Bello y profundo libro. El tema de la serenidad, no podía ser más indicado para los tiempos acelerados que corren.
Somos como agua turbia, agitada por nuestras preocupaciones, deseos, intereses, metas, objetivos, negocios. Cuando ponemos esa agua turbia en reposo, relajándonos, aquietándonos, serenándonos, las turbiedades se decantan y el agua se aclara. Me encantó la metáfora.
Desde los griegos como Sócrates, Platón y Aristóteles, que pensamos de una forma en particular. Vemos la realidad y usamos el lenguaje en la forma de representarnos esa realidad. Al hacer eso, perdemos el ser de las cosas, nos dice Claudia Lira.
Los orientales lo tienen más claro, el dao es el ser que anhela manifestarse. El dao anhela estar abierto a recibir a través de la percepción, el ser de las cosas que ve.
Claudia Lira |
Nuestro lenguaje escrito surgió del mundo de los negocios, de las transacciones comerciales, del manejo de inventarios. Ratio es la unidad de producto en un inventario. De ahí deriva el pensar racional, que es un pensar calculante.
El pensar calculante penetró nuestra civilización, haciendo que nuestro pensar se tornara intencionado, impulsado por deseos, objetivos, metas y resultado de negocios.
Al pensar de esta forma perdimos conexión con el ser. Se nos desdibujó el ser, se nos desplazó al mundo de las representaciones, de los conceptos, un pensamiento separado del ser de las cosas.
Y sería eso lo que nos tiene con el mundo patas para arriba. En todos los aspectos.
El que nos dice todo esto es Heidegger. Pero nos habla tan en difícil, que pocos lo entienden y menos lo siguen.
La serenidad es un estado del ser. Para alcanzar ese estado necesitamos soltar todo deseo y toda intención. Soltar todo punto de vista. Situarse en el presente, con el cuerpo relajado, la atención en el aquí y ahora, quizás en la respiración.
Una pérdida de tiempo dirá un amigo cercano. Muy difícil, imposible, dirá otro.
Estar disponible, abierto, disponible para el ser de los otros. ¿Dónde?
Cuando viene el invierno, la naturaleza se serena. Se inactiva ? No, concentra sus energías en su capacidad engendradora de vida. Sino, espérate a ver lo que pasa en la primavera. Y este es un proceso involuntario y natural. No se puede apurar ni optimizar.
Al hacer esto hemos desobedecido la ley natural, hemos alterado el ritmo cósmico de las cosas.
El que sabe estas cosas es el hombre de campo, que trabaja con la tierra, con la naturaleza y sus ritmos. Él, sin mayores aspavientos, está mucho más conectado con el ser de las cosas y con su propio ser, que el hombre de la ciudad.
La mejor manera de serenarse, señala Heidegger, es salir a caminar por la naturaleza, por el campo.
Un espacio para habitar, significa un lugar donde poder ser. Y poder ser todo el potencial solo es posible por medio de prácticas espirituales. Te das cuenta lo perdido que estamos; yo al menos.
El hombre sabio observa la tierra, siente y saborea la naturaleza. Don Santiago de la poza de Pucón, siempre sabía decirme cómo iba a estar el clima en la tarde. Levantaba la mirada, olía el aire, sentía el ambiente y siempre le apuntaba.
Murió y su hijo Santiaguito, nunca me supo responder mis preguntas meteorológicas. Un saber que se perdió.
La ganancia de bienes provoca la pérdida de sí mismo (Laozi).
El ser humano moderno evalúa la naturaleza para convertirla en objeto de transacción económica; esto se debe a su mirar calculador.
Hemos elevado al ego a la categoría del que decide. Eso ha hecho que las cosas se replieguen, se oculten en su ser.
Un libro de la filósofa chilena Claudia Lira que me ha dejado perplejo, como si anduviéramos muy descarriados. Sus fuentes son los pensadores antiguos chinos y Heidegger. Hombres, todos ellos extremadamente lúcidos.
Lo recomiendo straightforward; lo recomiendo derechamente.