Despierto y aun no amanece; me levanto silenciosamente, me abrigo y me dirijo al escritorio donde están los dos computadores que usamos en la casa para salir a Internet. Enciendo la pantalla del que dejamos siempre prendido, para evitarnos la demora de la puesta en marcha de Windows, y levanto el navegador que en mi caso es Firefox. Automáticamente se abren las ventanas de Bloglines, mi herramienta de suscripción de blogs, y mis dos mails, Gmail y Hotmail.
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Y empiezo a recorrer mis carpetas de blogs a los que estoy suscrito viendo quienes han escrito desde la última vez que los visité, y asomándome a la materia de la que han escrito.
Y me voy a leer, siguiendo normalmente un orden que tiene que ver con mis intereses y afectos.
Leo, y leo, y comento. Sé del valor del comentario para los que escriben, por lo que comento bastante. Cuando uno tiene blogs sabe esto, por eso normalmente los que comentan suelen tener blog y los que no lo tienen rara vez comentan. Interesante hecho, que pienso se debe a que la experiencia de participación no está incorporada en nuestra experiencia de leer prensa ni de visitar sitios Web.
La gente que bloguea, incorpora en sus prácticas habituales la de comentar en los blogs de otros, o sea, la de participar en esta especie de conversación que son los blogs.
No siempre escribo. A veces algún tema por el que paso, me atrapa lo suficiente como para producir un texto aparte del posible comentario que lo que he leído me provoca. Otras veces vengo ya con un tema que he pensado, que vengo amasando desde algún tiempo.
Los que blogueamos andamos por la vida pensando si esto o aquello es para bloguearlo o no. Es curioso, pero desde que blogueo que tengo esa mirada de imaginarme esa experiencia, esa situación, puesta en un blog. Incluso algunos amigos bromean diciéndome, y no vayas a bloquear esto, ah?.
Incluso hay situaciones que son blogueables pero que pueden hacerle daño a personas y por lo tanto debo pensarla dos veces antes de hacerlo. Se que cuando escribo, no solo presento lo que digo, sino que además me presento a mi mismo diciendo eso. Y eso queda.
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Finalmente estoy escribiendo algo que voy a postear, a publicar, como este mismo texto. Normalmente estoy solo, es muy temprano en la mañana, nadie ni nada me interfiere, y estoy puesto en lo que estoy diciendo en estas letras que van apareciendo en la pantalla, una tras otra, de una manera muy particular. Lo que digo, sale de dentro, sale de un proceso reflexivo bastante profundo normalmente; nadie me apura, como en las conversaciones en que el otro, u otro, está queriendo también decir algo. Incluso, tengo el tiempo para terminarlo y revisarlo, a veces horas o días después, antes de apretar el botón publicar. Si, apretar el botón publicar, es toda una experiencia, especialmente para los que están empezando.
Después que pincho el botón publicar, ya no estoy solo en esa habitación cerrada, mientras el resto de la casa duerme en la oscuridad. Salté al espacio público, de límites insospechados. El texto que acabo de lanzar está al alcance de quien sabe quien, en cualquier parte del mundo. Personas individuales que quizás también en la soledad de sus espacios privados me leerán.
Algunos se aburrirán, otros pasaran sin pena ni gloria, a otros les gustará o les llegará, y alguno, ojala, me hará un comentario. Me dirá algo a mí y a quien quiera leerlo, pues no solo yo leeré su comentario. Es como que la conversación que se desencadena ya no me pertenece; es pública.
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Después, ando por el día, conversando con gente, participando en reuniones, y a veces, me dicen algo respecto de esto o aquello que escribí en mi blog, o que alguien me comentó. Mi blog y los blogs, son tema de conversación, y afectan, como me ven, como me veo, y quien soy en el mundo.
Mi blog enriquece la imagen que proyecto; para los que lo leen, por supuesto. Con mi blog llego a más gente; llego además a otra gente; gente que si no tuviera blog jamás sabrían de mi. Y, hay cosas que han pasado en mi vida única y exclusivamente por mi blog; de esto hablaré en un siguiente post pues este ya está muy largo.
PD: las fotos son de
Paul Dzik