Vivimos bombardeados por noticias que, como dice Rutger Bregman, son para el espíritu lo que el azúcar es para el cuerpo: adictivas y dañinas. Décadas de estudios muestran que una dieta informativa centrada en lo negativo deteriora la salud mental. Paradójicamente, estamos en la época más próspera, segura y saludable de la historia… pero miramos el mundo como si ardiera. ¿Por qué? Porque somos más sensibles a lo negativo, y porque Facebook, X e Instagram, han perfeccionado el arte de retener nuestra atención amplificando el miedo.
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Rutger Bregman |
1) Un animal amistoso (Homo cachorrito)
Dmitri Beliáyev intuyó que la domesticación favorece rasgos prosociales. Bregman sintoniza: somos primates domesticados, el “Homo cachorrito”, seleccionados por la cooperación. Sobrevivimos no por ser los más fuertes sino los más amables y conectados: nos ruborizamos (nos importa lo que el otro piense), expresamos emociones con la mirada, nos cuesta esconderlas. La inteligencia social —dice el autor— no solo nos vuelve mejores compañeros: también nos hace más inteligentes.
“El Homo sapiens era más simple, pero estaba mejor conectado.”
2) Mitos que dañan: Zimbardo, Milgram y “El señor de las moscas”
Rutger Bregman desarma algunos relatos tóxicos que moldean nuestra educación cívica:
- Experimento de Stanford (Zimbardo): dirección teatral, manipulaciones, guion. No prueba que “cualquiera” se vuelva monstruo en una cárcel.
- Milgram: montaje persuasivo, fuerte presión de autoridad. No es “naturaleza malvada”, es situación y diseño.
- El señor de las moscas: en la vida real, cuando unos chicos naufragaron, colaboraron. El libro de Golding es ficción; nuestra naturaleza tiene más cooperación de la que admitimos.
Cuando repetimos historias cínicas, producimos efectos nocebo: si tratas a la gente como escoria, se comportará como tal; si la tratas como responsable, responderá.
3) Isla de Pascua: de fábula sombría a historia de resiliencia
Rutger Bregman revisa el caso Rapa Nui: de la narrativa del colapso eco-suicida y caníbal a una historia mucho más compleja, donde influyeron ratas (que frenaron el bosque), incursiones esclavistas, epidemias y violencia traída de fuera. No hubo el canibalismo “ejemplarizante” que se usó como moraleja moralista. Lo que sí hubo fue ingenio y adaptación. La lección: cuidado con las historias que simplifican para culpar; suelen servir agendas ajenas.
4) Poder, guerra y camaradería
Las guerras —recuerda Rutger Bregman— no estallan por la “maldad innata” del soldado raso, sino por intereses de élites. En el frente, lo que sostiene a los combatientes no es odio metafísico sino camaradería. Navidad de 1914: treguas espontáneas, villancicos, intercambio de regalos y partidos de fútbol. Si dependiera de los soldados, la guerra habría terminado allí. La “banalidad del mal” (Arendt) no nos condena: nos advierte sobre distancia, obediencia ciega y diseño de instituciones.
5) Los bebés, la moral y el contacto
Estudios con bebés muestran preferencias tempranas por lo cooperativo; con un año y medio ya ayudan. El poder, en cambio, desconecta: nos hace menos empáticos. La medicina práctica de Bregman es el contacto: reduce prejuicios, aumenta confianza y solidaridad. Mandela lo demostró: la resistencia no violenta convoca a más gente y gana más que la violenta.
“El mal es más fuerte, pero el bien es mucho más frecuente.”
6) Instituciones que confían: del trabajo a la escuela y la seguridad
- Trabajo: Los “palos y zanahorias” de Taylor matan la motivación. Bregman cita a Jos de Blok (Buurtzorg): equipos autónomos de enfermería, sin gerentes, más libertad, mejor salario, un solo servicio (cuidar) y resultados superiores. También FAVI (Zobrist): minifábricas de 25–30 personas, contratación por el equipo, rendición de cuentas al cliente. Si ves a tus empleados como profesionales responsables, se comportan así.
- Escuela: La creatividad no se enseña; se deja florecer. Ejemplos como Ágora priorizan curiosidad, juego, proyectos, mentores, objetivos propios. Menos jaulas, más caminos singulares.
- Justicia y policía: La “ventanas rotas” presume gente mala y produce abuso. La policía comunitaria parte de que la mayoría es decente; conocer nombres y abuelas baja la violencia. Holanda frente al terrorismo: más democracia, más humanismo.
- Bienes comunes y economía: Elinor Ostrom mostró que los comunes pueden gestionarse; el Alaska Permanent Fund es una forma de ingreso ciudadano. Diseñar desde la confianza cambia comportamientos.
7) Noticias, redes y la dieta de la atención
Las redes explotan nuestro sesgo de negatividad. Resultado: una lente que deforma la realidad. Recomendación de Bregman: cuidar la dieta informativa (menos “azúcar”), buscar historias de cooperación, practicar compasión (menos drenaje que la empatía), y hablar a la lengua materna del otro: la del respeto.
8) Qué hacer mañana por la mañana
- Edita tu entorno: reduce noticias y doomscrolling. Elige medios que aporten contexto y soluciones.
- Diseña confianza: en tu equipo, prueba micro-autonomías (decisiones locales, métricas compartidas, rotación de liderazgo).
- Practica contacto: cruza burbujas, agenda conversaciones con “el otro”.
- Cambia la historia que cuentas: reconoce la bondad cotidiana en voz alta (la bondad es contagiosa).
- Educa para el juego y el propósito: más proyectos propios, menos tarea por tarea.
- Presupón buenas intenciones: sí, te engañarán alguna vez; es un precio pequeño por una vida vivida desde la confianza.
“No te avergüences por tu generosidad. Haz el bien a plena luz del día.”
Cierre
Dignos de ser humanos no es un canto naïf; es una invitación práctica a rediseñar sistemas desde una antropología esperanzadora. Si creemos que la gente puede responder a la confianza, y actuamos en consecuencia, empezamos a vivir en un mundo donde eso se vuelve verdad.
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