Otros sienten el destape de sentimientos dolorosos contenidos, como el abuso, la injusticia, la rapiña de los más poderosos.
Necesitamos desarrollar ciertas capacidades humanas necesarias para poder sentarnos frente a frente y conversar.
El primer acto de sentarnos frente a frente tiene muchos matices.
Imaginate sentarnos frente a alguien, sin saber nada de él, y estar dispuesto a mirarnos atentamente, sin hablar, solo dejando la impresión de esa persona nos llegue. Recuerdo una artista que se sentaba y esperaba que cualquier persona del público se sentara frente a ella y sostenía su mirada en silencio; pasaban cosas; bellas cosas.
En el 3xi invitamos a las personas a ir a ese encuentro, dejando sus roles afuera y entrando solo como las personas que son. Eso hacía una diferencia.
Esta se materializaba cuando todos los de un grupo se presentaban, dejando en claro que no queríamos un currículum, sino algo de la historia personal.
Personas frente a frente y no roles frente a frente. Si, se puede. Y hace una gran diferencia.
No siempre se puede; no siempre es el caso.
Hay personas que cuando pierden el rol, entran en una crisis de identidad mayor.
Después empezamos a conversar.
Lo hacemos en base a una pregunta. Todos por turnos deben hablar a partir de la provocación que es la pregunta.
No se buscan ni se esperan respuestas correctas, ni menos la verdad sobre el asunto.
Dos cosas se busca realizar aquí desde mi entendimiento: una, es que no existe una sola forma de ver la realidad, sino tantas como observadores somos. Esto es muy difícil de aceptar por las mentes muy seteadas por el pensamiento científico. Pensamiento que viene convencido del pensamiento objetivo, cosa que se les desmoronó en la física cuántica y el experimento de que la luz es partícula u onda según si hay o no un agente consciente mirando.
Y dos, eliminar la posibilidad de juicios. De que unos emitan juicios sobre lo que los otros dicen. Los juicios lesionan la apertura de mente de los grupos, lesionan el poder recibir, con apertura, lo que el otro dice.
Si en un grupo no hay capacidad de escucharse unos a otros con apertura de mente, la conversación, la posibilidad de conversar, queda lesionada.
Cuando hemos logrado lo que se ha dicho antes, estamos en un segundo nivel de conversación, donde las posiciones se pueden expresar, las posiciones diversas son escuchadas.
Cuando esto ha pasado, nuestras particulares perspectivas se habrán enriquecido y podremos empezar a hacer propuestas de solución, propuestas de acción.
Estas serán otra fuente de conversación y la idea es avanzar hacia consensos y votaciones, para tomar decisiones y desencadenar la acción.
En esta forma de conversar, yo me identifico con como pienso. Por ello habrán tiras y aflojas, habrá se podría decir, lucha. Lucha entre individualidades, lucha entre posiciones partidistas. El objetivo es llegar a decisiones.
Hay un nivel superior de conversación, que es cuando dejo de estar parapetado detrás de mis posiciones y suelto esa identificación con la forma en que pienso y paso de no solo tener la mente abierta, sino que además el corazón abierto.
Cuando esto ocurre, la escucha empática se hace posible y puedo ponerme en los zapatos del otro. Puedo tener una actitud indagativa respecto de lo que el otro siente y piensa, pues de verdad me interesa entender su posición, su visión.
Cuando esto ocurre, el problema que enfrentamos, pasa a ser nuestro. Hemos pasado del individualismo a sentirnos parte de, algo más grande. Hemos pasado de yo a nosotros. De Ego a Eco como dice Otto Scharmer.
A esta forma de conversar se le llama diálogo. Implica abrir el corazón al otro, de verdad. No es fácil. No es frecuente.
La manera de destruir este nivel de conversación es culpando al otro. Cuando hacemos eso, el otro muy rápidamente cierra su corazón y volvemos a la lucha de la forma anterior de conversación, el debate.
Cuando el diálogo es posible, la emoción con que salimos, es de alegría.
Cuando la forma de conversar en la lucha del debate, salimos cansados.
Podemos ir más allá en el nivel de conversación, que es cuando libres de emociones como el miedo, la rabia y, muy importante, la arrogancia, nos conectamos con nuestra presencia presente, con nuestro cuerpo y tripas, y accedemos a cosas como nuestra intuición, lo que quiere emerger a través nuestro, incluso a fenómenos como la sincronicidad.
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Este tipo de conversaciones, son llamadas conversaciones generativas, que cuando ocurren nos afectan, transformándonos, incluso.
El conversar tiene adosado muy entrañablemente, el escuchar.
Cómo escuchamos, es clave para tener éxito en nuestras conversaciones.
La escucha también es una zona de desarrollo e indagaciones. Sabemos cómo escuchamos, hasta dónde es posible escuchar ? Sabemos distinguir cómo estamos escuchando ? A veces nos damos cuenta que no nos están escuchando, o lo poco que lo hacen, no ?
Escuchar, en forma activa, empática, abierta, es fundamental, para avanzar en el bien conversar.
Hay interacciones, a las que no puedo llamar conversaciones, en las que de lo que se trata, es de someter al otro, subyugarlo. En ese caso, los instrumentos que se usan son la intriga, la desinformación, el acoso, la intimidación.
Surgen el miedo, la rabia, la soberbia. El objetivo es someter al otro y ejercer el poder sin restricciones.
No puedo considerar a este tipo de interacciones, conversaciones y por eso las pongo aquí, pues debemos estar alertas a ellas para censurarlas y restringirlas.
Otro tipo de conversación, es aquella en que solo decimos cosas que al otro le agradará escuchar. Es cuando somos amables y solo queremos transmitir afecto, por ejemplo. Estas suelen llamarse conversaciones amables.
Manejar estas distinciones del conversar, pienso aportan en la dirección de mejorar la calidad de cómo conversamos, siendo más conscientes del tipo de conversación en qué estamos, permitiendo gestionar un poco la dinámica conversacional.