Despierto de súbito remecido por el movimiento ya bastante fuerte de lo que será el terremoto más grande de los últimos 50 años. Eso si que yo estoy en Santiago en el piso 14 de un buen edificio, al que llegué hace poco más de 6 meses y aquí no será de 8.8 Richter como en Concepción, sino algo por debajo de los 8 grados.
Llega mi hija a la pieza y cae de rodillas a mi lado de la cama; había llegado hacía minutos de su carrete y se encontraba rezando justo antes de dormirse, cuando empezó la batahola.
Mi mujer atraviesa la cama y se pone al costado de mi hija que gritaba aterrorizada e intenta calmarla acariciando su cuerpo recogido. Yo permanezco sentado, atento, cachando la magnitud de lo que estaba pasando. Escucho el ruido ensordecedor de la quebradera de vidrios, de cuadros que se caen, muebles que se voltean desperdigando todo el material de sus estanterías. La televisión de la pieza cae al suelo y no la sentimos dentro del zarandeo generalizado.
Un impulso me saca de la cama en dirección a la terraza a ver que estaba pasando en la ciudad, si los edificios se estaban desplomando, ...
Me asomo y reboto de vuelta ante los gritos de mi mujer de que no saliera afuera. Vi oscuridad y no se cuanto vi de verdad, nada que recuerde en este momento.
Que largo fue el remezón por Dios; si no paraba nunca. Tengo la sensación que después que terminó, el edificio siguió cimbrando un buen rato más.
Había vidrios por todas partes, se adivinaba, pues la oscuridad era total. Mis zapatos plásticos Bamers estaban al lado de la cama; me los puse y salí a buscar luz. A tientas llegué al comedor al otro lado del departamento y tomé las velas que sabía ahí estaban. Logré prenderlas y fueron nuestra guía en el resto de la actividad, que fue básicamente de dimensionamiento de daños y limpieza primera.
Abrí la puerta del depto. y vi a mi vecina que trajinaba a tientas con la puerta de su depto. abierta, sola ella. Le pregunté si necesitaba ayuda y sentí que el solo hecho de aparecerme y preguntarle, era lo que necesitaba. Nos preguntamos los nombres para que no se nos borraran y volví a lo mio.
Durante una media hora, figurábamos componiendo lo más posible el caos generalizado de todos los muebles, unos que se tumbaron y otros que literalmente salieron a caminar. Libros tirados, papeles, objetos de todo tipo. Las paredes de la cocina estaban moradas con el chorreo de vinos que voltearon y cayeron derramando sus líquidos. El piso plagado de platos quebrados, loza y todo tipo de objetos de cocina.
Las tortugas de la Emilia figuraban casi vaciadas del agua de su acuario, stressadas asumo, en alto grado. Ella como que intentaba tranquilizarlas.
Bueno, no mucho rato después, calculo unos 45 minutos, dije, son como las 4 pasadas de la mañana, así que voy a dormir. Dicho y hecho; me acosté y desperté como a las 7:30 cuando me sumé a los trabajos de aseamiento y recomponer el caos generado por este terremoto que ha terminado siendo el más grave de la historia que a mi, chileno, me ha tocado experimentar en carne propia; con el precedente que mi abuelo por el lado de mi padre murió en el terremoto de Chillán el año 1939.
Mas tarde subí al depto. que está justo arriba mio, donde viven desde hace poco, una pareja de personas mayores y les ofrecí mi ayuda, cosa que acogieron con gusto.
Aquí comparto mis impresiones y reflexiones sobre temas relacionados con el coaching profesional, que es mi actividad principal, libros que leo y otras menudencias, como una forma de compartir y propagar la conversación que estos temas generan
jueves, marzo 04, 2010
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Gabriel,
ResponderBorrarTu visión o vivencia del terremoto es calcado lo que yo sentí en el piso 16 donde vivo.
Mirar por el ventanal y ver edificios como el Hyatt moviéndose cual batidora, otros saltando y las luces prende y apaga, mientras todo temblaba y sentías cuadros caer, vidrios rotos, muebles caminando, sujetándote a algun mueble para no caerse, es un espectáculo realmente dantesco.
Yo tuve una abuela que sufrió varios terremotos y me enseñó algunas reglas de sobrevivencia que yo practico hasta ahora y tambien lo hice en esta ocasión:
Primero, ponerse zapatos duros, por si hay vidrios o escombros.
Segundo, identificar fuentes de luz, preferentemente una linterna.
Despues, trazar un recorrido al exterior, pasando por todas las piezas para rescatar y reunir a la familia, especialmente a los niños chicos. Esto no aplica en mi caso porque esa noche estaba solo y además en un departamento alto no se si es bueno salir.
Abrir las puertas para que no se tranquen y buscar agua y una redio a pilas.
Todo esto es mientras está ocurriendo el sismo.
Te felicito por tus gestos a los vecinos. La gente en estas ocasiones agradece un gesto o una palabra pero no muchos hacen este gesto de cercanía.
¡Arriba los corazones!
Gabriel.
ResponderBorrarLo que mas me a llamado la atencion , que en el mismo Santiago algunos se nos cayo todo y a otros nada.
Deje botado durante todo un dia todo, antes de ordenar y botar.
Tambien pense que cada vez quiero tener menos cosas.
En un momento me entregue y dije hasta aqui no mas llegamos.
Una cosa que siempre quise, es que en el primer terremoto que enfrentaran mis hijas yo estuviese a su lado, fue así, será una tontera dirá alguien, pero cuando uno ha vivido uno de la magnitud de 1960 en el sur, hay marcas que quedan, aún veo a mi viejo chocando contra las paredes cuando corría a buscarnos a nuestro dormitorio, la vivencia de este tipo de manifestaciones de la naturaleza, nos plantea interrogantes, ya postearé al respecto próximamente, un abrazo Gabriel, qué bueno que esté todo bien con los tuyos.
ResponderBorrarQue bueno saber que están bien!
ResponderBorrarQue pena lo del vino...
Un abrazo.