Conversaba el otro día con una amiga acerca de que su hijo había estudiado música en el extranjero, pero que luego de haber terminado le había dicho a su madre, esto a la distancia, pues viven en países diferentes, que entraría a estudiar economía, pues con la música se moriría de hambre; cosa que hizo y ha terminado estudiando computación para programar aplicaciones de finanzas y otras yerbas. La madre se mostraba un poco confusa por estas vueltas de su hijo.
Yo, me quedé mirando hacia el infinito y le dije que me parecía que el mundo estaba cambiando de tal forma, que se venía un mundo digital que nadie aun sabe como será, como se ganaría el dinero ahí y lo que si está claro es que muchos, muchísimos oficios, dejarán de existir por la desmaterialización de sus productos, por la prácticamente gratuita distribución planetaria a través del medio digital de Internet y por la participación de la gente en influir en las opciones de compra de la población a través de estos medios participativos que nos sacan del mainstream de la influencia de la publicidad tradicional.
Y, que la gente y en particular su hijo, están subiéndose a esa dimensión digital por distintas vías, como sea, por las ventanas, por el techo, por la chimenea.
Hoy ya existe una batalla encarnizada entre el mundo en que estamos de las patentes, la propiedad intelectual, etc., el poder establecido en definitiva, que lucha contra esta debacle que se les viene.
Quien ganará, no se sabe; pero yo intuyo que no hay vuelta, que lo digital.
Por eso, la alfabetización digital es imperativa y el despliegue de la banda ancha, una necesidad.
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