sábado, agosto 23, 2025

Libro Los inocentes al poder de Daniel Mansuy

Leo en paralelo a Daniel Mansuy y a Renato Garín y su libro Los reemplazantes, dos autores que de distinta manera hablan del mismo fenómeno social.
Se trata de estos jóvenes que primero emergen con las protestas estudiantiles de los estudiantes secundarios, los llamados pingüinos, del año 2006.
Con más fuerza emergen el año 2011, esta vez de los estudiantes universitarios.

La Concertación a esta altura llevaba 20 años gobernando al país, una generación que a esa altura ya estaba desgastada, con una característica intolerable para esta nueva generación desafiante, que era el no haber podido salir de la política económica de la dictadura de Pinochet, el neoliberalismo.
Este sistema económico fue implantado o más bien impuesto por los Chicago boys,  en el gobierno autoritario.

Y ha funcionado, ha persistido, se ha arraigado persistentemente. Y los desafiantes, aparte de criticar sus fallos, que los tiene, no han tenido una opción alternativa, que realmente sea capaz de superarlo. Y por eso perdura, incluso en el actual gobierno de Gabriel Boric.
Este sistema de verdad ha permitido que el país crezca, suba su producción per cápita, promueva la iniciativa privada, la creatividad y el emprendimiento.
El problema es que los ricos se han hecho más ricos y la cantidad de pobres ha aumentado. Pero con un poco mayor nivel de bienestar.

La Concertación había perdido el poder por primera vez el año 2010 con Sebastian Piñera, de la derecha, de Renovación Nacional.
El malestar explotó al año siguiente con estas marchas estudiantiles, esta vez universitarias. La crítica al sistema educacional era profunda. Aparte que se consideraba el origen de toda la desigualdad fuertemente extendida.
Se pedía educación gratuita y de calidad, y no al lucro en la educación. Igualdad de acceso y más control del Estado.
Las marchas fueron potentes y multitudinarias. Las fuerzas políticas, de derecha e izquierda, no podían no atenderlas.

Esto coincide con la emergencia de una nueva fuerza política, la de los jóvenes. Lideran al principio, la Fech, Camila Vallejo y la Feuc, Giorgio Jackson. Gabriel Boric derrotaría a Camila Vallejo en la Fech en diciembre del año siguiente.
Estas marchas desafían al gobierno de Sebastian Piñera, representante de la élite económica del país.
Pero donde dispararon todos sus dardos ideológicos sería contra la Concertación, esa generación que había gobernado los últimos 20 años.
Y la verdad, la destrozan. Queda tan debilitada, que el país pierde el centro y se polariza hacia los extremos.

Tanto el gobierno de Piñera como el siguiente de Bachelet, incorporan en sus políticas muchas de las demandas de los movimientos estudiantiles. Lo curioso es que los anhelos de mejora no prosperan, todo lo contrario, empeoran.
Este fenómeno no está explicado en el libro.
Lo que pasa más adelante, es el estallido social. Este fue un terremoto social mayor, de alta destructividad. Reflejaba un malestar real, bastante profundo y violento.

Se va conformando un conglomerado político de jóvenes, puros e inocentes, que dicen representar al mundo social, del cual los políticos presentes, especialmente los de la Concertación, han perdido contacto y por lo tanto, no representan.
El estallido social, casi voltea al gobierno de Piñera dos. Logra zafar entregando la Constitución y sometiendola a una Convención Constitucional, democrática, con cupos reservados para los pueblos originarios y espacio amplio para que se presenten personas independientes, por fuera de los partidos políticos.

La elección de los convencionales fue en mayo de 2021. En diciembre de ese mismo año gana las elecciones presidenciales Gabriel Boric.
Los primeros meses del gobierno de Boric fueron un desastre. Patético es el caso de la ministra del Interior, Izkia Siches, cuando va a “dialogar” con los mapuches del Wallmapu y la reciben a balazos.

El proceso de esa Convención Constitucional fue un hito histórico de la izquierda. Finalmente podían a través de una nueva Constitución, refundar este país propiedad y gobernado por una pequeña élite. Fue un derroche de creatividad, desorden y hechos que causaron una muy mala impresión en la población.
El gobierno de Gabriel Boric que partió mal, apostó todas sus cartas al resultado del plebiscito de salida de la Convención. Perdieron por paliza; sacaron menos del 40% de aprobación.

De ahí para adelante, el plan de gobierno se mandó a guardar y se han dedicado a administrar lo que había. Pobre desempeño.
El Frente Amplio, desmembrado, inconexo, sin capacidad de hacer nada, ni tampoco de haber pensado en profundidad su crisis, está terminando muy desvalorizado.
Emerge una candidata del partido comunista en los grupos de izquierda, con una muy probable victoriosa derecha, por el lado de Kast para el gobierno que elegimos a final de este año.

Hemos terminado en un país achanchado, prácticamente paralizado económica y políticamente polarizado. Parece que es lo mismo que pasa en Bolivia.

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