La idea de hacer un grupo con siete compañeros de curso del colegio Grange, que hace pocos días celebramos todos, los 55 años de salidos del colegio, surgió de las entrevistas que le hicimos con el Caco Salazar a 27 compañeros, después de descubrir que los queríamos, pero no los conocíamos.
Fueron almuerzos muy cordiales, de tres personas, el indagado o encuestado, a sabiendas que iba a ello y nosotros dos con el Caco.
Fue genial. Un gran descubrimiento, darnos cuenta que todos, sin excepción, terminaron disfrutando esto de ser interrogados sobre sus vidas, relaciones, hijos, haceres, etc.
Nos quedamos pensando con el Caco y un día dijimos y porque no organizamos un grupo de siete, que sesionen cada 15 días.
Buena idea y nos pusimos a discernir a quienes invitábamos; así por afinidad, tincada, si pensábamos que acogerían, etc.
Y la acogida fue buena y partimos un miércoles 12 de diciembre del año 2018, en mi departamento.
Fue en la segunda reunión, que fue en marzo, que se instaura que cada uno se presentara ampliamente, en base a la pauta que di yo, Gabriel, presentándome primero.
Fue muy significativo para mi, que después de esta reunión donde cuatro se presentaron, para en la siguiente, se bajó del grupo una persona, que no estaba dispuesto a compartir su historia como se había establecido.
He aprendido por esta experiencia, que no todo el mundo está interesado en compartir sus temas personales en grupos.
Casi al final invitamos a otra persona a ser miembro del grupo y se resistió desde el primer momento a ser interrogado de temas personales. Hasta ahí nomás llegó.
Fue en la sesión 60 que esta nueva persona que incorporamos en esa ocasión, decidió abandonar el grupo, pues se le hacía muy difícil tolerar posturas que ahí escuchaba.
No resultó fácil, ni ha resultado fácil en otros grupos en que participo, acoger a veces posturas muy radicalmente distintas.
Hemos llegado a la sesión 130, siendo seis miembros en el grupo (no se aceptó invitar a otro, después de 60 encuentros y todo lo que habíamos construido en intimidad y afecto), en que hemos dado por terminado el grupo como actividad periódica quincenal.
Nos reuniremos en el futuro, cuando alguno sienta la necesidad del encuentro, haga la cita y tenga acogida.
Un rito se instaló con fuerza y es la vuelta, en que por turnos, cada uno cuenta cómo han sido las últimas dos semanas, con sus luces y sombras, en el plano personal.
Los demás pueden hacer preguntas indagatorias, pero no robarse el foco de atención con cuentos personales.
Por otra parte, muchas veces entrábamos en temas, que ya salían del relato de uno de los presentes o alguien lo ponía. Se pedía que el foco se pusiera en qué le pasaba a cada uno con el tema más que en el tema en sí mismo.
Ejemplo, no era la idea hablar del estallido social, qué opina cada uno de que había sido y por qué, sino qué te pasaba a tí con el estallido social.
El foco estaba en las personas que éramos y no en los temas en sí.
Hoy pienso que ser parte de estos grupos es esencial para ir por la vida acompañado y no solo. Un espacio de ser parte de un grupo, de una comunidad, donde la persona que soy sea respetada, acogida y querida.
De hecho, el libro Ikigai que acabo de leer, confirma que las zonas del planeta donde viven las personas mas longevas, todas ellas son miembros activos de comunidades de vínculos estrechos.
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