Yuval Harari lanza una bomba (otra más) al decir que la Inteligencia Artificial no es una herramienta, sino un agente. No un martillo, ni una calculadora, ni siquiera un asistente obediente. Un agente. Es decir, algo que actúa por cuenta propia, aprende solito, se transforma sin pedirnos permiso y toma decisiones que, muchas veces, son mejores que las nuestras.
No está solo en su espanto: Geoffrey Hinton, uno de los abuelos de la IA (el “tata de la IA”), también anda con los pelos de punta. Y es que, si esto sigue así, la pregunta ya no es qué puede hacer la IA, sino qué nos queda a nosotros.Y ahí, en medio de esta tormenta, aparece una pregunta que huele a filosofía antigua y a conversación entre amigos en una terraza:
¿Para qué seguimos estudiando cosas?
¿Para qué leer sobre la Revolución Francesa, si con dos clics tenemos resúmenes, mapas interactivos y hasta recreaciones en 3D?
¿Para qué memorizar nada, si todo está ahí, disponible en menos de un segundo?
La respuesta —hermosa, luminosa— es otra:
Ya no aprendemos para saber algo. Aprendemos para conocernos.
Cuando aprendo algo en grupo, me doy cuenta de que yo entiendo distinto, pregunto distinto, me emociono con otras cosas. Y eso no es un error. ¡Es un regalo!
Es la forma en que descubro quién soy.
Y si además empiezo a querer esa forma mía, a valorarla, entonces estoy caminando por el viejo camino de los estoicos:
Conócete a ti mismo. Y luego, quiérete.
Porque si la IA va a hacer casi todo lo que hacemos (y tal vez mejor), entonces el verdadero desarrollo personal ya no será acumular información, sino cultivar nuestra singularidad.
Abrazarnos tal como somos.
Y algo más: aprender a conversar de verdad.
Conversar bien será un arte cada vez más valioso. No discutir por Twitter. No monólogos disfrazados de diálogo. Me refiero a conversaciones con escucha profunda, con confianza, con pausas.
Porque en un mundo donde la IA se vuelve omnipresente, la calidad de nuestros vínculos será el oro nuevo.
Por eso, cuando digo que hago coaching en inteligencia artificial, no es solo porque enseñe sobre IA. Es porque acompaño a personas y equipos a reflexionar sobre qué nos hace valiosos en este nuevo escenario.
Sí, encendemos la chispa de la curiosidad por la IA. Pero, al mismo tiempo, abrimos grandes preguntas:
- ¿Qué es aprender?
- ¿Qué somos?
- ¿Qué valor tendrá lo humano cuando lo artificial haga casi todo?
- ¿Qué deberíamos dejar atrás, como esa idea de que el dinero es lo más importante de todo?
Este no es solo un taller técnico. Es una invitación a un viaje. Uno que nos lleva al corazón de lo humano, justo ahora que la tecnología empieza a parecerse peligrosamente a nosotros.
Y tú, ¿qué valor quieres cultivar cuando la IA te mire a los ojos?
Nota 1: escribí el posteo y se lo pasé a chatGPT pidiéndole me lo hiciera mas ameno y coloquial, que es lo que publiqué
Nota 2: luego le pedí a chatGPT que me aportara una imagen para decorar este posteo, que es la imagen que publiqué