Este libro me dejó consternado, afectado, triste incluso.
Existía en Chile un pueblo, una nación, próspero, orgulloso, con una cultura que cada vez me sorprende más, no individualista, conectados con la tierra y el cosmos, bastante democrático, nada jerárquico, salvo para eventualidades muy particulares, como la guerra.
Pero de repente, a los chilenos les dio por apetecer esas tierras, ese territorio. Y los atacaron, los invadieron, para tomarse el territorio.
Dicen que como nación española, rica, no se les había despertado la codicia. Ello pasa cuando se independizan y de repente pasan a ser pobres y la ambición brota.
La guerra misma entre estos dos pueblos es descrita por Pedro Cayuqueo en el tomo anterior de esta serie, Historia secreta mapuche.
Este tomo 2 habla de lo que pasó después de la derrota aplastante.
Los mapuches eran un pueblo guerrero que había peleado antes con los inkas derrotándolos. Por eso la llegada de este nuevo pueblo invasor, es llamado por los mapuches, los nuevos inkas o winkas.
Mientras la principal arma que usaba este pueblo invasor fue el arcabuz, que tomaba su tiempo cargarse y la puntería no era muy buena, los mapuches tuvieron su oportunidad. Esperaban que viniera el fogonazo, el humo y arremetían mientras cargaban las armas.
Cuando la tecnología avanzó y llegaron los rifles a repetición, con buena puntería por sobre el kilómetro, las ametralladoras y los cañones de última generación, la oportunidad para los mapuches se acabó.
De ahí en adelante fue una simple matanza. Un genocidio dirán muchos.
Los mapuches eran mucha gente. Muchos mueren en esa guerra sucia y otro tanto muere de la viruela, peste que se viene justo a continuación.
Lo que queda son hombres, mujeres, niños, ancianos, correteados de todas partes, arrinconados, perseguidos.
Toman familias enteras y las desmembran, enviando a las mujeres como empleadas domésticas a las grandes ciudades y a los niños y jóvenes, como mozos y trabajadores baratos, muy baratos.
Qué pasa después. Viene el periodo de colonización, donde viajan personeros de gobierno a Europa y Estados Unidos, a promover el venirse a poblar estas ricas tierras liberadas, mejorando con ello la productividad y la raza.
Y se viene la invasión de extranjeros. Ciudades como Angol, Talcahuano, Temuco, eran verdaderas torres de Babel. Se hablaba ahí todo tipo de idiomas.
La cosa para los colonos extranjeros tampoco fue tan fácil ni tan limpia. Muchas veces los mismos colonos qué llegaban eran de la peor especie y se dedicaron a estafar a sus connacionales. Notable el caso de los suizos, contada en este libro. Y del español Domínguez.
Claro, los países donde se promovía esta emigración, aprovechaba de deshacerse de lo peorcito.
El Estado les daba a estos extranjeros, 40 há, 80 há y 20 há más, por hijo sobre 12 años. Traían muchos hijos falsos, huérfanos, de los qué después se deshacían.
Tanto hecho, tanta cosa, jamás sabida en los ya muchos años de educación en Chile. Increíble.
Claro, más de alguien podrá dudar de todo esto contado por Pedro Cayuqueo. A mi me surge creerle.
A los extranjeros se les daban todas esas hectáreas, más enseres y herramientas. A los mapuches, una hectárea ? Cero herramientas ? Se los redujo a la pobreza más extrema.
Tengo el recuerdo de haber escuchado a alguna pariente mía decir que los mapuches eran pobres porque eran flojos y borrachos. No es para nada la imagen con que me quedé con este libro.
Nuestras constituciones históricas, no dan cuenta de este pueblo, de esta realidad. Se habla de la guerra del Pacífico, con profusión, y de la guerra de Arauco, nada o casi nada.
Por eso la constitución rechazada, tan llena de reconocimiento de los pueblos originarios, terminó en nada.
Qué haremos ahora ? Está por verse.
Hay mapuches que se integraron al pueblo chileno y prosperaron. El senador Francisco Huenchumilla es uno de ellos. Moisés Mellado, un profesor notable que tuve en ingeniería de la Chile, es otro caso. Recuerdo que hacía clases de espalda a los alumnos y cuando el alboroto superaba sus límites, se daba vueltas y su insulto era “chilenos”. Guardo buenos recuerdos de él.
Pienso que tenemos que ventilar esta parte de nuestra historia. Tenemos que devolverles la dignidad a los mapuches y tenemos que ayudar de verdad, a que salgan de su pobreza y puedan prosperar como los chilenos a lo que los invitamos a integrarse.
Darles el espacio a que se constituyan en una nación independiente, ya no lo veo viable.
He pensando mucho en los griegos cuando fueron conquistados por los romanos y llevados enjaulados a Roma para servir como esclavos profesores de los hijos de los nobles.
Duro libro de leerse, pero una historia nuestra que pienso es necesario saberse.
Estimado Gabriel, te agradezco profundamente este comentario sobre el libro de Cayuqueo, ya que me debo la lectura de la segunda parte; la primera me la devoré apenas fue publicada y para mí significó un antes y un después. Tenemos una ignorancia dolorosa en nuestro país-- porque es una ignorancia que sirve a los intereses del poder antes que a la dignidad de un pueblo que fue siempre orgulloso de su origen, y que podría enriquecernos con tanta sabiduría ancestral. Esta ignorancia nos empobrece a todos, y esto nunca fue más claro para mí que cuando tuve que criar a mi hijo y narrarle el mundo, pero no tenía conocimiento ni palabras para hablarle de los pueblos que son originarios (en tantos sentidos). Lamento tanto que los mapuche -y tantas otras naciones- pasen nuevamente al olvido por estos movimientos pendulares de nuestra política, porque estamos perdiendo una oportunidad de oro. Comparto tu emoción y la agradezco, y ojalá dejemos de mirar a la Araucanía como si fuera un far west que se debe domesticar, en lugar del verdadero y escandaloso despojo que ocurre frente a nosotros pero que escogemos ignorar ("El despojo" es otra lectura que me debo). Nos duele más dejar las parcelas de veraneo en el sur que mirar de frente a nuestra historia. Nadie dijo que esto sería fácil-- ya son muchos años de colonización, y los derechos y deberes se desdibujan ante la ley. Pero la moral y la honestidad es un reclamo que sigue ahí-- de nosotros frente a nosotros mismos. Imposible no pensar en el corto del gran Raúl Ruiz, "Te llamaremos hermano", casi enteramente hablado en mapudungun. Eso hace 50 y tantos años... Nuevamente, muchas gracias por tu comentario. Debo agregar que trabajo en un instituto cultural alemán, y en la última reunión regional el único punto unánime fue que deseamos trabajar con las culturas originarias y darles el espacio que merecen, algo urgente antes que más idiomas desaparezcan, y con ello una visión de mundo valiosa. Y que el primer paso es escuchar, escuchar, escuchar; leer, leer, leer; para luego poder iniciar un diálogo. Pedro Cayuqueo ofrece un puente necesario, por más doloroso que sea. Basta de ignorancia. Nos debemos al menos el reconocimiento constitucional de los pueblos que desarrollaron su cultura y su saber siglos antes que los españoles nos hicieran creer que solo lo europeo tiene valor. Saludos cordiales, querido Gabriel, de Isabel Mardones (isabelmardonesrosa@gmail.com)
ResponderBorrarMuchas gracias Gabriel, me veo obligado a leer dichas obras
ResponderBorrarGran Aporte Gabriel.
ResponderBorrarQue bien que alces la voz de tantos sin voz. Cuando éramos niños en el colegio nos enseñaban la conquista española con una naturalidad y nada se cuestionaba. Ahora, que sabes 3sta dolorosa realidad, no podemos quedar indiferentes, pero por otro lado, veo muy difícil un retorno. GRACIAS GABRIEL
ResponderBorrar¿Qué hay de los parlamentos hispano-mapuche? Poco se sabe de ellos y quizás ahí está el camino a seguir .... Un abrazo!
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