Partimos en el útero materno y al nacer pasamos al útero de nuestra cultura.
Ese útero cultural nos moldea para bien y para mal. De ahí somos y ahí estamos.
Competitiva, seguidora del mito del progreso, creciendo, siempre creciendo. Individualista, egocéntrica, que viene degradándose en cuanto a los valores, donde el hacer trampa y la pillería, a la orden del día. Abusos, corrupción, colusión, desigualdad. Hasta que la cosa nos estalló en la cara, en varios capítulos. Venía estallando la crisis climática, pasó al estallido social y ahora estamos en pleno estallido sanitario, con una pandemia a nivel planetario.
Y nos fuimos a confinamientos, sucesivos. En este momento estoy en uno. Todos quietos, guardados.
No queda otra que detenerse, informarse y reflexionar, solo y con otros, por Zoom u otro medio.
Todo pasando por Zoom. Participo en un taller de lectura, con gente de varios países. Un tremendo aprendizaje, cómo leemos de tan diversas formas el mismo libro. ¡Qué pasa! El mundo se ve diverso, es diverso.
La síntesis es que la cultura en la que estamos, nos ha llevado a un colapso o va encaminada a un colapso monumental.
Está pasando que unos culpan a otros y se empieza a armar la batalla campal.
Lo que hace falta es aprovechar el alto e iniciar una verdadera revolución reflexiva, para darnos cuenta cómo estamos viviendo, la psiquis en que estamos, lo que estamos sintiendo y empezar a cambiar.
Hoy uso zapatos fabricados por niños esclavizados en alguna parte del planeta, como alimentos de animales maltratados y guardo mis ahorros en instituciones que se las prestan a narcos y simplemente no la veo. Por lo tanto me siento inocente de tanta brutalidad. Necesitamos ampliar la mirada y ver, permanentemente, las consecuencias de nuestros actos.
De ahí que se ve la emergencia de empresas B, de bancos éticos, todo tipo de iniciativas, que deben luchar contra el statu quo, pero que son señales del cambio cultural que viene.
Hoy hablaba con un amigo que me contaba lo cambiado que están nuestros nietos. Vienen hechos de otra manera. Se preocupan de todas estas cosas y con mucha pasión. Y no sabía dónde había aprendido todo eso. En las redes sociales, muy probablemente.
Bueno, un libro provocador, en la dirección de detenerse a reflexionar en serio. Es imperativo y va junto a una elevación de conciencia, asociado a un cambio cultural.
Un regalo que nos dejó nuestro querido Humberto Maturana, antes de irse. Un libro imperdible, sin duda.
Nota: Se me olvidaba referirme al capítulo del mundo armónico. Somos 8 billones de habitantes en el planeta. Llevamos desde hace no muchas décadas un crecimiento de la población casi exponencial, que si miramos esto desde la mirada cultural consciente del nicho ecológico que nos permite existir, tendremos que cambiar ideas que defendemos hoy, de la sacralidad de la vida y del desarrollo tecnológico médico que extiende la vida más allá de lo razonable. Y acoger el aborto sin restricción, la eutanasia para el que quiera y cortarla con mantener vivos a los que todo indica les toca irse.