La Infocracia sería lo que viene después de la democracia.
En la democracia, el individuo libre y autónomo, se expresa y delibera con otros, buscando resolver situaciones, optimizar procesos o decidir qué hacer aquí y allá.
En la infocracia, la información capturada a través de las pantallas que registran todo lo que hacemos, va a dar a grandes estanques de Big Data, donde con la ayuda de algoritmos e inteligencia artificial, se resuelven las mismas grandes preguntas, en forma robotizada. Y claramente, el algoritmo inteligente, supera todas las capacidades de procesar información de los humanos.
En la infocracia, los políticos, las constituciones, sobran. No hacen falta.Cómo me voy de aquí para allá, ya tenemos claro que Waze lo resuelve mucho mejor que nosotros, pues incluso sabe cómo está el tráfico en ese momento. Los que siguen sin darle toda la autoridad a Waze para esas decisiones, están atrasados en modernizarse.
En el futuro, los algoritmos te dirán qué carrera estudiar, dónde ir de vacaciones, qué casa comprar o arrendar, incluso con quién casarte.
¿En qué nos transformaremos cuando todo eso ocurra? Tremenda pregunta.
Byung-Chul Han dice, que esta idea del yo, esta idea de ser libre y autónoma, quedará obsoleta y se borrará como una imagen en la arena cuando viene la ola.
La idea del yo que tienes de ti mismo, quedará obsoleta.
Hagamos un alto aquí. Encuentro que todo lo dicho hasta aquí, aunque parezca ciencia ficción, me parece macabro.
Es como un mundo en que las máquinas resuelven todos nuestros problemas y el gobierno, o los robots, establecen una renta suficiente universal, para todos, sin la necesidad de hacer nada. ¿Qué haríamos en ese caso?
Pasamos del régimen de los soberanos, donde la dominación se ejercía desde la grandeza de la escenificación de un teatro enorme, donde el poder lucía superior a todos y los insignificantes humanos actuaban aterrorizando a los espectadores, en carnicerías grotescas. No podía sino quedarte claro quien era el poderoso y quien no.
Después vino el régimen de la disciplina, de la era industrial, donde cada individuo era educado de manera de operar dócilmente en la parte de la gran maquinaria, donde se le requeriría. Tu cuerpo era fuente de energía motriz o analítica, para que la maquinaria siguiera funcionando.
Y hemos llegado al régimen de la información, donde la persona es liberada e instada a desarrollar su propio perfil identitario. Finalmente me experimento como libre, capaz de editarme a mi mismo y construir la persona que yo quiera. Es un mundo de la transparencia máxima y de la comunicación total. Lo que fluye, de ida y de vuelta a raudales, es la información.
La persona pasa a ser un generador de información, con el cual la caja negra algorítmica tras bambalinas, construye tu perfil y te provee de la información justa que solo tu quieres y te encanta consumir. Y por esa vía, te tienen total y completamente transformado en un borrego consumista.
La cosa se desmadra, cuando los poderes detrás de los algoritmos descubren que si te mandan fake news, pueden manipular tus opciones políticas a su antojo. La verdad se va al tacho, “el otro” va desapareciendo, el relato es reemplazado por la información y los datos. Y estamos hasta el yako.
No se, me da ganas de no recomendar este libro. Te dejará con crisis de pánico, sino estás fuertemente parado en algo que te de solvencia propia.
Un libro de este filósofo, que capaz esté vaticinando como viene la cosa y tenemos que conversar mucho para que esta debacle no se nos venga.