Ximena Abogabir tiene 75 años cuando escribe este libro el año pasado. A los 70 años creó Travesía100 para ayudar en el tránsito entre los 60 años y los 100.
Es su origen árabe que la hará emprendedora desde muy pequeña, cuando aprende a bordar y la empleada le hacía monos en telas que ella bordaba y luego vendía una y otra vez a parientes en el almuerzo de los domingos donde la abuela.
Antes tiene unas anécdotas que la hacen admirable por su autonomía precoz, cuando queda sola arriba del trolley de vuelta a casa, cuando la empleada se distrae con su hermana mayor comprando golosinas. Sabe donde bajarse y el problema insalvable parece ser cruzar la calle de vuelta a casa. Pero una manga amiga le sirve para la tarea imposible de cruzar sola la calle. Y llega a casa donde no había nadie y ella espera sentada en la calle frente a su casa, hasta que sus padres aparecen avisados por la vecina.
Me cae bien Ximena Abogabir Scott. Ese Scott le pone un toque inglés a su origen.
Algo le pasa a los 70 años, qué deja su relevante participación en su otra creación La casa de la Paz y se va para crear esta Travesia100, donde el tema es esta travesía de los siguientes 40 años, después de la de los 20 a los 60. Son cuarenta años más, que se supone deben ser de espera de la carroza de la muerte en una mecedora en el living de la casa familiar.
Claro, ella ve este tremendo fallo cultural, producto del desarrollo tecnológico que ha movido nuestra esperanza de vida, ya casi hasta los 100 años.
La verdad, disponemos de 40 años más, que pueden ser muy bien vividos, después de los años de jubilación entre los 60 y 65.
Y diría que lo central del libro es este impulso por cambiar el paradigma de lo que es la vejez, partiendo por cambiarle el nombre a longevidad; más vida, más tiempo para uno.
Ya hicimos la pega de criar hijos y hacer un capital para la vejez (no todos); ahora nos toca a nosotros.
Busca qué te encanta. Busca aquellas cosas que al hacerlas se te pasa el tiempo volando sin que te des cuenta. Tiene que ser algo que sea de utilidad para el mundo de personas que te rodean. Y observa si cuando estás en cosas con esas características, lo que vas necesitando aparece solo; abunda lo que se llama sincronicidad. Es el universo que se alinea de tu lado.
No se te vaya a pasar por la cabeza quedarte solo, aislarte; es fatal. Busca nuevas amistades, redes, grupos, amigos, comunidad. Se parte, intégrate.
Nunca pares ni dejes de aprender; de a lo que pretendes dedicarte y de tantas cosas más. La historia de la humanidad, por ejemplo, y tantas cosas más que puedes aprender y disfrutar haciéndolo.
Esta etapa de la vida debe estar centrada en disfrutar y ser un aporte para la comunidad.
Nunca dejes que a medida que vayas envejeciendo otros tomen el control de tu vida y tus decisiones. Defiende hasta donde puedas tu dignidad y autonomía. Hasta donde se pueda, obviamente, y después aprende a recibir y ser humilde.
El libro está plagado de buenas ideas, como el co-housing y el co-living en grupos de viejos. Para ello hay que aprender a elegir con quién y hay que aprender a ser colaborativo y sensible a las necesidades de los demás.
Y el mundo se está llenando de viejos, por esto de la longevidad y porque las parejas jóvenes están teniendo muy pocos niños. Algo tenemos que hacer y tiene que ser de una forma que sea de nuestro gusto y forma en que queremos que sea.
Cierro con estas frases para el bronce: “hay vida después de los 60” y “que la muerte nos pille vivos”.
Referidos:
Joseph Coughlin
Raúl Mengíbar
Humberto Maturana
Robert Butler
Delfina Guzman
Daniela Thumala
Gracias Gabriel por tus Palabras Mayores. Veo que estamos en la misma sintonía. Hay tanto por hacer porque la actual situación nos hace daño a todas las generaciones. Nada menos que reinventar el curso de la vida. Lo bueno es que, dado que todos somos o seremos mayores, nadie se opone.
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