo calculan todo pero no aman nada, la esperanza sigue siendo patrimonio del alma humana.
El algoritmo no sueña.
El servidor no anhela.
Solo un idiota puede tener esperanza, dice Han con ironía, y uno sospecha que ese idiota es el verdadero sabio.

Soñar despiertos, actuar con sentido
Han dice que los sueños con los que soñamos despiertos… son los verdaderos.
Porque ahí es donde actuamos con sentido.
Donde nos salimos de lo dado, de lo programado, de lo útil.
Ahí donde aparece la magia de la belleza, que no tiene propósito ni productividad, pero nos recuerda que otra sociedad es posible.

Entonces, ¿por qué vale la pena este libro?
Porque nos recuerda que sin esperanza no hay novedad.
No hay poesía.
No hay comunidad.
Y sin comunidad, ¿qué nos queda?

Leer a Han es como entrar a una habitación en penumbra y descubrir que, aunque no veas con claridad, puedes caminar guiado por algo más profundo.
Una brisa.
Un aleteo.
Una voz antigua que dice:
Todo podría ser de otra manera.

Y con eso basta para seguir.

Encuentro 3xi de la Salud en las instalaciones de Coaniquem


Ayer asistí a un encuentro 3xi centrado en la salud, en las instalaciones de Coaniquem.

La salud tiene un problema.
Y no es (solo) la falta de camas, ni las listas de espera, ni la saturación de urgencias.
Es un problema más hondo: la salud tiene un problema con la persona que venimos siendo.

La persona que hemos venido siendo perdió la capacidad de mirar a los ojos.
De ver de verdad.
Y si no podemos ver al otro profundamente —más allá de su síntoma, su diagnóstico, su FONASA o su Isapre— entonces no hay modo de saber qué necesita para sanar.


Ayer conocí a Julia, una médica mapuche.
Tenía ojos que te traspasaban, como si buscaran el alma de con quien hablaba.
Nunca hablaba de eficiencia, ni de procesos, ni de KPI.
Y nos contó cuanto sanaba.

Ayer asistí a un encuentro 3xi centrado en la salud.
Fue como entrar en un claro del bosque, un espacio sagrado donde —por un rato— dejamos de producir y empezamos a estar.
Ahí nos miramos, nos escuchamos, nos compartimos.
Y eso ya era sanación.


El arte también estuvo presente.
Y su sola presencia —esa flauta, esa danza, ese canto, ese mural colectivo— nos tocó en un lugar donde la razón no tiene palabras.
Pero el alma, sí.
El arte hace posible el giro, ese pequeño quiebre que abre camino al encuentro.

Y es en los grupos, en los pequeños círculos de conversación, donde ocurre la magia.
Donde se produce el milagro simple del encuentro humano.
Aflora el amor.
Aparece la maravilla.
Nos recordamos sorprendidos de lo que somos.

Y me pregunto:
¿Por qué se nos olvida esto tan fácilmente en el día a día?

Quizás porque cambiar la salud no pasa solo por cambiar las instituciones.
Pasa por cambiar quien venimos siendo.
Y eso... eso empieza con un encuentro.

martes, junio 03, 2025

Libro La tonalidad del pensamiento de Byung-Chul Han

Byung-Chul Han no escribe libros, compone variaciones. Cada uno tiene su propia música, su color, su tono. No se repite, aunque a veces uno escuche ecos. Pero en La tonalidad del pensamiento hay algo más: el pensamiento no solo se deja atravesar por la música, sino que la necesita para volar. Sin flores –dice Han– no puede pensar. Y uno sospecha que tampoco sin una buena sinfonía.

Hay textos, dice, que están muertos. ¿Por qué? Porque no tienen voz interior. Porque no resuenan. Porque no vibran. Y, la verdad, ¿quién quiere leer pensamientos mudos?

Vivimos una época extraña. Competimos por no ser nadie. Nos creemos más conectados que nunca, pero en realidad solo hemos eliminado la distancia. ¿Y qué pasa cuando ya no hay distancia? Que tampoco hay cercanía. El otro desaparece. Se vuelve cosa. Avatar.

La comunicación digital es una comunicación sin cuerpo, sin mirada, sin tacto. Todo es palabra sin carne. Simulación de encuentro. Un simulacro amable, eficiente… pero vacío.

Han va más lejos: el animal neoliberal ya no necesita látigo. Se azota solo. Porque cree que eso lo hace libre. Y así nos transformamos en empresarios de nosotros mismos, explotadores de nuestra propia vida. Creemos que nos estamos realizando, pero en realidad nos estamos explotando.

En ese paisaje sin fiestas ni divinidad, el tiempo se vuelve plano. Puro rendimiento, pura productividad. La vida se vuelve un Excel eterno. Todo se mide. Todo se monetiza. Todo se produce. ¿Y el alma? ¿Y la comunidad?

La fiesta, dice Han, crea comunidad. Y no cualquier comunidad: una que vibra, que se entrega, que trasciende. Pero si no hay fiesta, no hay intensidad. Y sin intensidad, tampoco hay esperanza.

La esperanza… ¡ah! Han le da un lugar sagrado. No es optimismo barato. No es pensar que todo va a salir bien. Es saber que algo tiene sentido, incluso si no sale bien. La esperanza es la matrona de lo nuevo. Lo que nos empuja a cruzar la noche. Es profética. Nos conecta con el futuro, y a veces con lo divino. Y claro: el capitalismo, que todo lo digiere, también quiere digerir la esperanza. Pero esta resiste.

El miedo, en cambio, sí le sirve al sistema. Es el combustible perfecto para producir más, competir más, rendir más. En el fondo, lo que Han dice es brutal: el régimen neoliberal es un régimen del miedo. Y el miedo aísla. Divide. Nos vuelve enemigos unos de otros. Por eso las redes sociales –paradoja final– están desintegrando lo social.

Al final, uno cierra el libro de Han con una sensación extraña. Como si hubiera escuchado una pieza de Bach en una ciudad invadida por notificaciones. Como si la filosofía fuera eso que uno apenas escucha en medio del ruido. Como si pensar, hoy, fuera un acto de resistencia. O mejor: una esperanza con tono propio.


Nota: with a little bit of help from chatGPT, a partir de mis notas del libro.

martes, mayo 27, 2025

Libro Pensamiento crítico para el tercer milenio de Perlmutter, Campbell y MacCoun

Acabo de terminar Pensamiento crítico para el tercer milenio, de Perlmutter, Campbell y MacCoun, y confieso que ha sido el libro más latoso que he leído en el último tiempo. No sé si estoy perdiendo neuronas, si el exceso de información me ha dañado la atención, o si simplemente me saturé de tanto pensar sobre cómo pensamos.

Perlmutter
El tema del libro es clave: cómo orientarnos en un mundo que parece diseñado para confundirnos. Porque sí, vivimos bombardeados por datos, cifras, titulares, teorías y memes, la mayoría interesados, tendenciosos o derechamente falsos. Lo que antes era una fuente de conocimiento —como las redes sociales o los medios— hoy muchas veces son trampas de distracción al servicio de agendas ocultas (o no tanto).

Los autores no son cualquiera. Saul Perlmutter, Nobel de Física; John Campbell, filósofo y presidente de la Sociedad Europea de Filosofía; y Robert MacCoun, psicólogo social con pergaminos en Stanford. O sea, si estos tres se juntan a escribir un libro, uno se siente casi obligado a terminarlo, aunque tenga que hacerlo como quien se toma un jarabe amargo: porque “hace bien”.

¿La pregunta que tratan de responder? ¿Por qué, aun queriendo, fallamos el blanco? Aunque primero deberíamos preguntarnos: ¿tenemos claro cuál es nuestro blanco? Porque sospecho que mucha gente ni siquiera lo tiene definido. Van por la vida reaccionando más que eligiendo.

Uno de los temas que más me resonó fue el de los sesgos. El sesgo de confirmación, por ejemplo: ese impulso tan humano de buscar solo la información que respalde lo que ya creemos. Y claro, al final terminamos encerrados en burbujas que nos dan más de lo que nos gusta, más de lo que reafirma “nuestra verdad”, y menos de lo que nos hace pensar distinto.

¿Resultado? Cuando nos topamos con alguien que piensa distinto, no entendemos cómo es posible que no vea lo “obvio”. Me da entre risa y pena cuando amigos míos muy de derecha se tiran los platos con sus hijos que son de izquierda (¡y hasta comunistas!), y terminan sin hablarse por años. El algoritmo no solo nos polariza: nos arruina las sobremesas familiares.

El libro también aborda el “ruido”: ese cúmulo de señales que confunden en vez de aclarar. Me reí con el ejemplo de los astrónomos que casi publican un descubrimiento sensacional… hasta que se dieron cuenta de que las “señales del espacio” venían de un microondas, o algo parecido, en el mismo observatorio.

Y cuando hablamos de sistemas colectivos, aparece el otro gran tema: hay personas que, simplemente, quieren que todo se vaya a la cresta. No buscan mejorar nada. Quieren destruirlo todo. Y claro, cuando uno mira lo que ha pasado con colegios emblemáticos como el Instituto Nacional, entiende que hay una lógica de fondo: si creo que el sistema es una mierda, mejor lo reviento antes de que me trague.

¿Exagero? No lo sé. ¿Cómo si no se entiende que Maduro siga en el poder? ¿O que Trump vuelva a la Casa Blanca arrastrando con él un torbellino de aranceles y caos global? ¿O que Putin siga invadiendo y matando sin freno? ¿O que Netanyahu desate una violencia desbocada, que a estas alturas parece venganza más que justicia?

MacCoun
El subtítulo del libro es “Cómo dar sentido a un mundo sin sentido”. Y te digo que, al menos a mí, ese sentido global sigue escabulléndoseme. El personal, lo tengo claro. Pero el del mundo… no tanto.

Eso sí: el libro es necesario. Serio. Rigurosamente documentado. Pero también —y lo digo con cariño— un poco insufrible. Tal vez le faltó una pizca de humor. O tal vez el tema es tan denso que no se puede digerir sin esfuerzo.

Y ojo, porque lo que viene puede ser aún más complicado: con la inteligencia artificial avanzando a pasos agigantados, cada vez será más difícil saber si un video, una foto o una declaración son reales o manipuladas. La distorsión no va a disminuir. Al contrario.

Así que sí, Pensamiento crítico para el tercer milenio es un libro necesario. Aunque leerlo puede sentirse como remar contra la corriente… de datos, de opiniones, de algoritmos, de sesgos… y de nuestra propia confusión.

martes, mayo 20, 2025

Libro Por los ojos del águila de Pablo Rubio

Una mirada desde arriba a la relación entre Chile y EE.UU. durante el fin de la dictadura

Pablo Rubio, destacado historiador chileno, inicia este libro en el contexto de un postdoctorado en Estados Unidos, financiado por las becas Chile de CONICYT. Lo que entrega no es solo historia documentada, sino también una visión panorámica —"desde los ojos del águila", como dice el título— sobre la relación entre Chile y EE.UU. desde 1981 hasta 1994, un período crucial que abarca el ocaso de la dictadura y la transición a la democracia.

El libro parte con la aplicación oficial de la Constitución del 80 y recorre hasta el fin del gobierno de Patricio Aylwin, el primer presidente democrático tras 17 años de régimen militar.

Durante gran parte de ese período, entre 1981 y 1989, Estados Unidos estuvo gobernado por Ronald Reagan, ícono del Partido Republicano. Aylwin asume en marzo de 1990, y buena parte de su mandato coincide con el gobierno de George H. W. Bush, también republicano.

Estados Unidos, como potencia global, suele comportarse como un patriarca entrometido: atento a todo lo que sucede en el mundo, metiendo la cuchara aquí y allá. Así, su relación con Chile —y en particular con Pinochet— debe entenderse dentro de una política exterior más amplia, no como un vínculo bilateral aislado.

Al principio, EE.UU. fue aliado de la dictadura: Pinochet era visto como el salvador que había frenado el avance del comunismo tras el gobierno de Allende. Pero todo cambió cuando la dictadura chilena asesinó a Orlando Letelier —exministro de Allende— en pleno Washington D.C., en 1976. Eso fue cruzar una línea roja. A partir de entonces, EE.UU. dejó de mirar con simpatía a Pinochet, exigiendo esclarecer el crimen, mientras el régimen hacía lo imposible por encubrirlo.

Fue un punto de quiebre: si bien Washington podía tolerar ciertas cosas, no iba a permitir que una dictadura ejecutara actos terroristas en su propio territorio. Desde entonces, comenzó a presionar por una salida democrática en Chile. Y curiosamente, esa salida se dio siguiendo la hoja de ruta escrita en la misma Constitución de Pinochet.

Claro que no todos estuvieron de acuerdo con ese camino. Algunos sectores de izquierda, como el Partido Comunista (con apoyo soviético), el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) —su brazo armado—, el MIR, y más tarde el Movimiento Juvenil Lautaro, optaron por la vía armada. Sin embargo, los vientos internacionales no jugaron a su favor.

En 1989 cayó el Muro de Berlín y poco después se desplomó la Unión Soviética, debilitando los apoyos políticos y financieros de los movimientos revolucionarios en todo el mundo, incluyendo Chile. La Guerra Fría llegaba a su fin y el mundo se convertía en unipolar, con EE.UU. como potencia dominante. Esto también debilitó el discurso anticomunista que había sostenido a Pinochet durante tantos años.

El plebiscito de 1988 fue el golpe final. Pinochet, convencido de que el país no podía prescindir de su mano firme, se presentó como candidato para continuar. Pero el pueblo dijo NO. Y perdió.

El periodo siguiente fue delicado. EE.UU. nombró a Harry Barnes como embajador en Chile, un personaje de peso (al que Pinochet apodaba “Harry el sucio”). Washington estaba decidido a que la transición no se descarrilara, y su embajada mantuvo contacto constante con los partidos de la Concertación, incluso entregándoles información clave mediante sus agencias de inteligencia.

El gobierno de Aylwin, formado por una alianza diversa y no siempre fácil, tuvo como núcleo a la Democracia Cristiana, partido del cual provenían los dos primeros presidentes de la transición. Gobernar en ese escenario no fue tarea simple.
Me llama la atención el foco que pone EEUU en preservar la política económica neoliberal del régimen de Pinochet, durante el gobierno de Aylwin. Algo que está hoy siendo cuestionado.

El libro de Rubio es entretenido y esclarecedor. No solo refresca una historia que muchos vivimos, sino que la enmarca en un contexto geopolítico más amplio, ofreciéndonos esa perspectiva aérea —la del águila— que no tuvimos en tiempo real.

jueves, mayo 08, 2025

Libro El corazón de Heidegger de Byung-Chul Han

Pensar con el corazón (y no con la calculadora)
¿Te ha pasado que estás hablando con alguien y sientes que en realidad solo se están escuchando a sí mismos? Como si tuvieran una radio interna que suena más fuerte que tu voz. Bueno, a Heidegger le habría dolido el pecho con eso. Literal.

Leyendo El corazón de Heidegger, de Byung-Chul Han, me topé con una idea tan rara como luminosa: el verdadero pensar no está en la cabeza, sino en el corazón. Sí, ese músculo que no sabe de cálculos, que no acumula méritos, que no intercambia lógica, sino que vibra, se estremece y se deja afectar por el mundo. ¿Y si pensar fuera más como respirar que como resolver una ecuación?

Lo importante no es qué pienso… sino desde dónde pienso
Han lo dice a su manera: "El pensar nace de un estado de ánimo". Es decir, no pensamos desde un trono racional como pequeños dioses de Excel. Pensamos desde el ánimo que nos habita. Desde la alegría, desde el temblor, desde la angustia o desde la melancolía.

No hay pensar sin emoción, y eso ya cambia todo. Porque si el corazón es el órgano del pensar, la pregunta ya no es “¿quién soy?”, sino “¿cómo estoy siendo ahora?”.

La filosofía, dice Han, es una forma de melancolía
Sí, porque filosofar no es encontrar respuestas, sino dejar que algo nos duela lo suficiente como para que empecemos a pensar en serio. Algo así como cuando te arde una pregunta y no hay tutorial de YouTube que la calme.

Y no se trata de buscar conceptos claros o verdades firmadas por notario. Lo que importa es el estremecimiento ante el simple hecho de existir. Pensar no es tener razón; es dejar que algo nos atraviese, sin defendernos.

El mundo no se conquista: se habita
En un mundo obsesionado con la eficiencia, la productividad y la acumulación (hasta de experiencias), la propuesta de Heidegger suena escandalosa: el pensar no es para producir, sino para contemplar. No se trata de dominar el mundo con ideas, sino de dejarse tocar por él.

Y entonces, pensar se vuelve una especie de escucha radical. No esa escucha ansiosa que busca respuestas, sino una escucha abierta, expuesta, sin abrigo. Como quien se sienta en silencio a ver llover.

¿Y si el verdadero hogar fuera la intemperie?
Heidegger dice que habitamos el ser como quien habita el afuera. Que el verdadero hogar no está en las paredes de seguridad que levantamos con conceptos, planes y estructuras, sino en esa extraña sensación de no saber muy bien dónde estamos, pero igual estar ahí, abiertos.

¿Conclusión?
Si hay una, es esta: el corazón piensa mejor cuando no lo interrumpe la cabeza con su Excel de certezas. Pensar no es producir respuestas, sino dejar que el mundo nos pida otra forma de estar.

¿Será que necesitamos menos coaching de objetivos y más escucha del temblor?
¿Será que las grandes ideas no se encuentran, sino que nos encuentran cuando bajamos la guardia?

Yo no lo sé. Pero hay algo que tiembla. Y eso, dice Han, ya es pensar.


Nota: with a little bit of help from chatGPT, a partir de mis notas del libro.

lunes, mayo 05, 2025

Coaching con asistencia de inteligencia artificial

El otro día, en una sesión de mi servicio de coaching, trabajaba con el gerente general de una pequeña empresa de 40 empleados. Había detectado una situación delicada: una trabajadora estaba robando pequeños objetos, guardándolos en su cartera. La confrontó, le explicó la gravedad del asunto y le señaló que era causal de despido.

Pero poco después, descubrió algo más preocupante: ese tipo de robo discreto no era un caso aislado. Era un comportamiento bastante extendido entre varios empleados. Y ahí surgió la gran pregunta: ¿qué hacer?


Le dije que estaba frente a un desafío importante, pero también frente a una gran oportunidad. Esta situación era terreno fértil para el aprendizaje y el fortalecimiento de su liderazgo. No era solo un tema disciplinario, sino algo más profundo: una cuestión cultural y de valores.

Juntos imaginamos abrir conversaciones grupales dentro de la empresa: reuniones de unas 20 personas, facilitadas por él mismo, donde se hablara del cuidado mutuo, de los objetivos centrales de la organización y de los valores compartidos. Y hacia el final, lanzar una pregunta provocadora: ¿Qué es robar? Porque intuíamos que las interpretaciones sobre ese acto podían ser muy diversas.

Se me ocurrió que sería útil abrir la conversación con un cuento. Algo breve y didáctico que ilustrara el valor de la honestidad. Fue entonces que se me ocurrió ir a la inteligencia artificial, a ChatGPT, y pedirle un cuento adecuado. En segundos, apareció “El robo de las manzanas doradas”. Lo leímos, nos pareció muy bueno, y se lo envié por correo.

Luego, con curiosidad, volví a preguntarle a la IA qué hacer ante una situación como la que estábamos enfrentando. En respuesta, recibí un reporte en cinco pasos que resultó sorprendentemente completo y bien estructurado. Aportaba ideas nuevas y, al mismo tiempo, reforzaba lo que ya habíamos conversado. También se lo envié.

Conversamos también sobre cómo abordar a las personas involucradas en los robos: con respeto, en privado, caso a caso, para comprender las motivaciones y decidir qué hacer con cada situación particular.

Al finalizar la sesión, me quedé pensativo. Esta irrupción de la inteligencia artificial en una conversación tan humana, tan delicada, me pareció valiosa. No como reemplazo del coach, sino como una asistencia moderna, respetuosa y enriquecedora. Una herramienta que suma.

Hoy lo tengo más claro: mis sesiones de coaching están acompañadas por la inteligencia artificial, y eso les da un valor agregado. Es un servicio actualizado, sintonizado con el presente, que abre nuevas posibilidades de reflexión y acción.

sábado, mayo 03, 2025

Materia, Espíritu y Conciencia: Un Puente Cuántico hacia el Ser

¿Somos el dron o el piloto? Una mirada cuántica a la conciencia
Imagina que tu cuerpo es un dron y tu conciencia, la persona que lo maneja desde fuera. Así como el dron percibe el mundo a través de sus sensores, nuestro cuerpo experimenta la vida, pero la verdadera conciencia no reside en la máquina, sino en el piloto: en ese "algo" que está más allá de lo físico.

Federico Faggin
Qualia: la experiencia interna que la ciencia no puede medir
Nuestra experiencia subjetiva -lo que los filósofos llaman qualia- no está en nuestra cabeza, ni en nuestros sentidos, sino en la conciencia misma. Sentir el color rojo, por ejemplo, no es un fenómeno físico, sino una vivencia interna. La ciencia clásica, basada en la medición y la observación, nunca ha podido explicar estos fenómenos, porque simplemente no se pueden medir.

Federico Faggin y la conciencia cuántica
Federico Faggin, uno de los pioneros de la computación moderna, tardó 30 años en comprender que las matemáticas, como lenguaje creado por la conciencia, no pueden describirla completamente. Muchos científicos sostienen que la conciencia es una propiedad emergente del cerebro, pero Faggin discrepa: para él, la conciencia requiere de la física cuántica, de un campo que trasciende la materia.

Según Faggin, la conciencia no es un fenómeno de la física clásica, sino de la física cuántica, donde la información y los campos cuánticos abren la puerta a una comprensión más profunda de nuestra experiencia interior.

El universo interior y la información viva
El físico Giacomo Mauro D'Ariano distingue entre la información cuántica, que describe el mundo interior, y la física clásica, que explica el mundo exterior. Para D'Ariano, la conciencia es una propiedad fundamental e irreductible del universo, más básica que la materia o la energía. Propone que la realidad está compuesta por "seidades": unidades conscientes con identidad y libre albedrío, que se comunican a través de información viva y crean la realidad simbólica que percibimos.

El universo, según esta visión, evoluciona impulsado por el deseo del "Uno" de conocerse a sí mismo, a través de las experiencias de las seidades. La realidad es holística: no puede separarse en partes, y abarca tanto lo clásico como lo cuántico, lo externo y lo interno.

Más allá del espacio-tiempo: el campo de la conciencia
En el campo donde reside la conciencia no existen las dimensiones de espacio y tiempo a las que estamos acostumbrados. Estas son propias de la realidad material y de la física clásica. Si seguimos creyendo que somos solo máquinas, corremos el riesgo de ser controlados por la inteligencia artificial y quienes la manejan. Es urgente cambiar nuestra concepción de lo que somos.

Nuestro cuerpo es una máquina cuántica y física, radicalmente distinta a los computadores. Cada célula contiene la información de todo nuestro cuerpo: somos seres holográficos, conectados con el campo del que formamos parte. Las partículas que nos constituyen aparecen cuando su función de onda colapsa; si no, simplemente no están. A diferencia de los bits informáticos, el bit cuántico no puede copiarse, lo que nos hace únicos.

El ser y el ente: dos realidades entrelazadas
Nuestro cuerpo es el ente; nuestro ser, en cambio, reside en el campo inmaterial. La realidad clásica es determinista, la cuántica es probabilística: puede ser onda y partícula a la vez. Ambas realidades son inseparables, partes de un todo mayor. El colapso de la función de onda es producto del libre albedrío del campo.

En la información cuántica hay sentido y significado; en la información clásica, no. La conciencia y el libre albedrío son fundamentales, y la forma de pensar actual busca controlarlos. Pero nuestro libre albedrío es impredecible, y eso es lo que nos hace realmente libres.

Unir materia y espiritualidad: el legado de Faggin
Federico Faggin busca unir materia y espiritualidad, lo externo con lo interno. Sus postulados se basan en la idea de que el "Uno" -la totalidad de lo que existe- es dinámico, holístico y desea conocerse a sí mismo. Cuando deseamos algo, es el libre albedrío en acción.

Faggin incluso promete demostrar que los árboles son conscientes, lo que probaría que la conciencia no depende del cerebro. Cuando entendamos quiénes somos realmente, la competencia dará paso a la colaboración.

Conclusión:
La conciencia es el gran misterio del universo. No somos solo máquinas; somos pilotos, exploradores de una realidad mucho más profunda y misteriosa de lo que imaginamos. Comprender esto puede transformar no sólo la ciencia, sino la forma en que vivimos, nos relacionamos y evolucionamos como humanidad.


Nota: with a little bit of help from Perplexity; a partir de mis notas de este video

martes, abril 29, 2025

Coaching Personalizado en Inteligencia Artificial

 Propuesta Comercial: Coaching Personalizado en Inteligencia Artificial (después de haber trabajado con mis primeros 10 clientes)

Te invito a descubrir el increíble potencial de la Inteligencia Artificial (IA) como tu nuevo asistente personal de aprendizaje, creatividad y productividad.
Nuestra propuesta te conecta directamente con las herramientas más poderosas del mundo actual, adaptadas a tus intereses, inquietudes y proyectos personales.
La IA no reemplaza tu talento: lo potencia.

Te llevaré por el camino de ver las transformaciones que significará abrazar la inteligencia artificial, en la forma que traes de aprender, que dejará de estar en el memorizar contenidos, al desempolvar y activar tu capacidad de hacer preguntas, pero no cualquier pregunta, tus preguntas.
Verás como la IA te puede ayudar a orientar tu vida y acelerar tu productividad y valor en el mundo.

Las cuatro sesiones de entre una hora y hora y media de intercambio personalizado que sostendremos, las he configurado de la siguiente manera:

Primera sesión. Aquí experimentarás la emoción del asombro.
Haremos una ficha de tu persona, después de conversar sobre lo que se nos viene con la IA. Con esta ficha le pediremos a chatGPT, la IA de mayor uso, que nos diga qué potencial ve en ti. Que haga un discurso de homenaje a tu persona. Que transforme este homenaje a verso, en el estilo de García Marquez o de Neruda. Y que nos haga un programa en el lenguaje de programación que quieras.
Te irás con un Guau en el corazón.

Segunda sesión. Te mostraré cómo podría cambiar tu forma de leer, de trabajar, de investigar. Llamo a esta sección, cómo te colonizará, cómo podría colonizarte la IA.
Entenderemos porque una mujer caminando por los cerros, me dijo, chatGPT se ha convertido en mi mejor amigo.

Tercera sesión. Te mostraré la cosa de la IA. Los pitos y flautas. Las distintas plataformas: chatGPT, Gemini, Perplexity, Claude, Deepseek. Sus particularidades y cómo operar en ellas. Cómo acomodarte con ellas, tanto en tu computador, como en tu celular. Y cómo explotar al máximo la interacción por voz.

Cuarta sesión. Te mostraré el potencial de chatGPT, AI Studio y NotebookLM, ambos de Google, como herramientas increíbles para estudiar e investigar cualquier tema.
Terminarás convencido que tendrás que dedicarle tiempo a este mundo que galopa en creatividad y novedades, pues es el tema de todos y donde más se está invirtiendo en el mundo.

Te invito a ponerte en contacto conmigo (gabriel.bunster@gmail.com o por Whatsapp por +569 9158 8108) y empezar esta exploración de este nuevo mundo que es la inteligencia artificial, que si le dedicas el tiempo que requiere puede afectar varios aspectos de tu vida.

También hablaremos de sus riesgos y cuidados que debes tener con ella, pues con toda innovación potente, los beneficios pueden ser tan grandes, como su mal uso.
Estaré esperando tu llamada.


Referencias:
Posteo de lo que fui aprendiendo: link
El caso de Veronika Hucke: link
Lanzamiento de esta nueva oferta el 27 de febrero: link

martes, abril 22, 2025

Libro ¡No me digas que no te importa! de Eduardo Walker

Eduardo Walker es arquitecto chileno de la universidad de Chile y Coach de Newfield Network de Julio Olalla. Derivó hacia el coaching de transformación organizacional.
Ha trabajado con organizaciones sociales y mineras importantes, como Codelco.

Eduardo Walker

En este libro desarrolla una propuesta de liderazgo de involucramiento. De ahí el título ¡No me digas que no te importa! A una persona involucrada, le importa, lo que pasa donde quiera que esté.
Una persona está involucrada, cuando participa en la construcción y en la toma de decisiones.
Y cuando está involucrada, se siente parte, se siente vista, escuchada, creativa y contenta.

Cuando una empresa no involucra a sus trabajadores, reside en una cultura particular, que implica jefaturas vértices de estructuras con forma de estrellas, en donde las conversaciones de este son con personas en particular, secciones, departamentos, no incluyendo a las demás. La información se concentra en él y normalmente él decide si hacer participar a los demás y lo que da son órdenes.
Esto genera un clima en particular, donde priman las emociones del miedo, la rabia, el resentimiento y la resignación.

La historia de Eduardo Walker en estas materias es vasta. Ha trabajado con poblaciones de gente muy pobre, con pueblos vecinos de minas que desean mover el pueblo para poder iniciar faenas y con mineras propiamente tales.
No es nada fácil la cosa y su aprendizaje es lento en el tiempo, pero contundente.
Me recordó una frase que alguna vez escuché de que la cultura se come los planes estratégicos al desayuno.

Nos formamos en familias de padres autoritarios, fuimos al colegio donde el que sabía era el profesor y los alumnos quietos y ojalá en silencio, mientras el profesor pasaba la materia.
Es esperable que después en el trabajo la cultura fuera coherente con todo esto. Estructuras verticales, trabajadores que hacen la pega, hacen lo que se les ordena.
Cambiar esa cultura, no es fácil y requiere según Eduardo Walker, un proceso que describe muy bien en el capítulo 5.

Comienza con entrevistas uno a uno con los trabajadores, haciéndoles preguntas, escuchando, atento a las emociones presentes, e intentando generar confianza y seguridad que no habrá represalias ni nada.
Luego vienen reuniones que llama espejo, donde cuentan lo que han escuchado, sin dar nombres, para confirmar lo que se ha recogido y que tomen ellos conciencia del punto de partida.
Luego se diseña el plan de la intervención.
Y se procede al entrenamiento donde se les explica lo que se quiere hacer, por qué y se les pasan las distinciones necesarias para dicho proceso.
Luego se pasa a la implementación, con reuniones periódicas de conversación acerca de los avances y retrocesos.
Se cierra socializando el aprendizaje, junto con todos los aspectos en juego. La necesidad de hacer convivir el tradicional liderazgo de influencia, que es el que traían, con el de involucramiento, necesario para establecer límites, reglas y contexto.

Al pasar al liderazgo de involucramiento las personas aprenden a observar sus emociones, las emociones del ambiente, a valorar el ser escuchados, el ser escuchados sus perspectivas y puntos de vista, observando a la vez, las etapas por las que pasaron para ir soltándose y aumentando su participación.
En definitiva, cuando la cultura del involucramiento se instala en la cultura, las personas andan más contentas, más conectadas unos con otros, desaparecen los silos de trabajo e información, y se sienten parte de la construcción y la toma de decisiones.
Es otra cosa, que señala Eduardo Walker debe institucionalizarse, con ritos persistentes en el tiempo.

Este libro me hace entender por qué hay tanta gente dedicada a la gestión del cambio.

miércoles, abril 16, 2025

Libro Mio Cid Campeador Hazaña de Vicente Huidobro

Claro, Vicente Huidobro, escribe este libro en honor de su antepasado, que fue el mismo Cid Campeador, Rodrigo Diaz de Vivar; pasando por el rey Alfonso X el sabio.
Porqué se llama Diaz, Rodrigo Diaz de Vivar, le pregunto a chatGPT, siendo que el apellido de su padre era Laínez. Porque Diaz significa en esos tiempos de la Edad Media, hijo de Diego, Diego Laínez, su padre.

Vicente Huidobro
Vicente Huidobro es principalmente un poeta, así que imagínate nomás el lenguaje con que te encontrarás si optas por leer esta novela suya.
El lenguaje de Huidobro es una fiesta de color y emociones, que saltan desde esos hombres guerreros y esos espacios de la amada España, hasta los confines del universo.
Toda España se remece y vibra, con las glorias de este noble y valeroso hombre que fue su hijo Rodrigo Diaz de Vivar, que la historia renombró como Mio Cid Campeador.

Tras sumergirme en este libro escrito con pluma de poeta, puedo afirmar que el Cid Campeador representa para España y su proceso de Reconquista lo que Aquiles significó para los griegos y la Guerra de Troya. Mientras los moros gobernaron tierras ibéricas desde el año 722 hasta 1492, el Cid emergió como figura heroica y legendaria hasta su muerte en 1099, a los 56 años de edad.
En esta historia narrada por el poeta Huidobro, todo alcanza dimensiones grandiosas: desde la sublime descripción del acto de amor que origina su gestación, hasta su épica partida final cuando, ya sin vida sobre su fiel caballo Babieca, emprende su última batalla contra las numerosas huestes moras que se disponían al asalto definitivo de Valencia, donde el Mio Cid habitaba junto a su familia y su esposa Jimena. Y contra todo pronóstico, vence: los moros, aterrorizados ante su figura, huyen despavoridos.

Cuando nace Rodrigo Diaz gobernaba Castilla el conde Fernando Sánchez (hijo de Sancho), un noble hombre, al cual Rodrigo Diaz declara su lealtad tempranamente, lo mismo que su padre.

Pero cuando muere, a los 22 años de Rodrigo, reparte el reino de León y Castilla entre sus cinco hijos; tres hombres y dos mujeres.
Y se armó la grande; guerra entre los hermanos. Es en estas batallas donde emerge Rodrigo Diaz de Vivar, como potente guerrero y leal vasallo.
El que vence es Alfonso VI, que se hace de todo el territorio que había sido de su padre.
Las envidias de la corte hacen que finalmente el rey Alfonso mande al exilio al que ya empiezan a llamar Cid Campeador; Cid, que significa Sir en moro y Campeador, pues campea en los campos de batalla.

En una de sus vueltas, se casa con Jimena, su amor de la juventud y tiene dos hijas, Cristina y María.
Cuando sale al exilio, con su pequeño grupo de guerreros, dejó encargada a su mujer e hijas en un convento.

Pide un préstamo a dos judíos para financiar los gastos del convento, dejando en prenda un baúl lleno de arena, con prohibición de ser abierto antes de un año.
Manda a pagar la deuda con creces, y en ese momento los prestamistas ven que solo contenía arena. Sienten el engaño, pero igual bien retribuido.

El ejército del Cid Campeador crece y crece con cada nueva victoria. Los españoles más se peleaban entre ellos que contra los moros invasores.
Las traiciones son frecuentes y las alianzas incluso con jefes moros, son pan de todos los días entre todas las partes.
El Cid Campeador, campeón en todos los planos, desarrolla habilidades estratégicas, políticas y de negociación.
La batalla final será contra la importante ciudad andaluza de Valencia, en la costa mediterránea.
Las idas y venidas previas a esta gran victoria son múltiples. Lo logra y manda a buscar a su mujer e hijas, para instalarse en definitiva como gobernante ahí.

Su estadía en Valencia es su cúspide. Con su mujer e hijas que crecen y termina bien casándolas.
Y se viene la primera gran oleada mora a retomar la ciudad. Son mucho más los moros. Pero la ferocidad del Mio Cid irradia y contagia a sus guerreros, que logran una victoria mítica, que su mujer Jimena observa tensa, desde lo alto de una atalaya dentro de Valencia.

Cuando viene la segunda gran oleada mora a recuperar la ciudad, el Mio Cid yace moribundo por enfermedad. Muere rodeado de sus seres queridos y pide ser embalsamado y puesto arriba de un caballo, bien equipado para la guerra y de esa forma liderar a sus tropas.
Lo hacen y al verlo los moros se aterrorizan, aparte de qué los españoles se aleonan y obtienen la última y final batalla de este fascinante libro.

miércoles, abril 09, 2025

Libro Las 48 leyes del Poder de Robert Greene

Este libro de Robert Greene (+), habla del poder. Qué es el poder, es la primera pregunta que me hice.
ChatGPT me dice que es la capacidad de hacer que las cosas ocurran. El poder de elegir, el poder de cambiar una creencia limitante, el poder de decir “no”, el poder de inspirar. Es decir, una especie de autoliderazgo.
Después está el poder social, el poder de influir, para que otros hagan lo que tú quieres.
En definitiva, el poder es una posición o capacidad, bastante apetecida, especialmente por cierto tipo de personas.

Robert Greene
Las 48 leyes del poder, son una lista de reglas recomendadas por el autor para alcanzar y mantener el poder.
Leyendo esto me di cuenta de varias cosas. Una de ellas es que yo nunca ambicioné el poder por el poder. Aparte de que hay mucho juego sucio, muchas veces implicado.
En política, la pecha por el poder es una lucha, una guerra, desatada. No dialogan las contrapartes, debaten, pelean. Hay que ganar, no hay otra.
Y quien le gana, faena el chancho y lo reparte entre los suyos. Dicen que todo es por el país, por y para todos sus ciudadanos, pero eso ya nadie lo cree.

Otra cosa de la que me he venido dando cuenta, es que en todas las relaciones humanas, el poder relativo de uno y otro, está en juego. Pequeños gestos, pequeñas actitudes, denotan quien está por sobre y quien por debajo.
Un detalle del que antes no recababa y que muchas veces mi mujer me decía cosas, que muchas veces no entendía.
Por qué vas tú a sus casas y no vienen ellos a la tuya? etc, etc.

Veamos algunas de las leyes del poder que más se me quedaron en la retina.
Al jefe, nunca le hagas sombra. Más bien adúlalo, celébralo, ríete de buena gana de sus chistes. Esto lo he visto hacer mucho.
Cuide mucho su prestigio; defiéndalo con todo. Es clave para ejercer el poder.
Llame la atención; no pase desapercibido. Aquí he fallado mucho.
Haga que otros trabajen por usted, pero preocúpese siempre de llevarse usted los laureles. Otra cosa en la que he fallado (y no me arrepiento).
Sus acciones dicen mucho más de su poder, que sus palabras.
No se junte con perdedores (loosers), sino solo con ganadores. Otro lado donde he fallado; me junto con todos.
Haga que la gente dependa de usted. Por ningún motivo; ni a mis hijos los he educado así.
A sus enemigos, si puede matarlos, mátelos. Esto era así más en la antigüedad. Hoy no corre; más se les evita, que es una manera de mandarlos al exilio.
Este poco con .. sus nietos; lo adorarán. Sí, me pasa. Esté con ellos, pero desaparezca pronto. Lo echarán de menos. Esto también es ejercicio de poder.
No se aísle, no construya fortalezas alrededor suyo; manténgase en contacto.
Muy interesantes son las artes de los cortesanos y cortesanas, en las cortes de los reyes. Los hábiles, eran los que sabían leer a los demás y sabían moverse en esas aguas movedizas.
Cuando se trata de entrar en acción, vaya con todo. Mande guardar sus miedos y timideces.
Planifique bien su accionar y después haga como si todo le fuera natural, sin esfuerzo.
Indague, infórmese, del talón de Aquiles de los demás. Es clave.
Sepa cuándo es el momento oportuno para cada cosa. Es un saber clave; y no es tan fácil.
Compórtese no muy distinto de los demás, aunque piense completamente distinto.
Muéstrese con fallas, nunca muy perfecto.

Claro, muchas de estas leyes uno las ve aplicadas por personajes actuales como Donald Trump y Vladimir Putin. Y yo no quiero parecerme a ellos.
Pero creo que saber de estas cosas, es siempre bueno.
Un libro complejo, pero necesario, a mi parecer.

domingo, abril 06, 2025

Libro La traición de Darwin de Gerardo Bartolomé

Este libro de Gerardo Bartolomé (+) tiene distintos planos. Uno es del gobierno argentino que quiere organizar una expedición por el río Santa Cruz, hasta su nacimiento, con fines territoriales, en relación con los límites con el vecino país Chile.
Otro es el viaje de Charles Darwin en el HMS Beagle, al mando del capitán Robert Fitzroy, en diciembre de 1831. En esa fecha Darwin tenía 22 años y Fitzroy 26. Notable lo jóvenes qué eran.

Gerardo Bartolomé
Todo comienza con una conversación entre el ministro de relaciones exteriores de Argentina, Rufino de Elizalde, con el joven Franciso Moreno, el año 1875, también naturalista, como Darwin, para que recorra nuevamente el río Santa Cruz y esta vez sí llegue a su nacimiento, cosa que Darwin y Fitzroy no habían logrado 40 años antes.
Será el inglés John Stokes, miembro de la misma expedición de Darwin, quien les proveerá los planos, mapas, indicaciones y toda la historia de la expedición de Darwin.
Y parte el que terminará siendo el perito Moreno de Argentina, la expedición, coronada con completo éxito.

Cinco años durará la expedición de Darwin y Fitzroy, que dará la vuelta al mundo. Partirá de Plymouth, al sur de Inglaterra, por el Atlántico hacia el sur. Tocará las islas Canarias, sin descender en ellas. Pasan y se bajan en la isla Santa Elena, frente a Angola, donde tienen una notable conversación con el que había sido el guardia de Napoleón mismo, obteniendo sabrosa información de sus últimos días antes de morir. Visitan también la tumba de Napoleon en la isla (la pasada por la isla Santa Elena no fue a la ida sino a la vuelta, cuando ya van camino a Inglaterra, el año 1836). Y siguen a las costas de Brasil.
Rio de Janeiro, Montevideo, breve estancia en Buenos Aires, luego puerto Deseado en la boca del río Deseado y de ahí al río Santa Cruz.
Han roto la quilla del Barco, que proceden a arreglar en lo que terminan llamando puerto de punta Quilla. Desde ahí inician el remontar el río, en una expedición de varios días, con botes buena parte del camino a la rastra.

Cada vez que bajan a tierra y están en tierra, hay dos intereses. Por una parte, Fitzroy y Stokes (el mismo que después mandará la documentación a Moreno), se encargan de hacer mediciones para establecer las precisas coordenadas del lugar, con el objeto de confeccionar planos y cartas de navegación.
Y por otra, Charles Darwin, que buscará piedras, fósiles, investigará la vida silvestre, animales, aves. El tipo de observador que es Darwin es muy notable. Y de mucho interés para Fitzroy, por lo que sus conversaciones son de gran interés, tanto para ellos como para lo que leemos el libro.

Hay una interpretación, vigente en esa época, que es la creacionista. Esta consiste en pensar que Dios creó el mundo y todos sus habitantes, en una fecha precisa (4004 AC) y en general todo se ha conservado sin mayor transformación desde esa fecha.
Bueno, Darwin, a partir de sus observaciones y descubrimientos, empieza a desafiar cada vez con más intensidad, toda esa teoría. Le pone a su teoría la teoría evolucionista.
Y las discusiones entre Darwin y Fitzroy empiezan a intensificarse.
Darwin empieza a especular que el hombre desciende de los monos y Dios, simplemente no está, no se requiere.
Fue hasta tal punto esta discusión, que creo que fue Stokes, quien le pone a un punto a orillas del rio Santa Cruz, punta de No-God.

No llegan al nacimiento del Santa Cruz, porque se le empezaron a acabar los víveres, siendo que después, 40 años después, Francisco Moreno, dirá qué solo le faltaron dos horas de caminata, arrastrando los botes.
Siguen al sur, estrecho de Magallanes, donde intentan instalar una colonia con los tres fueguinos que traían desde Londres, que habían llevado desde estas tierras en el viaje anterior.
El encuentro con los indios locales, no fue muy fácil. El cura que bajó con ellos, con la intención de quedarse, casi fallece. Fueron saqueados y aterrorizados. Sino es por la pronta vuelta del Beagle, que el sacerdote, no la cuenta.
Igual los fueguinos se quedaron ahí y se transformarían en vestimenta y costumbres a los locales, sin saber nunca más de varios de ellos. A uno sí lo volvieron a ver, pero no quiso irse con ellos a Inglaterra.

Pasan al océano Pacífico y llegan a Valparaíso. En Valparaíso, un grupo parte con Darwin a cruzar la cordillera de los Andes, llegar a las más altas cumbres y bajar al pueblo, en ese tiempo, de Mendoza.
Hay un momento, cuando caminan hasta el paso de más altura, se viene una tormenta y Darwin divisa una zona propicia para encontrar fósiles. Contra todas las indicaciones parte, llega al lugar y encuentra mariscos fosilizados, que serán claves en sus reflexiones. Baja, llega la tormenta y si no es por una brújula, no logran dar con el boquete del paso y empezar a descender a territorio argentino, donde la tormenta mengua.
Cómo mariscos fosilizados en las más altas cumbres. Sino porque en algún momento en la historia mucho más antigua que el año 4004 AC, esas tierras estaban bajo el mar.

Fue más tarde en las Galápagos, donde Darwin cae en cuenta que la evolución claramente ahí era un muestrario irrefutable, de las transformaciones de las aves como los pinzones, las tortugas y las iguanas.
Fue ahí donde decanta definitivamente su teoría que se convertirá en su famoso libro El origen de las especies, publicado muchos años después, el año 1859.
Donde ya remata su teoría de la evolución es con su libro El origen del hombre, el año 1871.
Darwin tenía un serio problema para publicar estos libros. Primero, una promesa que le hizo a Fitzroy en Valparaíso, de que no publicaría nada hasta que no hubiera demostrado con pruebas irrefutables científicas, su teoría.
Y segundo, su teoría que dejaba a Dios como a alguien no necesario, ponía muy mal a su mujer Emma.

Un libro fascinante, que representa un cambio fundamental en la manera de pensar que tenía la humanidad y un fuerte retroceso para la iglesia.