domingo, octubre 05, 2025

Libro Qué sabes de Nietzsche de José Rafael Hernández Arias

Friedrich Nietzsche nació en 1844, en una familia de pastores luteranos de Prusia. Su infancia fue frágil, entre mujeres —madre, abuela, tías y su hermana Elisabeth— y marcada por la muerte temprana del padre y de un hermano. Desde pequeño mostró disciplina, seriedad, y una pasión voraz por el conocimiento. Dudó pronto del cristianismo, escribió a los 14 años una autobiografía titulada De mi vida, y sintió fascinación por los griegos, Wagner, Goethe y Napoleón.

Nietzsche es, ante todo, un espíritu en rebelión contra la cultura occidental. Su crítica es demoledora. Denuncia que desde Sócrates hemos sucumbido al dominio de lo apolíneo —la razón, la medida, el control— en detrimento de lo dionisíaco: el éxtasis, la pasión, el caos vital. Esa subordinación de la vida a la razón habría, según él, envenenado el alma de Occidente.

Wagner, su amigo y luego antagonista, encarnó para Nietzsche el intento de reunir nuevamente esas dos fuerzas: el orden apolíneo y la embriaguez dionisíaca. Pero Nietzsche fue más lejos: quiso fundar una nueva filosofía, una moral más allá del bien y del mal, una afirmación rotunda de la vida.

El martillo de la crítica

El cristianismo, sostenía, debilitó a Occidente con su moral de compasión y su promesa de un más allá. Schopenhauer proponía negar la voluntad, al modo budista. Nietzsche, en cambio, gritó un sí a la vida, con todo su sufrimiento, su placer y su vértigo.

El hombre moderno, domesticado y obediente, debía ser superado por un nuevo tipo humano: el superhombre, libre, creador, capaz de vivir sin consuelo, sin Dios, sin esperanza, pero afirmando el valor de existir.

Dios ha muerto”, proclamó. Y con esa muerte, el hombre queda huérfano de fundamento, obligado a inventar sus propios valores. Es una condena y una oportunidad.

La voluntad de poder

La clave de su filosofía es la voluntad de poder, no entendida como dominio sobre otros, sino como impulso vital, energía creadora, crecimiento interior. “La vida —dice Nietzsche— es incremento de sí misma, no lucha por la existencia.”

En esa tensión vital, la moral tradicional aparece como un instrumento de los débiles, una “moral de esclavos” que exalta la humildad y la compasión, y reprime la fuerza, la afirmación, la alegría de vivir. Frente a ella, Nietzsche rescata la “moral de señores”: la de quien crea, arriesga y danza sobre el abismo.

Nihilismo y renacimiento

El nihilismo, para él, es el signo de los tiempos: el derrumbe de todos los valores. Pero distingue entre el nihilismo pasivo, que se hunde en la apatía, y el nihilismo activo, que destruye para crear de nuevo. En ese vacío, el hombre tiene la tarea más alta: configurar su vida como una obra de arte.

Tres animales del alma

En Así habló Zaratustra, Nietzsche describe tres transformaciones del espíritu:

  • El camello, que dice “tú debes” y carga con los valores heredados.
  • El león, que ruge “yo quiero” y destruye lo impuesto.
  • Y finalmente el niño, símbolo del superhombre, que crea sus propios valores y juega, libre de toda culpa.

El fuego que no se apaga

Nietzsche murió en 1900, tras años de enfermedad y locura, pero su pensamiento sigue encendiendo hogueras. Fue músico, poeta, filólogo, filósofo errante. Escribió con martillo, con danza y con relámpago.

Su verdad era incómoda: la vida no tiene sentido, salvo el que tú le das. No hay consuelo ni progreso garantizado, pero sí una posibilidad inagotable de creación.

Quizás su pregunta más vigente sea esta:

¿Qué pasaría si vivieras tu vida como si fuera una obra de arte?

3 comentarios:

  1. Anónimo7:30 a.m.

    Gracias Gabriel, muy ilustrativo. Cada transformación del espíritu y de la sociedad tiene su momento para continuar viviendo. La sociedad para sostenerse necesita “camellos, leones y niños”. ¿Qué ocurriría con solo uno de ellos? ¡Solo leones! Gritan los más atrevidos, ¡Niños! Gritan los libres e ingenuos, ¡No puede ser, Camellos! ¿A dónde vamos a ir a parar? gritan los temerosos, …. Y sin embargo, la vida continúa adelante, auto dosificándose transformaciones, para finalmente concluir, “todo está bien”, es lo que merecemos con nuestros procederes.

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  2. Anónimo8:35 a.m.

    Me encantó la reflexión. Me hace pensar en la libertad del ser. En la complejidad humana de vivir a fondo, sin desconocer de dónde venimos y que probablemente hay predisposiciones internas que nos pueden ayudar a fluir mejor en el intento de ser más plenos y llegar lo más lejos posible en nuestra realización personal y colectiva. Gracias por compartir.

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  3. Anónimo10:20 a.m.

    Me parece contradictoria la pregunta, ya que una obra de arte contiene dos partes, una el artista que crea la obra y la otra es la obra en si misma. Una es activa (el artista) y la otra es pasiva (la obra en si), por lo tanto debería vivir como el aritsta y no como la obra de arte.

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