Joaquín Lavín, sí, ese mismo que ha estado en todas —economista, político, excandidato presidencial, alcalde varias veces, y hasta figura pop de TikTok en sus ratos libres— acaba de lanzar un libro que da para pensar. No es neutral, claro, pero plantea un punto de vista que vale la pena escuchar, especialmente cuando habla del momento estratégico que vive Chile.
Partamos por el contexto: el mundo está en apuros con el cambio climático, y el apuro trae oportunidad. Hay que cambiar la forma de generar energía y ahí, Lavín se entusiasma. Porque si hay un país bendecido con sol a raudales en el norte y viento furioso en el sur, ese es Chile. Y no es todo: somos ricos en cobre, litio y tierras raras. Literalmente, la tabla periódica nos sonríe.De hecho, el año pasado los ingresos por litio superaron los del cobre. Y eso que éramos campeones históricos del cobre. ¡Imposible no ver la oportunidad!
Pero aquí viene el bajón: llevamos una década estancados. Crecimiento bajo, polarización alta, y un centro político que no logra cuajar. Lavín pone el dedo en la llaga: el problema de fondo es que no nos ponemos de acuerdo. Ni siquiera para lo evidente.
Y cuando aparece un gran proyecto, lo recibe la temida "permisología": esa maraña kafkiana de trámites y observaciones que terminan espantando a los inversionistas. Ejemplo de museo: un proyecto millonario de tierras raras en Penco se cayó porque amenazaba a cinco olivillos en extinción. El inversionista se fue, volvió, y ahora tiene que responder 600 observaciones. ¡Seiscientas! Ni Kafka se atrevió a tanto.
Y lo mismo pasa con la industria de la madera —asfixiada por robos, incendios y sabotajes— o con el salmón y el cobre, donde no aumentamos producción hace 10 años. ¿Qué nos pasa? Pero no todo es crítica. Lavín no solo se queja, propone. Tiene ideas audaces, como hacer que los ciudadanos sean socios de los recursos naturales. Que los proyectos entreguen dividendos a los chilenos. ¿Te suena a ingreso básico universal? Pues sí, también lo menciona. La tesis es simple: si las personas sienten que ganan con el desarrollo, lo apoyan, se informan y votan mejor.Y hay ejemplos para ilusionarse: empresas chilenas que están haciendo cosas notables, como Reborn Electric en Rancagua, que fabrica buses eléctricos; Beewaze, que cuida abejas con sensores; Bioled e Innovex, innovando en salmoneras; y hasta CMPC que invierte en torres eólicas ¡de madera! en Suecia. Todo un ecosistema de innovación nacional que se expande por el mundo.
El libro es un llamado a despabilar, a dejar el letargo y salir a conquistar el futuro. Con más pragmatismo, más acuerdos y menos tramitación absurda.
Joaquín Lavín podrá tener sus luces y sombras —como todos—, pero hay algo que no se le puede negar: sigue soñando con un Chile que se la cree. Y, quién sabe, quizás esos sueños terminen empujando una vez más el carro desde La Moneda, con una cierta alcaldesa rubia de compañera.
Nota: nuevamente escribo el posteo y le pido a chatGPT que me lo amonone; y me encanta en resultado, que es lo que publico