Un libro de historia de Chile, desde otro lado, desde la mirada mapuche. Un libro terrible, de lectura obligatoria, si quieres conocer de nuestro pasado, incluyendo otras miradas que las lavadas, idolátricas, insípidas, que nos enseñaron en el colegio.
Los mapuches fueron un pueblo, una nación, que vivía aquí, desde mucho antes que llegaran nuestros antepasados europeos. Al principio, los tratamos con honor y dignidad (en algunos momentos, no siempre), estableciendo el Bio-Bio como límite entre dos naciones independientes, con relaciones de buena calidad diplomática.
De repente nos dio por mirar esas tierras del pueblo mapuche y verlos a ellos como raza inferior, que nuestra soberbia y codicia, enervadas por alguna causa, movilizaron un ansia, un deseo de ir y hacerlas nuestras, así, porque si.
Dicen algunos, que mientras éramos colonia española, de elevada riqueza, no apareció ese prurito. Pero bastó que nos hiciéramos independientes, más pobres al parecer, que viéramos esas posesiones, como algo que debía ser nuestro.
Se me aparecen próceres de nuestra historia como Benjamín Vicuña Mackenna y Diego Barros Arana, como codiciosos racistas, mirando en menos a estas razas inferiores, propagando ideas de ir a la guerra contra ellas y si era necesario, exterminarlas.
Parece que esto del racismo y el verse ciertas razas como superiores y desde ahí con ciertos derechos e incluso obligaciones imperialistas y de dominio, era algo que andaba por muchos lados de esa época, con ideólogos como Nietzsche detrás. Era como uno de los signos de los tiempos.
Y la causa civilizadora, e incluso moral, como los argumentos más contundentes.
Visto todo esto desde la mirada de hoy, al menos la mía, esto que ocurrió en nuestra historia fue una vil usurpación, un robo, incluso un crimen, llevar a la miseria a toda una nación, quemando y matando, incluso familias enteras y llevándose a muchos de sus miembros, como esclavas realmente, para el servicio doméstico de nuestras cosas.
Ahí siguen muchos de sus descendientes, ahora con AFP, Isapre y leyes que más o menos les han permitido recuperar la dignidad, pero no la riqueza de la que fueron dueños sus antepasados.
Dos personajes relevantes de esta historia, son parientes míos: Cornelio Saavedra (mi padre era Bunster Saavedra) y José Bunster. Los tenía por nobles señores y hoy los veo de otra manera.
Pienso, y si yo hubiera vivido en esa época, de la que no hace tanto tiempo (1860), capaz que yo también hubiera sido lo vil que fueron ellos. Quien sabe, es posible.
Yo veranié toda mi vida en bellos y ricos fundos, tanto en la vecindad de Collipulli, hacienda Canadá, como de Mulchen, Licura, tierras totalmente mapuches con anterioridad, que siempre sentí legítimamente nuestras, herencias de respetables caballeros.
Hoy, veo esas tierras como el fruto de la usurpación chilena a sus dueños, los mapuches, donde mis antepasados fueron astutos beneficiarios. Y muy astutos, en el caso de José Bunster.
Más tarde, cuando yo tenía como 15 años, llegaron otros usurpadores, liderados por ideologías demócrata cristianas, en el gobierno de Frei Montalva y nos usurparon a nosotros.
De esta historia yo seguía, en el fondo de mi ser, resentido. Hoy, siento y pienso, que las cuentas, al menos de mi familia, han quedado saldadas.
Sin embargo, producto de ver esta historia contada por Pedro Cayuqueo, aun no me deja el alma quieta, tranquila, Quizás lo que más me pasa, es el engaño sufrido por nuestro sistema educacional, la acomodación de la historia, para que se vea ... bonita ? Un asco.
La crueldad de la invasión, donde en muchas partes fue de tierra arrasado, matando y quemando a destajo. Fue tal el desbande, que el territorio se llenó de bandidos, primero españoles y luego chilenos, que eran peores que los mismos soldados. Los crímenes que se cometieron, fueron feroces.
Tenemos una historia brutal, sangrienta, vil.
Para los norteamericanos, mirar su pasado de exterminio con los pueblos originarios, debe ser parecido. Los argentinos, no lo hicieron nada de mal, bastante bien sincronizados con los chilenos, siendo un hermano de José Bunster, Manuel, cónsul en Angol de Argentina (para las coordinaciones).
Una historia para ser leída y salir de nuestra ignorante inocencia. Entiendo que Cornelio Saavedra escribió sus memorias, cosa que se me hace imperativo leer, para ver esa mirada.
La realidad no existe, la creamos desde el tipo de observador que somos y a veces que elegimos ser. Pero un crimen será siempre un crimen.
Como se resuelve esto para adelante, porque el tema sigue vivo; te lo encargo. Por de pronto, abrazar al pueblo mapuche, hermanarlo y ayudarlos a que vuelvan a tener un espacio cultural digno, en este Chile del siglo XXI.
Referencias:
Entrevista a Pedro Cayuqueo
Aquí comparto mis impresiones y reflexiones sobre temas relacionados con el coaching profesional, que es mi actividad principal, libros que leo y otras menudencias, como una forma de compartir y propagar la conversación que estos temas generan
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Gracias por tu reflexión y tu honestidad estimado Gabriel. Muy aportador para ir abriendo más los ojos respecto a nuestro Chile y el trato que le hemos dado a nuestros hermanos mapuches.Para los que quieren seguir en el tema adjunto un link con una conversación sostenida con María Quiñelen una Maestra.https://youtu.be/wEYUvgZ08II
ResponderBorrar¡Un gran abrazo!
Edgardo
Gracias Gabriel! Es muy honesto y valiente transparentar lo que te pasó con tus antepasados.
ResponderBorrarAbrazo
Sin duda dan ganas de leer el libro con este excelente relato tuyo!!
ResponderBorrarExcelente crítica Gabriel. Sin duda Chile es un inmenso país en el que caba todo el mundo.
ResponderBorrarLa verdad siempre será la verdad y siempre llega dignifica recomocerla gracias por el comentario es una gran ayuda para que mas ciudadanos se acerquen a conocer esa verdad ocultada.
ResponderBorrarGracias por facilitarnos a abrir la cabeza y el corazón. Se pone a la cola de la lectura obligada.
ResponderBorrarNosotros podemos ser protagonistas del comienzo de un cambio de mirada.
Muchas gracias
Tendré que leer el libro! Para cambiar esto es imperativo cambiar la enseñanza de la historia de Chile que se encuenrtra distorsionada, es necesario hacer alusión a los parlamentos hispano-mapuches. Hay mucho paño que cortar!
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