Eramos cuatro, dos parejas, Diego y la Carmen, la Andrea y yo. El día estaba nublado, igual que todos los días de esa semana que terminaba ese fin de semana.
La playa de las Cujas es bellísima; rodeada de casas relajadas de presupuesto, donde los jardines se descuelgan para llegar casi hasta la arena adornando los senderos de bajada y subida. La hondonada misma me pareció mas ancha que el registro de mis recuerdos. Si no fuera tan helada el agua, pensé, está ideal para nadar unas cuantas brasadas sin riesgo de resacas o marejadas. Mas tarde supe que la Cata suele, en sus recientes veraneos en la zona, venir a dar unas brasadas en esas aguas.
(foto de Rick Rohan)
La ruta hacia Zapallar por la orilla de la playa, parte prometiendo un paseo mas que recomendable. El mar bulle muy cerca en muchas partes y el camino serpentea buscando el mejor paso por entre las formas espontaneas de las rocas.
Es un proyecto impulsado por no recuerdo quien de la Municipalidad; arquitecto, creo. Diego me lo contó.
La verdad es que luego de un buen tramo, el camino se acaba y nos vemos obligados a concentrar la mirada en donde ponemos el pie, para no torcernos el tobillo. Las casas nos acompañarán todo el trayecto. El solo mirar esas casas de fantasía, diseñadas por sus dueños y arquitectos, en lugares con vistas increibles, donde uno imagina los mas placenteros momentos de distensión, creatividad, lectura, reflexión, compañía, placer, lo que sea que nos pone a los humanos en la cúspide de la creación.
Pasamos por la casa de la Cecilia Echeñique, que con generosa disposición nos mostró su casa entera; un sueño, que domina una pequeña playa, que es casi como su playa privada, donde vemos a sobrinos suyos que en ese frio día de invierno igual se meten al agua. Claro, ese sendero no es de su completo agrado; es como si pasaran por el mismo living de su casa.
Teminamos la ruta en Zapallar, luego de unas tres horas, calculo. Bastante cansados, y debo reconocer que el sendero no debe ser mas de un tercio de todo el recorrido.
Cuando esté listo, no dejen de darse el gusto, apreciando ese hermoso mar, esas rocas que son una fiesta de variedades, y esas casas que invitan a fantasear escenas y vivencias de ensueño.
Bonito paseo
ResponderBorrarCuando quieras están invitados a un paseo similar: De Tunquen a Quintay por la costa
Un abrazo
Me encanta como escribes...me hace vivir contigo tu experiencia y eso me gusta mucho!!
ResponderBorrarGabriel
ResponderBorrarEl arquitecto que impulsó la construcción del sendero costero entre Cachagua y Zapallar fue Lucho Garretón. Murió hace algunos años, dejó una familia numerosa, buena arquitectura y este paseo preciosso por el cual se le va a recordar por mucho tiempo.
Em cuanto a la Cecilia Echenique, te cuento que es una persona muy valiosa. No sólo canta, también pinta, tiene mucho talento. Fuimos compañeras de curso y la recuerdo siempre con un lápiz en la mano, pintando cabezas de caballos. Su papá, Juan Echenique, fué un gran acuarelista (además, uno de los arquitectos importantes que ha tenido Chile).
Cariños, y los invito a hacer el paseo desde Quintay a Tunquén, terminando con un almuerzo en mi casa.
Andrea Brandes