Es la propuesta de Dario Ergas, José Rivadeneyra y Madeleine John.
En mi tradición del coaching, para tratar el resentimiento, el tratamiento era el perdón. No un perdón con olvido, borrón y cuenta nueva; perdón, para que el dolor, el sufrimiento que acarreo, dejen de operar.
Vivimos en una cultura que enaltece la violencia como mecanismo de solución de problemas. Enaltece el sufrimiento como instrumento para redimir la culpa del que me hizo daño.
Por lo tanto el sentimiento de rabia y venganza está justificado. El que me hizo ese daño tiene que pagar. Y mientras tanto yo me jodo resentido, tiño mi vida con la necesidad incluso, orientada a la venganza.
Quedo jodido.
Esta propuesta mira algo en el núcleo de nuestra interioridad, algo que llaman la unidad interior.
Tenemos que desarrollar la habilidad de mirar esa unidad interior y ser capaces de detectar si nuestros actos fortalecen esa unidad o la degradan.
Ese barómetro será o debiera ser nuestro determinante si algo que hacemos es bueno o malo, moral o inmoral, ético o no ético.
No me gusta el término “unidad interior”. Pienso que refiere a una especie de sustancia espiritual que crece o se degrada según la calidad de nuestros actos.
Incluso en el librito en que me baso para esta reflexión, hay un capítulo titulado “Nueva espiritualidad”. Me gusta que rescatemos la dimensión espiritual, tan ausente que ha quedado en nuestra época.
Solo mirando ese barómetro, nos daremos cuenta de la importancia de las relaciones que llevamos, que sostenemos, en nuestra felicidad o infelicidad.
La violencia siempre y en todas sus formas, estaría demostrado, degrada esta unidad interna.
Estar resentidos solo nos jode. Y muchas veces el único jodido es el resentido, porque el que hizo el daño, quizás no se acuerda del hecho, se murió o quien sabe.
Hay que sanarse del resentimiento si o si.
Para ello, primero sobrevolar la escena con la distancia de quien mira desde el balcón. Con objetividad, para lado y lado. Ver al otro con humanidad, como un legítimo otro, con luces y sombras igual que nosotros.
Lo habitual es cargar los dados a favor de uno, de manera de quedar lo más inocente posible. No hagas eso. Ve tu lado también.
Después que pones arriba de la mesa, todos los contextos, todas las miradas, buscas “reconciliarte” con el otro. Y contigo mismo.
Si lo logras, abres la cancha para más luz hacia adelante, para mas posibilidades, para mas entusiasmo y alegría vital.
¿Qué mejor ?
Referencia: Propuesta hacia la reconciliación
Era bastante joven cuando detecté el resentimiento con mi familia, culpándolos a ellos por el mundo ideal que quería vivir y no existia. No imaginaba que esos resentimientos eran la raiz de la depresión y por tanto de mi angustia y lo que hoy se conoce como crisis de pánico. Cuando empecé estos estudios, todos esos males los identifiqué como "sinsentido". La raiz de la angustia, depresión y pánico fue el sinsentido, y la raiz del sinsentido lo descubrí en el resentimiento. Así de importante me pareció el intento de reconciliación
ResponderBorrarCreo muy interesante el tema, no puedo decir si es el perdón o la reconciliación la respuesta al resentimiento, creo que ambos son muy importantes, pero creo, según mi experiencia, que lo primero es sacar a la luz lo que te ha dañado, reconocerlo, porque eso hace que te sientas menos perdido y angustiado, acoger la pena o rabia que te produce y luego ver de dónde
ResponderBorrarviene, quién o quiénes te generan ese resentimiento y luego tratar de entender qué pasaba por sus vidas, qué heridas y dolores traían en sus
propias vidas, el grado de conciencia de que lo que te hicieron o dejaron de hacer, te produjo daño y resentimiento, creo que la empatía es fundamental, después de eso, el perdón surge en forma más natural y ya deja de producirte rabia, la reconciliación puede llegar, pero creo que lo más importante es cómo estés parado tú frente a quienes te dañaron o dañan, a veces verbalizarlo otras, solo el silencio y abrazar tu pena y mirar hacia delante.