La historia de la humanidad podría describirse como una sucesión de tableros de control. Durante siglos, las religiones, los imperios o las ideologías fueron las brújulas que nos guiaron. En la era moderna, el PIB se erigió como el indicador supremo: producción, consumo, actividad. Una cifra que, con frialdad contable, pretendía medir el bienestar humano. Pero ¿acaso lo logra? ¿Podemos reducir la vida, con toda su densidad, a un número?
Emad Mostaque propone reemplazar este panel agotado por otro que llama MIND, un acrónimo que sugiere una brújula más integral para los tiempos que vienen:M: Materia, lo tangible, aquello que sostiene la vida.
I: Inteligencia, las ideas, el conocimiento, la imaginación.
N: Networks, las redes humanas, los vínculos, las relaciones que nos constituyen.
D: Distribución, ampliar nuestra base de sustentación en las diversidad de valores
El capitalismo, tal como lo hemos conocido, muestra grietas irreversibles. El trabajo humano, columna vertebral de identidad y sustento durante generaciones, comienza a ceder su lugar. Las inteligencias artificiales no solo reemplazarán tareas: configurarán nuevas economías, nuevos órdenes sociales, nuevas formas de valor.
Cada persona tendrá, más temprano que tarde, un agente de IA personal: un compañero digital, una especie de extensión de sí mismo. Y con ello, el dinero —esa convención tantas veces incuestionada— deberá repensarse. Quizá se nos pague no por producir, sino por ser humanos y contribuir al bien común, con IA como mediadora y garante de esa redistribución.
Nos encontramos ante un parteaguas histórico. La IA no es una herramienta más; es un cambio de juego, un acontecimiento civilizatorio.Y entonces, ¿Qué nos queda?
Quedan tres tareas radicalmente humanas:
- Ampliar nuestras redes de relaciones. Porque los vínculos seguirán siendo la trama donde se juega el sentido de vivir.
- Conocer y usar la IA. No como amenaza, sino como aliada; aprender a dialogar con ella es aprender a dialogar con el futuro.
- Revisar nuestra identidad. Pues el trabajo dejará de ser la base de quiénes somos. Habrá que reinventarnos más allá de la ocupación, recuperar una noción de identidad que se sostenga en el ser, y no solo en el hacer.
El viejo tablero del PIB se agota. El MIND aparece como una propuesta aún incipiente, pero cargada de intuición: la materia, la inteligencia, las redes y la distribución como brújula para un mundo que ya se está gestando.
La pregunta es inevitable: ¿tendremos la valentía de dejar atrás las seguridades de lo conocido y atrevernos a habitar el territorio inexplorado de lo que viene?
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