Lo veía cuando andaba por el cruce de Isabel La Católica con Vespucio. Ahí, al frente de los vehículos que subían por Isabel La Católica, hacía sus malabares con una pelota, anillos que hacía girar en manos y pies y con la mano restantes, jugaba con tres pelotas en el aire.
Atrapaba siempre mi atención.
Acepta.
Nos sentamos al lado fuera del Starbucks que está justo en la esquina.
Se llama Juan José Luis Ramírez Quiñones. Tiene 38 años. Y es originario de Lota, cercano a Concepción, en el sur de Chile.
Es el mayor de cuatro hermanos, dos hombres y dos mujeres.
Sus padres se separan y él termina internado en un hogar del Sename. Sus hermanos terminarán viviendo con su padre. La madre también los abandonó.
Dice que la rabia y la ira ya la superó.
Después de cuarto medio, entró a estudiar circo y teatro, carreras que no terminó, pero que darían la pista de por dónde iría su vida.
Lo suyo es el arte, el arte callejero.
También hizo teatro en una Compañía, con Héctor Noguera, nuestro quizás mejor actor de Chile.
Hace teatro en plazas. Maneja 17 disciplinas corporales.
Puede trabajar solo, provocando e interactuando con el público o acompañado, algunas veces con su amigo Alex, haciendo lo que llama Acroduo.
Lo que más le gusta es viajar. Ha estado en Argentina (cuatro años en Córdoba), Brasil, Perú y Paraguay.
Juan es una persona sensible, emotiva, que ve y lee a su público. Conecta con ellos con destreza.
Tiene juicios de la gente de distintas partes. Le gustó la gente de Córdoba, más preocupado en disfrutar la vida que sacarle provecho monetario.
Sueña con aprender a manejar, comprarse una micro y adaptarla como escenario móvil para sus espectáculos. Y salir a viajar, lo que más le gusta.
Viajará próximamente a Paraguay a visitar amigos y pretende pasar el año que viene en Lota-Coronel con sus hermanos y familia.
Tiene dos hijos, la Amparo de 12 años y Caleb de 3. Son de madres diferentes. Separado de la madre de Caleb hace 5 meses.
A la Amparo la visita menos, pues vive en Chillán. Pero de Caleb, que vive en Santiago, son todos los domingos cuando está en Santiago.
Juan es un pensador reflexivo. Tiene juicios de distintas cosas. Poco amigo de la tecnología, pues piensa nos tiene absortos y loquitos. Si hasta las habilidades empáticas se han ido difuminando, sostiene.
Bueno, como todos mis encuentros a través de estas entrevistas, cada persona es un mundo fascinante y provocador.
Fue un gusto conocerte Juan.
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