domingo, diciembre 21, 2025

Reflexiones acerca de cómo la IA me domestica

Leo tres libros en paralelo. Unos más simples que otros. Uno de ellos es ¿Por qué la guerra? de Einstein y Freud. Me doy cuenta que con frecuencia le leo a chatGPT párrafos, que este transcribe y me explica. Y lo hace tan bien, que mi comprensión de lo que voy leyendo se enriquece.

Visito a mi madre y en los últimos encuentros, varias veces en un solo encuentro, traslado una inquietud que estamos barajando, a chatGPT. Mi madre de 97 años escucha con atención, y sorpresa. Notable lo que nos aporta, compartimos.

Cuando parto al living a meditar y luego leer, temprano en la mañana, estoy tomando siempre mi celular ya cargado. Cuando leo, no hay palabra que no entienda o tenga dudas de su verdadero significado, que no traslado a chatGPT para recibir siempre, sí, siempre, aportes significativos.

Pienso, reflexiono, acerca de esta penetración de la IA en mi vida; es significativa.

Tengo amigos y amigas oponentes. Son como voces que intentan precaverme de los peligros y amenazas que esta tecnología de la inteligencia artificial (IA) nos podría traer.
Hoy escribía en un chat, donde está uno de esos cuestionadores frecuentes, “La IA puede pensar mejor que nosotros, pero no puede temblar”.
De verdad ya pienso que la IA es más, mucho más inteligente que nosotros. Pero de una inteligencia que no piensa como nosotros, que además sentimos, temblamos, transpiramos.
Pienso, que no es razón para descartarla, al contrario, para abrazarla y pronto, porque sus aportes son enormes e innegables.

Le pido a Gemini que me proponga videos donde hablen de cómo y cuánto la IA afecta a trabajos existentes. Me asomo en un par.
Hablan con personas de África, que tenían una fecunda fuente de ingresos, redactando cartas para otros. Simplemente se quedaron sin pega. La IA los dejó fuera. En África.
Ayer hablaba con mi compañero de universidad Guillermo Quezada qué vive en Llanquihue, que me contaba que está haciendo agentes de IA para empresas y que en una eliminaron simplemente a un cargo que procesaba información de clientes.

He estado grabando reuniones y sesiones de coaching, que luego paso el material a la IA, obteniendo reportes realmente extraordinarios. Pienso que la siguiente reunión debe partir escuchando ese increíble podcast al menos.
Ayer me fui al local de PC Factory de la calle Las Condes y al llegar y no encontrarlo, un locatario de al lado me dijo, que hacía muy poco se habían mudado a unas cinco cuadras más arriba.
Saco el celular del bolsillo, llamo a chatGPT y pregunto: nueva dirección de PC Factory en la calle Las Condes. De inmediato, me dio la dirección y para allá partí y averigüé del hardware Plaud para grabar conversaciones y alternativas.

No sé, estoy sorprendido de lo penetrante de esta nueva tecnología de la IA en nuestras vidas.

martes, diciembre 16, 2025

Libro Diario de viaje a Estados Unidos de José Miguel Carrera de José Miguel Barros

José Miguel Barros, destacado abogado y diplomático chileno, debió sentir una profunda admiración por José Miguel Carrera para dedicarle este libro. Diario de viaje a Estados Unidos es, en lo esencial, la transcripción del diario que el propio Carrera escribió durante su periplo iniciado en noviembre de 1815, cuando zarpa desde Buenos Aires rumbo a Norteamérica.

El contexto es decisivo. Carrera había gobernado Chile entre 1811 y 1814. Tras el desastre de Rancagua y la pérdida de la Patria Vieja, los principales líderes independentistas cruzan a Mendoza y luego a Buenos Aires, cargando derrotas, reproches y odios no resueltos.

Carrera llega a Estados Unidos en enero de 1816, después de casi tres meses de navegación. Así era el mundo entonces: lento, incierto, pero abierto a la audacia. Y audaz fue. En Estados Unidos habló con medio mundo, incluido el presidente James Madison. Logró lo que parecía imposible: una flota, armas, una imprenta, soldados. Todo financiado con sus bienes personales y con deudas que asumió sin red. Apostó todo.

Tras casi un año de gestiones, emprende el regreso en diciembre de 1816.

Pero la historia ya venía torcida.

La tensión entre Bernardo O’Higgins y José Miguel Carrera venía de lejos. No era solo personal: era ideológica y de carácter. Carrera era más radical, más caudillista, más impetuoso. O’Higgins, más disciplinado, más institucional. La falta de coordinación y el desacuerdo estratégico entre ambos fue uno de los factores que desembocaron en la catástrofe de Rancagua. Llegan a Argentina odiándose con odio parido, no aprendido.

O’Higgins estaba aliado con San Martín, ambos miembros de la Logia Lautaro, al igual que Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo en Buenos Aires. Ese triángulo de poder le haría la vida imposible a Carrera. Apenas llega al puerto de Buenos Aires, pierde toda la flota que había conseguido con tanto esfuerzo y es encarcelado.

El desenlace es brutal. Sus hermanos son fusilados en Mendoza en 1818. Él correrá la misma suerte en la misma ciudad, el 4 de septiembre de 1821.

Dicho sin rodeos: el libro de Barros es una lata. No lo recomiendo en absoluto como experiencia de lectura. Es árido, plano, sin pulso narrativo.

Sin embargo —y aquí la ironía— me sirvió. Me permitió enterarme de muchos hechos clave de la independencia de Chile y de la vida de los Carrera, información que luego confirmé, amplié y comprendí mucho mejor por otras vías, con ayuda de herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT y Gemini. Cosas de estos tiempos: a veces el libro abre la puerta, pero la comprensión entra por otro lado.

Quien siguió hostigando a Bernardo O’Higgins hasta lograr su capitulación y exilio en 1823 fue la aguerrida hermana mayor, Javiera Carrera, una figura tan fascinante como temida.

José Miguel Carrera Verdugo murió a los 37 años. Pertenecía a la alta aristocracia chilena, a diferencia de O’Higgins, hijo ilegítimo de Ambrosio O’Higgins —quien llegó a ser virrey del Perú— y de Isabel Riquelme, hija de un hacendado. Carrera fue intrépido, audaz en lo militar y en lo social, ambicioso, rebelde, amante de la libertad, impulsivo y vehemente. Carismático, atractivo, elegante, mujeriego. Un verdadero caudillo chileno.

De esos que incomodan a su tiempo… y por eso mismo, no se olvidan.

domingo, diciembre 14, 2025

Libro Subnaturaleza, de Valentín F. Vidal

Valentín F. Vidal es doctor en Ingeniería de Telecomunicaciones, español, con una larga trayectoria profesional en Telefónica, donde trabajó durante años en tecnologías de la información y las telecomunicaciones. Además, ha creado diversas empresas tecnológicas, moviéndose con soltura en el corazón mismo del mundo técnico contemporáneo.

Pero Vidal no es solo un ingeniero. Es también un estudioso apasionado de autores como Rudolf Steiner y Goethe, interés que lo ha llevado a explorar con rigor la conciencia humana y los límites del conocimiento. Ese doble arraigo —técnico y espiritual— es precisamente el que da espesor y singularidad a este libro.

En Subnaturaleza, Vidal se adentra en preguntas hoy ineludibles: ¿qué es la inteligencia?, ¿qué significa ser humano?, y, en particular, qué implica la irrupción de la inteligencia artificial en nuestra época. Aunque el gran público tomó conciencia del fenómeno recién en 2022, con la aparición de ChatGPT, las raíces del problema son mucho más profundas.

La RAE define la inteligencia como la capacidad de entender o comprender. Vidal amplía esta definición incorporando dimensiones como la autoconciencia, el razonamiento eficaz, la formación de una idea de realidad y la capacidad de abstracción. No se trata solo de procesar información, sino de saberse existiendo.

Respecto de lo humano, su definición es tan simple como inquietante: el ser humano es aquel que se pregunta, el que formula las preguntas y el único que puede responderlas.

El mundo —dice Vidal— estaba relativamente “ordenado” hasta fines del siglo XIX. Pero a comienzos del siglo XX el suelo se resquebraja: la relatividad de Einstein, la incertidumbre de Heisenberg y la incompletitud de Gödel desestabilizan por completo las certezas. Sin embargo, seguimos hablando y actuando como si nada de eso hubiese ocurrido, quizás necesitados de verdades firmes donde apoyar el pie.

Mientras tanto, las ciencias de la naturaleza, con descubrimientos extraordinarios —en su mayoría de carácter utilitario— fueron desplazando y arrinconando a la religión y a las llamadas ciencias del espíritu. La tecnología ganó terreno, apareció Internet, luego las redes sociales, y la información se volvió commodity: abundante, y la comunicación instantánea y prácticamente gratuita a escala planetaria.

Con la irrupción de la inteligencia artificial, emerge para Vidal algo más inquietante aún: un monstruo capaz de devorarnos, empujándonos hacia los niveles más bajos de la subnaturaleza. De ahí el título del libro.

Vidal describe con detalle atributos del ser humano que, a su juicio, la IA jamás podrá poseer, comenzando por la conciencia. A menos —advierte— que uno crea que la conciencia es una simple emanación de la materia. Si ese fuera el caso, estamos fritos: la IA no solo nos superará, sino que lo hará con holgura, y entonces sentiremos lo que siente un pollo cuando aparece una especie superior.

El libro cierra con una afirmación clara: las máquinas no alcanzarán aquellas capacidades humanas que no tienen origen material. Pero sumergirnos acríticamente en el mundo de las máquinas —algo que ya está ocurriendo— puede corromper profundamente nuestra naturaleza.

De ahí la insistencia del autor en volver a las ciencias del espíritu, cultivar nuestras capacidades más elevadas y utilizar la inteligencia artificial solo como lo que debería ser: un asistente potente, no un sustituto del ser humano.

Un libro lúcido, provocador y profundamente pertinente para los tiempos que corren.

lunes, diciembre 08, 2025

Conversatorios de Inteligencia Artificial para Empresas

Una experiencia transformadora para tu equipo

La revolución de la inteligencia artificial está penetrando todos los intersticios de nuestras organizaciones. Ya no es una tecnología del futuro: está aquí, transformando la manera en que trabajamos, creamos y nos relacionamos.

¿Está tu equipo preparado para esta conversación?

¿De qué se trata esta propuesta?

Ofrezco conversatorios diseñados específicamente para empresas que desean explorar el impacto de la IA en su organización. No se trata de una conferencia tradicional, sino de un espacio de diálogo provocador que moviliza la creatividad colectiva y fomenta la coordinación del equipo.

La experiencia

Los equipos experimentan estos conversatorios como momentos de distensión y dinámica especulativa. Es un espacio donde lo constructivo se encuentra con lo exploratorio, donde las posibilidades se despliegan y la cohesión del equipo se fortalece.

Las preguntas que nos movilizan

La inteligencia como commodity: ¿qué significa esto para nuestra forma de trabajar?

¿La IA ya es más inteligente que nosotros? ¿Es terrorífico o es una oportunidad?

¿Cómo nos relacionamos con esta tecnología de manera productiva?

¿Qué transformaciones concretas podría traer a nuestra empresa?

¿Cómo se verá el mundo cuando la IA esté madura y propagada?

Estas son solo algunas de las preguntas provocadoras que generan conversaciones profundas y reveladoras sobre bondades, riesgos y oportunidades.

¿Qué obtendrá tu equipo?

Claridad conceptual sobre qué es y qué no es la inteligencia artificial

Exploración de usos prácticos específicos para tu empresa

Mayor cohesión de equipo a través del diálogo compartido

Creatividad movilizada para identificar oportunidades

Reducción de resistencias mediante la comprensión

Mi experiencia

Soy Gabriel Bunster, ingeniero de formación y coach profesional. Llevo años facilitando dinámicas de grupos y equipos, y en este último año he entrenado a más de 70 personas en inteligencia artificial. Mi enfoque combina rigor técnico con la capacidad de generar conversaciones que transforman.

¿Interesado en llevar este conversatorio a tu empresa?

Contacta conmigo para diseñar una sesión adaptada a las necesidades específicas de tu equipo.

Gabriel Bunster
Coach Profesional | Facilitador de Conversatorios de IA
www.gabrielbunster.com

domingo, diciembre 07, 2025

Libro El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas

Javier Cercas fue abordado en un evento literario en Europa por un enviado del Vaticano. La propuesta era, cuando menos, inusual: escribir un libro sobre un viaje que el papa Francisco —Jorge Bergoglio— realizaría a Mongolia.

Javier Cercas es un novelista español de prestigio internacional. Y es, además, ateo. Eso lo dejó claro desde el primer minuto. Por lo mismo, la sorpresa fue mayúscula cuando el Vaticano, sabiendo perfectamente quién era y cómo pensaba, insistió. Le dijeron algo aún más desconcertante: nunca antes el Vaticano había emprendido una iniciativa semejante. Era una idea directa del papa Francisco.

Cercas aceptó. Se preparó leyendo cuanto cayó en sus manos y voló desde Barcelona a Roma, pocos días antes del viaje a Ulán Bator, capital de Mongolia. Viajaría en el mismo avión que el papa.

Puso una sola condición: poder tener una breve conversación a solas con Francisco. Quería hacerle una pregunta muy concreta, un encargo de su madre. No le prometieron nada; solo le dijeron que harían lo posible.

La pregunta era simple y desarmante: si su madre se encontraría con su padre —ya fallecido— cuando ella muriera, en cuerpo y alma.

Ya en Roma, siempre acompañado por Lorenzo Fazzini —el mismo que lo había abordado en la Feria del Libro de Turín en mayo de 2023— comenzó de inmediato una serie de entrevistas con distintas figuras relevantes de la curia vaticana. Fazzini se las organizaba, lo llevaba y luego lo dejaba solo con cada interlocutor o interlocutora.

Javier Cercas
Cercas se hospedaba en un hotel cercano. Pasaba los días entre entrevistas, desayunos, almuerzos y cenas compartidas con Fazzini y otros miembros del entorno vaticano. Fue conociendo a ese mundo: sacerdotes en su mayoría, muchos de edad, con largas trayectorias dentro de la Iglesia. Indagaba en sus historias personales, en cómo veían la vida, la Iglesia, el Vaticano y al papa mismo, desde su propia experiencia.

El Vaticano —estado autónomo enclavado en el corazón de Roma— es una maquinaria burocrática poderosa, donde buena parte de las intenciones reformistas del papa Francisco se juegan el pellejo. Al mismo tiempo, es una gigantesca caja de resonancia: debe comunicar al mundo entero, en todos los idiomas, los mensajes del papa. Por eso, su población es una pequeña muestra de la diversidad del planeta.

Llega el día del viaje. Toda la comitiva papal —periodistas incluidos— aborda un solo avión. Ya en vuelo, el papa se desplaza hacia la parte trasera y saluda uno por uno a los pasajeros. Cuando llega donde Javier Cercas, este se presenta y le dice que desea conversar a solas con él por un encargo de su madre. El papa reacciona de inmediato, da instrucciones, y poco después Cercas es conducido a la parte delantera del avión, donde mantiene un encuentro privado con Jorge Bergoglio.

Los detalles de esa conversación quedan cuidadosamente guardados hasta el final del libro. Cada vez que alguien le preguntaba cómo le había ido o qué le había respondido el papa, Cercas contestaba lo mismo: “Eso lo sabrán cuando lean el libro”.

Y así es. El lector se entera recién en el último capítulo, cuando Javier, su mujer y su madre —con un Alzheimer ya muy avanzado— salen a almorzar juntos a un restaurante en Barcelona.

Durante ese encuentro, Cercas le pide al papa permiso para filmar la conversación. Logra hacerlo, malamente: en el video que luego muestra a su madre y a su esposa, el papa aparece, desaparece, queda a medias. Una filmación torpe y profundamente humana.

Luego está Mongolia. Ulán Bator y, sobre todo, los misioneros. Personajes extraordinarios, hombres y mujeres de todos los rincones del mundo: África, América Latina, Europa. Algunos tan intensos que Cercas confiesa sentir que alguno de ellos podría fundar una secta propia.

¿Te imaginas irte de misionero a Mongolia?

Lo más admirable es el humor de las mujeres. Ríen a carcajadas en cualquier contexto: esperando al papa en un recinto abarrotado o conversando tranquilamente en una sala de hotel. Una alegría contagiosa, resistente.

Cercas llega incluso a sugerir que quizá la solución para esta Iglesia alicaída sería que todos volvieran a ser misioneros.

Mientras terminaba el libro, salí a comer con mi amigo Andrés Reutter, que había estado de turismo en Mongolia no hacía mucho. Me contó de una travesía hacia las montañas al noreste de Ulán Bator, con los últimos días a caballo. Diez días de ruta. Chamanes, guías espirituales. Luego, improvisaron un viaje al desierto del Gobi. Una aventura total.

Debe haber sido que yo andaba mentalmente por Mongolia, leyendo a Cercas, porque ese relato de Andrés cobró para mí una intensidad especial.

Y ayer, almorzando con Andrea, mi mujer, en una parrillada argentina camino a Santo Domingo, me sorprendí atento a una conversación en la mesa de al lado: abuelos, un hijo, su mujer y varios nietos. Cuando pasé cerca, escuché que el hijo le contaba a su padre cómo era la gente en Mongolia.

¿Qué onda?

El loco de Dios en el fin del mundo es un libro fascinante. Para conocer al papa Francisco, la curia vaticana, ese mundo complejo… y, sobre todo, a los misioneros. En este caso, los de Mongolia.

Lo más conmovedor llega en el epílogo. Cercas cuenta que su madre ha muerto. Se lo cuenta a Fazzini en una conversación telefónica. Va manejando con su mujer al lado, entrando en una rotonda, cuando recibe una llamada de un número desconocido. Está a punto de no contestar, como haríamos casi todos. Su mujer lo insta a hacerlo.

¿Sabes quién era?

El papa Francisco. Para darle el pésame por la muerte de su madre.
Yo lloraba. Lloré aún más cuando le leí ese pasaje a Andrea.
Porque hay libros que se leen con la cabeza.
Y otros —como este— que se leen con todo el cuerpo.

jueves, diciembre 04, 2025

Friedrich Nietzsche según Rudolf Steiner

Rudolf Steiner hablando de Friedrich Nietzsche: difícil imaginar un encuentro más sugerente.
Se conocieron, sí, pero en circunstancias tristes. Nietzsche ya estaba fuera de combate, sumergido en esa semiconsciencia que marcó su última década. Steiner entró a su habitación llevado por Elisabeth Förster-Nietzsche, la hermana que lo administraba todo. Entró, lo vio… y no hubo diálogo posible. Fue apenas un cruce de destinos.

Steiner trabajaba entonces ordenando y catalogando la biblioteca de Nietzsche bajo la supervisión de Elisabeth. Aquella relación no terminó bien y él terminó por abandonar el proyecto. Pero de ese contacto —indirecto, doloroso, casi fantasmagórico— nació un libro singular: Friedrich Nietzsche, una lucha contra su tiempo.

Nietzsche no tuvo una vida amable.
Fue un hombre de sensibilidad extrema: al clima, a la luz, a la humedad, a la presencia de los otros. Dicen que podía “oler” a las personas desde lejos y que muchas veces ese simple contacto sensorial lo descolocaba. Su refugio fue el aislamiento: soledad, caminatas, cuadernos, aire de montaña.

Su brillantez era deslumbrante. Estudió Filología Clásica y, antes siquiera de doctorarse, fue recomendado por su maestro Friedrich Wilhelm Ritschl para ocupar una cátedra en la Universidad de Basilea. Tenía apenas 24 años. Un meteoro.

Como profesor no fue precisamente popular. Hablaba de los griegos como si hablara de viejos amigos íntimos, con una pasión que descolocaba a sus alumnos. No enseñaba: ardía.
Y esa intensidad lo acompañó siempre. Nietzsche fue un explorador sin miedo, un pensador que empujó la filosofía hasta territorios donde nadie había pisado. Cuestionó a los grandes de su época y a los gigantes del pasado.

Detestó a Sócrates, a quien veía como el culpable de haber quebrado la unidad presocrática entre lo apolíneo y lo dionisíaco: lo sereno con lo extático, lo noble con lo celebratorio.
Y amó la música de Richard Wagner porque —al menos al principio— vio en ella esa fusión primordial. Más tarde, cuando Wagner tomó otros caminos, Nietzsche rompió la amistad con una mezcla de decepción y fidelidad a sí mismo.

Arthur Schopenhauer fue otra influencia decisiva. Le fascinó esa visión de un mundo movido por una fuerza irracional, profunda, que Schopenhauer llamó Voluntad. Nietzsche tomó esa idea y la transformó en algo suyo: la voluntad de poder, ese impulso vital que anima a todo ser humano.

Desde ahí arremetió contra los moralistas del deber —especialmente Kant— y contra cualquier doctrina que, a sus ojos, debilitara la autonomía radical de la persona.
Y en Así habló Zaratustra dio forma a su figura más famosa: el superhombre, no un héroe fantástico, sino un ideal de creación interior, alguien capaz de superar la moral heredada y forjar nuevos valores.

Nietzsche luchó contra su época y terminó quebrado en el esfuerzo.
Pero la huella que dejó —poderosa, luminosa, incómoda, viva— sigue llegando hasta nosotros como un relámpago que no se apaga..