jueves, noviembre 14, 2024

Libro El derecho a la pereza de Paul Lafargue

Paul Lafargue nace en Cuba de padres franceses. Será médico, periodista y teórico político, influido fuertemente por su suegro Karl Marx.
Me llama la atención que se suicida junto a su esposa Laura a la edad de 69 años, para no ser una carga para la familia, me imagino. Me deja pensativo a mis 72 años; no me suicidaría por ningún motivo, en este momento.

Los griegos que tanto admiramos, no trabajaban. Los que lo hacían eran sus esclavos. Ellos se dedicaban a disfrutar, a pensar, discutir, conversar, en definitiva a la pereza, salvo para estar disponibles y entrenados para posibles invasiones externas, o revueltas internas.
Los romanos dedicaban su vida a la agricultura y la guerra. El resto del tiempo, a disfrutar, a la pereza.

Alguien, dice Paul Lafargue, inventó esta idea de que trabajar era buena cosa. Parece que los protestantes. El que trabaja y le va bien, tiene la venia de Dios, decían.
Cuando entra el Capitalismo en escena, ya en la época de Paul Lafargue, el trabajo de la clase trabajadora se instala casi como una religión.
Claro, el Capitalismo se instala como la nueva religión, para contrarrestar la arremetida agresiva de los movimientos socialistas de ese tiempo.

La burguesía, esta clase que lucha contra los nobles del periodo feudal, se fortalecen con la industria y el comercio. Surge la clase proletaria, que a punta de trabajo a todo dar, con horarios de hasta 16 horas diarias, seis días a la semana, le sacan el jugo incluso a mujeres y niños.
Todo en beneficio de la clase burguesa capitalista. Producen a todo dar, lo que sería factor para promocionar la expansión colonialista, tanto para acceder a más y más materias primas, como para ampliar el mercado para sus crecientes producciones.

El socialismo surge como una nueva religión contraria a la religión católica, que ofrece el cielo en la Tierra, por medio de la revolución del proletariado.
Frente a esta nueva religión surge la idea en un congreso en Londres, de potenciar la nueva religión del Capitalismo.
La manera en que Paul Lafargue presenta esta religión centrada en la capital es sarcástica e irónica; para la risa.
Todo por el dinero y que principios que ocho cuartos. Los que sirvan para ganar más y más dinero, más y más capital.

El símbolo más notable es destacar a la cortesana, como la mayor expresión de una devota del capitalismo. Vende su cuerpo, vende los placeres que puede otorgar a cambio de capital; qué mejor.
Ella aprende a no sentir nada, e incluso a dejarse cortejar por cualquier viejo, pues el Dios dinero lo merece todo.
Y la verdad, la cortesana tiene en esos tiempos el mejor de los prestigios, ya que no decae con la maternidad y desgaste que es la crianza de niños.
La cortesana es rica, bella y feliz. Un verdadero símbolo de la religión del Capitalismo.

El capitalista no tiene moral, salvo aquel que le dé mayores beneficios económicos.
Un libro tremendamente irónico, ambientado en la segunda mitad de los 1800, que da para pensar cuánto aplica en estos días. Tema de conversación.

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