José Miguel Barros, destacado abogado y diplomático chileno, debió sentir una profunda admiración por José Miguel Carrera para dedicarle este libro. Diario de viaje a Estados Unidos es, en lo esencial, la transcripción del diario que el propio Carrera escribió durante su periplo iniciado en noviembre de 1815, cuando zarpa desde Buenos Aires rumbo a Norteamérica.
Carrera llega a Estados Unidos en enero de 1816, después de casi tres meses de navegación. Así era el mundo entonces: lento, incierto, pero abierto a la audacia. Y audaz fue. En Estados Unidos habló con medio mundo, incluido el presidente James Madison. Logró lo que parecía imposible: una flota, armas, una imprenta, soldados. Todo financiado con sus bienes personales y con deudas que asumió sin red. Apostó todo.
Tras casi un año de gestiones, emprende el regreso en diciembre de 1816.
Pero la historia ya venía torcida.
La tensión entre Bernardo O’Higgins y José Miguel Carrera venía de lejos. No era solo personal: era ideológica y de carácter. Carrera era más radical, más caudillista, más impetuoso. O’Higgins, más disciplinado, más institucional. La falta de coordinación y el desacuerdo estratégico entre ambos fue uno de los factores que desembocaron en la catástrofe de Rancagua. Llegan a Argentina odiándose con odio parido, no aprendido.
O’Higgins estaba aliado con San Martín, ambos miembros de la Logia Lautaro, al igual que Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo en Buenos Aires. Ese triángulo de poder le haría la vida imposible a Carrera. Apenas llega al puerto de Buenos Aires, pierde toda la flota que había conseguido con tanto esfuerzo y es encarcelado.
Dicho sin rodeos: el libro de Barros es una lata. No lo recomiendo en absoluto como experiencia de lectura. Es árido, plano, sin pulso narrativo.
Sin embargo —y aquí la ironía— me sirvió. Me permitió enterarme de muchos hechos clave de la independencia de Chile y de la vida de los Carrera, información que luego confirmé, amplié y comprendí mucho mejor por otras vías, con ayuda de herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT y Gemini. Cosas de estos tiempos: a veces el libro abre la puerta, pero la comprensión entra por otro lado.
Quien siguió hostigando a Bernardo O’Higgins hasta lograr su capitulación y exilio en 1823 fue la aguerrida hermana mayor, Javiera Carrera, una figura tan fascinante como temida.
José Miguel Carrera Verdugo murió a los 37 años. Pertenecía a la alta aristocracia chilena, a diferencia de O’Higgins, hijo ilegítimo de Ambrosio O’Higgins —quien llegó a ser virrey del Perú— y de Isabel Riquelme, hija de un hacendado. Carrera fue intrépido, audaz en lo militar y en lo social, ambicioso, rebelde, amante de la libertad, impulsivo y vehemente. Carismático, atractivo, elegante, mujeriego. Un verdadero caudillo chileno.
De esos que incomodan a su tiempo… y por eso mismo, no se olvidan.
No concuerdo; un irresponsable; guerrillero en argentina; despues de ser fusilado fue decapitado por todas las fechorias que impulso en argentina; era un castigo de dios.- lean el libro un guerrillero en argentina
ResponderBorrarCarrera, después que le quitan su flota, promueve las ideas federales desde Montevideo, con su imprenta clandestina. Pero luego que fusilan a sus hermanos y asesinan a su amigo Manuel Rodríguez, consiguiendo con ello la muerte de su anciano padre, don José Miguel de Carrera se propuso derribar al Directorio en Buenos Aires. Para ello influyó en los jefes de Artigas y luego dirigió las Guerras Federales en Argentina, orientando al general Francisco Ramírez, líder máximo de Entre Ríos, y a Estanislao López, líder máximo y gobernador de Santa Fé contra el Directorio y la Logia Lautaro. Con ellos consiguió tomarse Buenos Aires (dos veces) e imponer el tratado del Pilar (que él mismo redactó). Había formado un regimiento de Húsares, de puros chilenos, tras la primera captura de Buenos Aires por los Federales. Consiguió también imponer, en la jefatura del Estado de las Provincias Unidas del Plata, a don Manuel de Sarratea, con quien Carrera estaba combinado de antes, rechazando la sugerencia de que él mismo asumiera la jefatura del Estado en Argentina, que se lo propusieron -con insistencia- , varios caudillos de las huestes del llamado Ejército del Litoral, que el mismo encabezaba, con sus aliados de Entre Ríos y Santa Fé. Carrera ganó todos los combates y batallas que dirigió en Argentina, tanto con sus fuerzas propias como con las de sus aliados de Entre Ríos y Santa Fé.
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