Qué es la realidad, de qué se trata todo, son las preguntas de las que se hace cargo en este libro Rupert Spira.
Y te lo cuestiona todo. Te deja al materialismo que posee a nuestras mentes, al menos teóricamente, en estado catatónico.
Este libro plantea en plenitud una nueva cosmovisión; una cosmovisión que pone al centro, en la raíz de todo, a la conciencia.
Las cosas que experimentamos, se dividen en las internas, que son los pensamientos, los sentimientos, las imágenes; y las que nos conectan con el mundo exterior, que son las sensaciones y la percepciones, a través de los sentidos.
La experiencia ocurre en la mente. En la experiencia se localiza lo que conoce de la mente. La sustancia de la mente que conoce, es la conciencia.
La ciencia no mira para este lado. La ciencia no indaga cómo conocemos y de qué se trata esa capacidad nuestra. No va tras aquello.
Al no hacerlo se pierde el acceder a la conciencia.
La ciencia está interesada en cómo funciona el mundo y no en qué es el mundo.
La ciencia ha sido de gran valor, pero la ciencia tiene importantes limitaciones.
Desde el pensamiento científico, que descubre tempranamente cómo las matemáticas se acoplan magistralmente a la descripción de cómo funciona el mundo. Curiosa cosa, no ?
Y es la ciencia la que crea esta teoría, de que todo está hecho de materia, nosotros estamos hechos de materia, nuestro cerebro es materia y la conciencia es una emanación del cerebro. Crea el materialismo, que gobierna nuestras mentes, nuestra civilización.
Somos seres separados unos de otros y separados de las cosas hechas de materia.
La ignorancia intrínseca de esta concepción, aún no ha sido captada por el mainstream. Y menos los perjuicios de todo tipo que conlleva.
La gran conciencia se contrae, se reduce y se localiza en un cuerpo, para realizar la experiencia objetiva, que necesita reducirse a un sujeto y así conectar con los objetos del mundo. Un mundo que es una imaginación, un sueño de Dios.
En ese estado, la conciencia, que igual es todo, se vela, se enceguece, para experimentar la realidad que vivimos, creyendo que somos mentes finitas, en cuerpos mortales, frente a un mundo de cosas hechas de materia.
La mente se reconoce a sí misma bajo el nombre de Yo. Todos las personas se reconocen de igual forma, sin darse cuenta que el Yo al que apuntan, es uno solo. Un yo consciente, que si indagaremos por ahí llegaríamos, por ese conducto, al yo fundamental, que aparte, es lo que llamamos Dios.
Por eso que Dios está en nosotros.
Pero nuestra atención, nuestro foco de la mirada consciente, está puesta hacia afuera, hacia el exterior, hacia el mundo.
Esta contractura de la conciencia velada, necesaria para experimentar el mundo, creación de la misma conciencia, en un acto supremo de amor, anhela esa plenitud perdida. Y como además está en este cuerpo finito, mortal, con el que se identifica, teme, sufre su supuesta mortalidad.
Y por eso nos pasamos la vida buscando sentir lo anhelado en las cosas, las sensaciones, las relaciones, y nunca encontrándolo, pues lo anhelado está en otra parte, por otra vía, que Rupert Spira nos indica con total claridad.
Nuestra mente finita ha inventado el tiempo, como una recta que va del pasado al futuro, pasando por el momento presente.
Pero si miramos desde el punto de vista de la experiencia, del conocer de la conciencia, solo existe el momento presente perpetuo. Nada más. El pasado y el futuro son inventos de la mente para movernos en este mundo ilusorio y articularnos entre nosotros.
También nuestra mente finita ha inventado el espacio, el aquí y el allá. La verdad es que desde el punto de vista de la experiencia, sólo existe el aquí, porque cuando nos movemos de aquí a allá, estaremos aquí nuevamente. Solo existe en la experiencia el aquí.
La conciencia que somos, nunca viaja, siempre está aquí y ahora. Lo que pasa es que al viajar pasamos de protagonistas de nuestra vida a espectadores, y ello nos produce sensaciones que nos son atractivas, porque liberan en algo la mente constreñida habitual.
El sueño profundo, sin sueños, es un viaje que hacemos todas las noches, a la conciencia profunda, donde experimentamos paz, plenitud e incluso amor. Por eso el sueño es tan reparador.
Y la meditación, indica Rupert Spira, es un viaje a la conciencia profunda, en una forma que se parece a dormir despierto consciente.
Un libro peligroso, porque te puede cambiar el mate, para un lado que puede ser un turning point en tu vida, como presiento que empieza a ser en la mía.
Muy recomendable, para los buscadores arriesgados.