Nuestra civilización basada en una economía del desarrollo perpetuo, que mira recursos, tanto humanos como naturales, como fuentes para la explotación y generación de rentabilidades, para los grupos empresariales y de las finanzas.
Esto ha resultado en un planeta con una galopante extinción de especies, degradación del aire, las aguas y hoy día la salud.
Claramente hemos perdido el norte.
Freud mató al padre, Nietzsche mató a Dios y nosotros estamos matando el planeta y a los otros. Pareciera que sin darnos cuenta, caminamos derecho al precipicio, optimizando y eficientando, sin saber que ello solo nos apura el tranco al barranco (como dice Julio Olalla).
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Qué hace falta para que recuperemos la visión ? Una pandemia como la actual ? Dios quiera que sirva para eso.
Dios. A nuestra psiquis como que ya no se le aparece, Dios.
Pero miramos la naturaleza, la vida, el amor, la ternura, tantas cosas. La magia de la procreación y del desarrollo embrionario. Las sospechosas casualidades, de encontrarnos con las personas y material que nos hace falta, justo cuando lo necesitamos.
Cómo que hay algo ahí, algo a la base de todo lo creado, que tiene un carácter sospechosamente superior.
Divino ? La misma vida es sorprendente, no ?
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Nosotros como que desviamos la mirada y ha sido tanto el éxito de nuestros logros, que nos miramos al espejo y nos vimos espectaculares, tanto que dejamos de lado a Dios; dejamos de necesitarlo. Como que nos endiosamos.
Y estamos causando enorme daño, no solo con la naturaleza, sino que tanto o más importante, con los más débiles, con los pobres.
La cosa nos puede explotar por más de un lado; y lo está haciendo.
Necesitamos hacer cosas de otra manera, pero más importante que eso, necesitamos cambiar la conciencia. Necesitamos cambiar como vemos, necesitamos ver la presencia de Dios en la naturaleza y en los pobres.
Esto se nos fue y no nos dimos cuenta.
El papa Francisco, con gran destreza y sapiencia, nos ilustra de la problemática y nos alienta por el camino de la religión. La suya en primer lugar, pero cualquiera en verdad.
Un libro muy recomendable, en estos tiempos de encierro y crisis.
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