Tengo hace rato en la mira cómo los equipos de trabajo conversan, con kilometraje andado de facilitar el proceso de elevar la calidad de la interacción, con resultados que no dejan de sorprenderme.
La calidad de como los equipos conversan es un fenómeno fundamentalmente humano, siendo las personas el principal factor determinante de lo que ahí sucederá. Y lo que puede suceder, es, repito, sorprendente, en muchas dimensiones.
Una de ellas es lo que las personas son capaces de decir en una reunión, por ejemplo. Dependerá de en que paradigma se encuentren situadas. Por ejemplo si se trata de ver quien tiene la razón o quien dice o no dice estupideces. Si están en esta, habrá varios que simplemente se quedarán callados y quizás solo asientan a lo que los otros digan.
Cuando se mueven al paradigma de que cada uno es un observador particular, de una realidad de la que hay dudas si existe allá o es creada simplemente por nosotros en el acto de ver. Si este paradigma se incorpora y las personas asumen que lo que emerge de cada uno, no es propio, sino que es el material que él como canal del equipo está siendo, la riqueza y diversidad de los aportes crece significativamente.
Quizás lo más importante en la dinámica de la conversación de un equipo, es como se escuchan. Cuanto foco pongan en la persona que está hablando, mirándolo atentamente, conectados con lo que está diciendo y desde qué emoción lo hace, empatizando con su contexto e historia. Cuan limpio está el lente de juicios y otras interferencias. Todo ello determinará la calidad de la comunicación, pieza central de la comunicación y lo que ello desencadena.
Siempre comienzo el trabajo con los equipos con presentaciones de todos, con cierta profundidad, pues es distinto algo dicho por este que por aquel y disponer de ese conocimiento, ya produce un handicap importante.
Quienes somos los que estamos en la reunión, cual es nuestra historia, pasiones y dolores, será pieza clave de lo que después acontezca.
Se han clasificado cuatro tipos de conversaciones y curiosamente cuando se está en una, todos sintonizan en ella. Está la conversación polite, amable, donde lo que se escucha es lo que no transgrede nada, donde lo que se pretende es agradar al otro. Luego viene el debate, donde se dice lo que se piensa sin importar que se hiera a alguien. Aquí las cosas se dicen y los problemas pueden ser abordados, se ven y se reconocen. Un paso más arriba es el diálogo, donde la escucha es empática, acogedora, interesa el construir juntos, donde lo que prima es el todo y donde las personas se sienten parte de la problemática y no simples observadores. Y finalmente está la conversación generativa, donde se apela a lo emergente, aquello que no necesariamente brota de la racionalidad sino de la intuición, la inteligencia del cuerpo o de quien sabe donde, a lo que se escucha en silencio y en meditación.
Pieza clave que un facilitador debe atender, son las resistencias, de las que hay de diverso tipo. Los juicios son los que bloquean el escuchar y el ver lo que otro trae a la mesa, simplemente por descalificación previa. El culpar, bloquea los canales de la empatía, de la apertura del corazón. La talla puede producir cerrazones donde ni se nota, pues el afectado por la burla o talla, sonríe y al mismo tiempo cierra su nivel de apertura. El miedo, es otro tipo de resistencia, que levanta barreras, incluso explicativas, que bloquean la conversación franca y abierta. Podemos seguir con los ataques directos, el cinismo, la intriga y varios otros, que serán temas que el facilitador y los que se vayan sumando a los objetivos generales, deben disolver en lo posible.
Aparte de ir introduciendo distinciones para observar estos fenómenos sociales, la selección de los temas debe cuidarse, de manera que el equipo cada vez más se vaya apropiando de ellos, de manera que les sean significativos tanto en lo laboral como en lo personal. Ayer por ejemplo hablábamos de como el acto terrorista de Barcelona les había afectado a cada uno.
Qué te pasa a ti con ese tema o con esa pregunta, me ha parecido a mi que más dirige la pregunta al observador particular que esa persona es. La pregunta no busca respuestas correctas ni atenidas al deber ser; solo quiere saber como eso se mueve dentro de la persona, para que lo comparta si desea.
Un aspecto que he aprendido a observar es cómo el tono emocional de la dinámica conversacional evoluciona. Siempre comienzo pregunta como ha llegado cada uno, como está. A través de esa pregunto indago tono emocional y disposición al trabajo o experiencia. Es de gran placer ver como a medida que las defensas caen, los egos se reducen y la participación aumenta, la riqueza emocional florece y la alegría suele ir llenando los espacios. Si, incluso hay personas que confiesan que antes le cargaba venir cada día a trabajar y ahora, después de estos trabajos, vienen con gusto. Lo que va pasando es que las personas van integrando más aspectos de su personalidad en el trabajo y eso es bueno para ellos y para la empresa, que prioriza en los resultados.
He aprendido a ver y sentir, el alto potencial de las personas en las empresas y más todavía el alto potencial creativo de los grupos que conversan, dialogan, en un alto nivel de sintonía y calidad. El factor humano, que nos hemos acostumbrado a pautear su funcionamiento con el perfil del cargo, en los grupos bien afiatados, que tienen conversaciones amplias y de calidad, empiezan a operar como un organismo vivo, que suplen los defectos de unos con el aporte de otros naturalmente, pues el todo es su asunto. Y como consecuencia de ello, de la creatividad que se moviliza, la pasión que puede surgir, la solidaridad, los resultados son el efecto más valorado. Y todos crecen y aprenden.
Aquí comparto mis impresiones y reflexiones sobre temas relacionados con el coaching profesional, que es mi actividad principal, libros que leo y otras menudencias, como una forma de compartir y propagar la conversación que estos temas generan
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